Reaparece esa mancha de nuestra historia reciente, mancha negra de noche y roja de sangre que después de 33 años nos sigue doliendo.

La dictadura militar más sangrienta, larga y nefasta que asoló nuestro país, cuyas heridas y secuelas seguimos hoy padeciendo.

El 24 de marzo de 1976 ocurrió lo que muchos esperaban, el gobierno fue derrocado y la Junta de Comandantes asumió el Poder comenzando el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional”

José Martínez de Hoz fue designado ministro de Economía y, el 2 de abril, anunció su plan para contener la inflación, detener la especulación y estimular las inversiones extranjeras.

Durante este período, la deuda empresaria y las deudas externas pública y privada se duplicaron. La deuda privada pronto se estatizó, y se redujo a su mínima expresión la capacidad de regulación estatal, el 45% de los empleados industriales fueron a la calle.

Con esta política económica en marcha, la Junta Militar impuso el terrorismo de Estado, porque no era viable ni sostenible sin sangre y así comenzó un proyecto planificado y dirigido a destruir toda forma de participación popular. El régimen militar activó una represión implacable sobre todas las fuerzas democráticas: políticas, sociales y sindicales, con el objetivo de someter a la población mediante el terror de Estado.

Pero las Fuerzas Armadas no estuvieron solas: Jerarquías eclesiásticas que abandonaron canallescamente no solo a sus fieles sino también a miembros encumbrados de su jerarquía. Sociedades rurales que no solo apoyaron, sino que aportaron a uno de sus más encumbrados hombres para ocupar el Ministerio de Economía. Una Justicia ciega, sorda y funcional que todavía en muchos casos retacea quitarse vendajes de los ojos. Cámaras Empresariales beneficiadas con el desaparecer de trabajadores organizados. Bancos Extranjeros y Organismos Internacionales de crédito fueron también cómplices y favorecidos.

Y hoy acá estamos nosotros, a 33 años y luchando por los mismos principios. Con las mismas banderas de Liberación que alzaron los compañeros que ya no están.

Quienes votamos a Cristina Kirchner y acompañamos desde un lugar de responsabilidad institucional este proyecto sabemos que votamos algo parecido a lo que pasa. Medidas que redistribuyen riqueza. Y bien sabemos que estas medidas no son gratuitas, porque la riqueza los sectores acomodados no la sueltan. Porque no hay lógica ni ideología capaces de arrancarle a un sector privilegiado algo de lo que tiene. Porque a la redistribución de la riqueza hay que acompañarla y sostenerla y defenderla de la reacción que provoca. Porque para acompañar un proceso de redistribución de recursos y de asignación de torta hay que hablar claro, tener coraje y poner el cuerpo y la cabeza.

Estar en este camino nos llena de orgullo, tener el honor de acompañar este proceso es un desafío que sostenemos con el recuerdo de los compañeros y amigos que generosamente dieron su sangre para construir una patria más justa, libre y soberana.

*Diputada nacional por Buenos Aires – Frente para la Victoria.