El edificio del Congreso de la Nación cumple hoy su primer centenario de vida, repartido entre gritos democráticos y algunos silencios impuestos durante los años de las dictaduras.
El edificio diseñado por el arquitecto italiano Vittorio Meano, quien murió antes de ver el edificio terminado, fue estrenado el 12 de mayo de 1906 por el presidente José Figueroa Alcorta.
Para conmemorar los 100 de la sede del Congreso, el titular del Senado, Daniel Scioli, encabezará hoy un acto a partir de las 11 junto a la vicepresidenta primera de la Cámara de Diputados, Patricia Vaca Narvaja.
Al momento de su inauguración, el edificio sólo contaba con la cúpula, la fachada y un recinto de sesiones terminado.
El Congreso sirvió para albergar al Poder Legislativo, que ya funcionaba en el país desde hacía 52 años. Cuando se inauguró la obra toda la parte de atrás del edificio -la que da actualmente hacia la calle Combate de los Pozos- recién fue terminado en 1946, bajo un manto de sospecha de corrupción administrativa.
Con un presupuesto original de 12 millones francos, hacia 1910 -cuatro años después de haber sido abierto- los costos ya ascendían a 50 millones, en una vorágine inflacionaria inédita en aquellos años en que Argentina era considerada el granero del mundo.
Así durante muchos años, legisladores como el demócrata progresista Lisandro De la Torre y el socialista Alfredo Palacios pusieron el grito en el cielo y denunciaron maniobras de corrupción.
A raíz de las denuncias, en 1920 el presidente Hipólito Yrigoyen decidió rescindir el contrato con la empresa constructora y así se paralizó la obra por décadas.
Meano, quien no pudo ver este edificio inaugurado porque murió trágicamente dos años antes, construyó además el Teatro Colón y el edificio Legislativo de Montevideo.
Durante mucho años, con su socio, Francisco Tamburini -quien dibujó originalmente los planos del Teatro Colón-, Meano trabajó en el sueño del edificio del canto lírico luego de remodelar juntos la actual Casa de Gobierno.
Años después, en 1896, ganó la licitación para construir el Palacio Legislativo argentino.
El Congreso se levantó en un predio ubicado sobre el final de la Avenida de Mayo que pertenecía a los hermanos Spinetto, los mismos dueños del mercado de verduras ubicado en la misma zona.
El edificio, de 52 mil metros cuadrados, está revestido en roca caliza de Córdoba: la piedra, a diferencia de otros edificios de la época donde las ornamentaciones se realizaban con moldes, fueron trabajados por artesanos.
Sobre Combate de los Pozos estaba el obrador, donde la artista Lola Mora esculpió las estatuas que luego fueron retiradas del Palacio -en medio de una polémica- para llevarlas a la Gobernación de Jujuy. Luego del magnífico hall de entrada por donde ingresa anualmente el Presidente de la Nación el día de la Asamblea Legislativa y los mandatarios en visita de Estado a la Argentina, se encuentra el salón Azul, el punto medio exacto de toda la edificación.
En su techo pende una araña de 2.054 kilos y 331 lamparitas denominada "araña del Centenario", que está colgada desde la cúpula. Allí, precisamente fueron velados Juan Domingo Perón y Evita, y es usado para los actos similares de presidente, vices y personalidades de las Cámaras.
Luego se encuentran los salones Eva Perón y "de los Pasos Perdidos" y la segunda biblioteca en importancia del país.
Luego, se descubren los dos recintos que combinan tradición y tecnología en el sistema de votación.
Hace un siglo, el edificio lucía muy diferente: aún no tenía el revestimiento de piedra actual y mostraba su cara ladrillera combinada con vigas de hierro.
El estilo clasicista y atado a la academia del principio del Siglo XX no le dio tiempo a Meano a imaginar que su obra se mixturaría con la tecnología del nuevo milenio.
El talentoso italiano jamás soñó que en las puertas de acceso habría arcos para detectar metales, sistemas computarizados de última tecnología, puertas blindadas, entre otros cosas.
De todas maneras, los avances llegaron tarde: no pudieron evitar el ingreso de una revolver que luego mató al senador Enzo Bordabehere, a finales de la década del treinta. Tampoco pudieron prevenir el voto del "diputrucho", en los cercanos noventa, o evitar el ingreso de salvajes que en calientes días de 2001 ingresaron a edificio y quemaron valiosos sillones del mobiliario.
Fiel a la historia del país, hoy festejará sus 100 años un edificio que se lo denominó el "Palacio de Oro" y que en realidad es nada más y nada menos que el Palacio de las Leyes.