Por María Antonia Salino
La humanidad ya tiene antecedentes, a lo largo de su evolución la construcción de muros sirvió para dividir y ocultar. Los alemanes con su entonces indestructible muro de Berlín, los estadounidenses con su barrera de cemento en la frontera mexicana y nuestros dictadores con sus paredones para ocultar nuestros bolsones de miseria y pobreza son los antecedentes modernos de una práctica irracionalmente milenaria.
Este nuevo siglo nos enfrenta a una nueva metodología de construcción de muros y paredones, inmateriales pero muchos más efectivos que sus antecesores.
Hace pocos días se reunieron en Buenos Aires 3000 representantes de más de 20 países en el “IV Foro Latinoamericano y del Caribe en VIH Sida y Enfermedades de Transmisión Sexual”.
La escasa trascendencia de la reunión es compatible con el ocultamiento que existe de la enfermedad en nuestra sociedad. Nuestros antepasados por ignorancia ocultaban y marginaban a sus leprosos, igual destino parecieran correr quienes sobrellevan la enfermedad surgida en las postrimerías del milenio pasado.
Como sociedad solemos imbuir a las enfermedades con metáforas que nos permitan indicar sus orígenes. El resfrió proviene de la falta de abrigo, diabetes o colesterol de la mala alimentación, la hipertensión del stress y el sida… ¿el sida? Es más cómodo ubicar su origen en la promiscuidad sexual de quienes son homosexuales o drogadictos.
Sobre el Sida, después de la explosión mediática de los 80, se construyó un muro de silencio que pone de espaldas a la sociedad contra una enfermedad que cada día que pasa, avanza sobre los varones y, en especial, entre las mujeres y los niños.
En la última década la relación entre enfermos de sida – género de origen, varió violentamente, de una mujer enferma con sida cada cuatro hombres con la misma enfermedad en el año 1996 a tres mujeres cada cuatro hombres en la actualidad. En el grupo etario que oscila entre los 0 y 29 años el porcentaje mas alto corresponde a mujeres infectadas.
La Red Mundial de Mujeres por los Derechos Reproductivos determinó en un informe reciente que las mujeres que sufren agresiones físicas tienen un 48% más de posibilidades de contraer Sida y quienes poseen dependencia económica, aumentan en un 52% la probabilidad de contraer la enfermedad. Una mujer que es victima de violencia de parte de su pareja es, entre otras cosas, obligada a tener relaciones sexuales bajo malas condiciones sanitarias para su salud.
Como sociedad nos llegó el momento de empezar a mirarnos en profundidad y con detenimiento, tenemos la obligación de derrumbar los prejuicios construidos sobre odas irracionales de mentiras, maldades y egoísmo.
El Sida ha llegado a nuestra sociedad para instalarse entre nosotros, es momento que empecemos a pensar como protegernos y cuidarnos en vez de ocultarlo y negarlo.
Nuestra compatriota Patricia Pérez ha sido postulada por el Gobierno de Honduras para el Premio Nobel de la Paz, seria la primera vez que una mujer que convive con el virus puede ganar este premio. Su sola postulación debe servirnos para hacer caer las vendas que desde hace años oculta a la enfermedad.
María Antonia Salino es presidenta del bloque de senadores justicialistas de la provincia de San Luis
