Diferencias, paralelismos y similitudes en dos institutos unipersonales, republicanos e ‘interpoderes’

“El Poder Ejecutivo… no es el Presidente de la Nación.
Jefes de estado en los cuales se doblaba el caudillo y el estadista,
…, y en que,… en el fragor de las luchas, el caudillo supeditaba al estadista,
han hecho degenerar la institución política del Poder Ejecutivo en una institución personal.
El origen de la institución, su desarrollo y su adaptación a la Constitución argentina,
nos enseñan, sin embargo, todo lo contrario”

Estanislao S. Zeballos

Cuando gran parte de la sociedad pone la atenta mirada sobre la específica labor parlamentaria -tanto como en 2008, en ocasión de la resolución 125, como ahora con el proyecto legislativo sobre medios y servicios audiovisuales, por citar sólo dos ejemplos recientes- se advierten detalles que quizá no lo son tanto.

Así, afloran curiosidades respecto a la naturaleza, jerarquía, funciones y atribuciones de los titulares de los cuerpos colegiados que conforman el Poder Legislativo nacional .

Como es sabido, y por explícita indicación constitucional (Art. 57, texto ordenado 1994), el titular nato del Senado es el vicepresidente de la Nación, en cuya cabeza recae el deber de presidirlo a lo largo de todo su mandato. Es decir que -aunque integrante del binomio que conforma la bicéfala fórmula del Poder Ejecutivo- preside naturalmente la Cámara Alta del Congreso mientras se desempeñe en el ejercicio de dicho cargo.

Sigue al vicepresidente, en cuanto a las responsabilidades legislativas senatoriales, el presidente provisional (provisorio, dice el texto fundamental, Art. 58) del Cuerpo. Él es quien ejerce dicha titularidad y tales funciones en las hipótesis lógicas de ausencia, renuncia, destitución por juicio político, “cuando éste (el vicepresidente) ejerce las funciones de presidente de la Nación” o ante la muerte del denominado “segundo magistrado” (para utilizar término usado por célebre tratadista ). Reemplaza entonces, en esos casos, al vicepresidente de la Nación.

Pero existen algunas fundadas particularidades que diferencian a estas dos instituciones (unipersonales ambas, pertenecientes a distintos poderes del Estado , etc.) derivadas -las más importantes- de la propia letra de la Carta Magna, de las leyes de la Nación y del reglamento de la Cámara de Senadores de la Nación .

El vicepresidente de la Nación:
– comparte el también denominado “departamento ejecutivo”, de entre “los poderes del Estado: es elegido directamente -junto al “primer magistrado”- por el pueblo de la Nación, en lo que se considera distrito electoral único (Art. 94, C. N.). En el ordenamiento articular del Texto Constitucional -en cuanto al ‘órgano ejecutivo de gobierno’- todas las disposiciones existentes en dicho plexo normativo se le aplican también siempre al vicepresidente (duración del período, requisitos para ocupar el cargo, remuneración, fórmula de juramento, sistema de elección y acefalía );
– reemplaza al presidente de la Nación en los casos previstos (ausencia temporaria) y “asciende” a la primera magistratura en las hipótesis de ausencia definitiva (inhabilidad, renuncia, destitución por juicio político o fallecimiento del presidente) con el nombre y título de “Presidente de la Nación” (Art. 88, C. N.). En este último supuesto, lo sustituye de pleno derecho y a todos los efectos jurídicoinstitucionales.
– ejerce el cargo durante un mandato de cuatro (4) años (o menos, según las circunstancias), pudiendo resultar reelecto (o sucederse recíprocamente con el presidente de la Nación) por sólo un mandato más (Art. 90, C. N.);
– preside el Senado de fuera de su seno, en la particularidad más sui generis de la institución. En dicho carácter, ejerce todo el cúmulo de atribuciones y deberes que el reglamento del Cuerpo le otorga a la presidencia (Art. 32) No es ni será nunca un legislador de la Nación (sin iniciativa parlamentaria, no percibe dieta, no tiene voto si no hay desempate, no goza de inmunidad legislativa, etc.), ni podrá -mientras resulte vicepresidente- desempeñar ninguna otra función (‘empleo’ ó “emolumento”, dice el Art. 92, C. N.). En ocasión de empate (Art. 57, C. N.), su voto completa e integra la decisión senatorial, lo que genera una indudable responsabilidad institucional y política . No preside el Senado “constituído en Tribunal” cuando el acusado en juicio político es el presidente de la Nación (Art. 59, C. N.);
– es susceptible de soportar acusación en juicio político, por la H. Cámara de Diputados (Art. 53, C. N.);
– si su ausencia fuese definitiva (renuncia -aún a efectos de asumir la presidencia de la Nación-, destitución por juicio político o muerte), la Carta Magna no prevé un llamado a elección para cubrir el cargo vacante , como bien lo tienen presente la doctrina y la historia .
Así ocurrió en 1868 (Marcos Paz, muerte), 1890 (Carlos Pellegrini, renuncia, para asumir la presidencia que dejó Juárez Celman por renuncia), 1894 (José E. Uriburu, renuncia, para asumir la presidencia ante la dimisión de Luis Sáenz Peña), 1906 (José Figueroa Alcorta, renuncia, para completar mandato frente al PE de Manuel Quintana, quien falleció), 1914 (Victorino de la Plaza, renuncia, para completar el mandato -por fallecimiento- de Roque Sáenz Peña, al frente del PE), 1919 (Pelagio Luna, fallecimiento), 1942 (Ramón S. Castillo, renuncia, para reemplazar al fallecido presidente Roberto M. Ortíz), 1952 (Hortensio J. Quijano, muerte; ya reelecto para el período 1952-58, acompañando a Juan D. Perón) y 1958 (Alejandro Gómez, renuncia).
Aconteció también en 1973 (Vicente S. Lima, renuncia, en sintonía con el entonces presidente, también renunciante, Héctor J. Cámpora), 1974 (María Estela Martínez de Perón, renuncia, para asumir la presidencia en reemplazo de su cónyuge, Juan D. Perón), 1989 (Víctor H. Martínez, renuncia, en consonancia con el entonces presidente, Raúl Alfonsín, quien “resignó” el cargo para así adelantar la entrega del poder a Carlos S. Menem), 1991 (Eduardo A. Duhalde, renuncia, para asumir como gobernador bonaerense) y 2000 (Carlos A. Álvarez, dimisión) .

