En la actualidad, la ciudad carece de una ley General de Educación, y se rige por un conjunto de normas desarticuladas.
A nivel mundial la educación es vista como el pasaporte al futuro, como un instrumento sin el cual la vida es muy difícil de afrontar. El hombre de la era de la comunicación está inmerso en un mundo globalizado, interdependiente y competitivo, donde lo que impera es la necesidad de poseer un elevado nivel de conocimientos específicos, avalados por las tradicionales y nuevas casas de altos estudios.
La clave oculta de los países más exitosos son sus políticas educativas, ya que el saber se ha transformado en el capital pilar de las sociedades modernas, siendo en consecuencia la mejor forma de inversión.
Sin embargo, para lograr una sociedad más capacitada y equitativa es indispensable contar con un proyecto que contenga las bases fundamentales de la formación y la enseñanza. Es decir, una eficiente ley de Educación.
A pesar de ser una de las ciudades más importantes a nivel mundial y gozar de una excelente situación fiscal, Buenos Aires no posee una norma que regule en su totalidad al sistema educativo, lo que impide diseñar estrategias pensando a largo plazo.
“Es más fácil cambiar un cementerio de lugar que transformar la educación”, comentaba José Ortega y Gasset. Si bien la frase del pensador español tiene mucho de verdad, el diputado Marcelo Godoy intenta generar los primeros debates para la creación de un proyecto sobre la ley general de Educación de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Marcha lenta
La iniciativa está comenzando a discutirse en la Comisión de Educación, que preside el legislador macrista Marcos Peña, aunque con ritmo lento debido a la magnitud del tema.
El proyecto tiene consenso de los diversos bloques, pero existen diferencias que, en un principio, no permiten continuar avanzando, si bien desde todos los espacios políticos se coincide en que es de vital importancia el tratamiento de la propuesta.
En detalle, la nueva norma tendría tres grandes áreas: principios y objetivos; estructura; y financiamiento y capacitación docente.
El primer eje se basa en los principios básicos de la educación argentina. Una norma donde los objetivos pretendidos por el sistema educativo sean claros y concisos, sin contradecir la gratuidad, laicidad y obligatoriedad de la ley nacional 1.420.
En segundo lugar, busca organizar la estructura de un sistema que facilite los medios para ofrecer, por ejemplo, la doble escolaridad y el segundo idioma.
La tercer directriz se basa en buscar un modelo que permita capacitar de forma continua a los docentes, dado los rápidos cambios y la adopción de nuevas herramientas tecnológicas para la enseñanza.
Barrera
Desde el Frente para la Victoria observan con cautela la posición que tome el ministro de Educación, Daniel Filmus, con respecto al marco regulatorio general que se adopte en la ciudad, ya que no puede contradecir a la nueva ley Federal de Educación.
“¿El Gobierno nacional va a dejar que desde el macrismo redacten una ley de semejante envergadura?”, es el gran interrogante que se hacen muchos legisladores.
Sólo resta esperar que la Legislatura, que recién comienza a debatir este tema, pueda crear una norma que englobe al conjunto de las disposiciones que funcionan aisladas, para que la educación continúe siendo la principal herramienta del futuro de la sociedad.
Sin duda, un difícil pero necesario objetivo político.