Por Agustín Rossi, titular del bloque de diputados del Frente para la Victoria
Con el paso de los años y los avances en la revelación de la verdad histórica, en cada vez más vastos sectores de la población se entiende claramente que el plan de exterminio de casi toda una generación de militantes populares se llevó a cabo para instalar en la Argentina un régimen político y económico de exclusión de las mayorías, en beneficio de la concentración de riqueza en pocas manos.
El asesinato de treinta mil argentinos y argentinas fue el paso previo al desarrollo de políticas que, aún después de finalizada la dictadura, privilegiaron los intereses de grandes grupos económicos que saquearon el patrimonio nacional.
Y así sufrimos otras desapariciones, no menos dolorosas: el trabajo, la salud, la educación, se vieron avasallados por la especulación, la entrega, la traición a los intereses del pueblo. Millones de compatriotas se vieron sumergidos en la pobreza, la indigencia y la marginalidad. Y el dolor, la desesperanza y la resignación estuvieron muy cerca de ganar la batalla.
Pero hoy aquí estamos, como expresión de la voluntad popular, jugados en la epopeya transformadora desde un gobierno que rompió el molde de la resignación y se esfuerza, día a día, por reconstruir los lazos solidarios que forjan la esperanza colectiva.
La lucha de tantos años de los organismos de defensa de los derechos humanos se vio traducida, con la llegada al gobierno del presidente Néstor Kirchner, en la anulación de las leyes del perdón y el consiguiente enjuiciamiento y encarcelamiento de muchos represores, que marcan el fin de una impunidad que parecía eternizarse.
Con orgullo y con responsabilidad, formamos parte de una gestión que privilegia la producción y el trabajo, que recupera el valor de la educación, que multiplica esfuerzos para que el acceso a la salud no se vea limitado, que rescata de la pobreza y la indigencia a cada vez más compatriotas y que, con humildad y franqueza, reconoce que todavía hay mucho por hacer. No es poco lo que se avanzó en este sentido desde aquel golpe militar y la represión genocida que golpeó a nuestro pueblo.
Hay una obra por completar. En la construcción de una casa que nos cobije a todos los argentinos y argentinas está puesto nuestro empeño. Y concebimos nuestro Instituto Santafesino de Políticas Públicas como una herramienta más, abierta a la participación de todos los quieran sumar su voluntad y sus capacidades a la concreción del anhelo de quienes, enfrentando la ferocidad de la dictadura, ofrendaron sus vidas en la lucha por una Argentina con democracia, con justicia, con libertad y con independencia.
Creemos que es tiempo de sumar, que el país recupera el empuje de sus pobladores, mucho más interesados en consolidar el crecimiento de la producción y el trabajo que en volver al derrotismo, el no se puede, las especulaciones mezquinas.
La esperanza no es abstracta, es el motor que genera las convicciones y el compromiso que nos impone esta hora de recuperación.
Allí están los trabajadores, con su esfuerzo organizado; luchadores y conscientes de la importancia de aprovechar la reactivación laboral y la reapertura de las negociaciones salariales sin perder de vista los intereses generales de una Nación que resurge.
Están los profesionales, los técnicos, los intelectuales, ávidos de comprometer su conocimiento en la reindustrialización, en la incorporación de tecnología, en la formación y capacitación de las nuevas generaciones, en la búsqueda de sentidos que afiancen las transformaciones en marcha.
Están los empresarios y comerciantes, con su empuje y su pujanza, contestes con la concepción de un desarrollo armónico, que abarque al conjunto.
Y están los todavía muchos excluidos, los que la pelean con pocos recursos pero enfrentan la adversidad con un nuevo horizonte, en el que ya no brillan el fatalismo, la resignación y el sálvese quien pueda.
Lo dice el presidente Néstor Kirchner: no hay en esta nueva Argentina hombres providenciales ni verdades absolutas.
Sí hay una vocación de justicia, de libertad, de independencia, que se alimenta de la voluntad colectiva a la que no pudo derrotar ni siquiera la dictadura más sangrienta que se abatiera sobre la patria.
Hay democracia.
Hay una oportunidad que no podemos desperdiciar.