Michael Moore acaba de publicar un libro que pretende explicar cómo el Partido Demócrata, cada vez que tuvo condiciones inmejorables para llegar al poder, se las arregló para que los republicanos salieran victoriosos. Salvando las distancias, la conducción del Frente Grande tiene problemas similares. Luego de una década de contiendas esta fuerza se encontró formando […]
Michael Moore acaba de publicar un libro que pretende explicar cómo el Partido Demócrata, cada vez que tuvo condiciones inmejorables para llegar al poder, se las arregló para que los republicanos salieran victoriosos. Salvando las distancias, la conducción del Frente Grande tiene problemas similares. Luego de una década de contiendas esta fuerza se encontró formando parte del gobierno de Néstor Kirchner y ahora del de Cristina y sin embargo desde las bases llueven los reclamos sobre la situación marginal que ocupa el partido en la transversalidad K.
Acusan de “pasividad” a la conducción del FG y esta semana renunció a su cargo -y al partido- uno de sus congresales provinciales, el también vicepresidente del partido en La Plata, Carlos Marino. Y desde el seno de la organización aseguran que es “sólo la primera de una lluvia de renuncias” al partido que, en el orden nacional, preside el diplomático Eduardo Sigal. Una especie de réquiem.
