Llamó la atención de todos, aunque no sorprendió que tras los primeros festejos de la victoria entre los kirchneristas se pudiera ver a la diputada mendocina Patricia Fadel llorando. Emocionada, la secretaria del bloque oficialista, una de las que se pasó toda la larga jornada contabilizando los votos a favor y en contra que se barajaban de cara al dramático momento de la verdad, no pudo contenerse.

En el otro extremo se lo pudo ver a Felipe Solá, quien desde el propio oficialismo encabezó la movida para imponer un proyecto alternativo al del momento, permaneció sentado, con imagen de derrotado, mientras a su lado muchos le gritaban el festejo.

Las entidades del campo estuvieron representadas a través de sus principales dirigentes, que siguieron muy cerca de las bancas la sesión, atentamente, y al cabo de la jornada, se abrazaban. No como si hubieran logrado imponer su postura, pero sí con la sensación de haber hecho lo posible y un poco más. También se dedicaron a aplaudir a los diputados de la oposición, que a su vez, no salió desconsolada a pesar del resultado.

Por el contrario, a los diputados de la oposición les quedó la sensación de haber marcado un hito en esta época, pues nunca en la era kirchnerista habían alcanzado tantos votos en una puja con el oficialismo. En general, no pasaban las 60 voluntades.

El titular del bloque del FpV era, obviamente, uno de los más felices y felicitado. Sus compañeros no paraban de abrazarlo, pero tras unos minutos fue el mismo Agustín Rossi quien hidalgamente se acercó a los representantes del campo para confundirse en sendos abrazos con sus representantes.

Al cabo, cada uno había defendido sus posturas y cabía esa imagen final de caballerosidad.