El presidente provisional del Senado:
– integra el Poder Legislativo nacional: es un senador de la Nación, electo directamente por el pueblo de una provincia o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, y dura en su mandato un término de seis (6) años (Arts. 54 y 56, C. N.;
– resulta designado por sus pares por el término de un (1) período parlamentario (un -1- año calendario, en principio; desde febrero hasta el mismo mes del año siguiente), pudiendo resultar confirmado por uno o varios períodos (Art. 58, C. N.; y Arts. 1º y 2º RHSN );
– preside -en caso de ausencia o inexistencia del vicepresidente saliente- al “Congreso reunido en Asamblea” que recibe el juramento del presidente y del vicepresidente de la Nación electos (Art. 93, C. N.) y también a aquélla asamblea legislativa que considera la renuncia de ambos o de alguno de ellos (inciso 21, Art. 75, C. N.) ;
– reemplaza al vicepresidente de la Nación -en su carácter de titular nato del Senado- sólo en los casos de ausencia temporaria o definitiva (renuncia, destitución por juicio político o muerte).
– nunca ascenderá a vicepresidente de la Nación (será primus inter pares, el primero entre sus colegas senadores), pero tampoco nunca perderá su carácter de legislador (amplia iniciativa legislativa, inmunidad parlamentaria, dieta, participación en comisiones y debates, voto como legislador, y “doble voto” en caso de empate , etc.);
– no está sujeto a una acusación en juicio político; aunque -en cambio, y como todo legislador de la Nación- resulta pasible de las sanciones previstas constitucionalmente (corrección, suspensión, remoción, etc.; Art. 66, C. N.)
– en las situaciones de ausencia y/o inexistencia definitiva -renuncia, destitución por juicio político ó fallecimiento- del presidente y vicepresidente de la Nación , ejerce “transitoriamente” el Poder Ejecutivo. No “asciende” a la primera magistratura (en las hipótesis mencionadas) con el nombre de “Presidente de la Nación”, como sí lo hace el vicepresidente. Desempeña y actúa conforme su cargo y firma los actos políticoadministrativos, con el título y fórmula “El presidente provisional del Senado en ejercicio -interina (ó definitiva)mente- del Poder Ejecutivo”.

Destacados titulares provisionales del Senado fueron, entre otros y en difícil selección, Valentín Alsina (quien proclamó a su hijo, Adolfo, como vicepresidente en 1868), Aristóbulo del Valle, el ex presidente Julio A. Roca (quien estuvo al frente del Poder Ejecutivo en varias ocasiones, pero más en 1898, a pocos días de inaugurar su segundo mandato), el ex vice, primero, y luego ex presidente José E. Uriburu (que hizo lo mismo, pero en 1903), Leopoldo Melo, Robustiano Patrón Costas (quien ejerció el PE transitoriamente en 1942), Alberto Teisaire (reemplazando a Perón en dos ocasiones en 1953; y luego, electo vicepresidente en la única oportunidad en que se cubrió sólo ese cargo vacante), el luego ex presidente de facto José María Guido (quién también ejerció transitoriamente el Ejecutivo ante las ausencias de A. Frondizi entre 1958 y 1962), José A. Allende, e Italo Argentino Luder (quien reemplazó durante 34 días a la viuda de Perón, en 1975) .
A partir de la última recuperación democrática, desde 1983, ejercieron ese alto cargo institucional, los senadores Edison Otero, Eduardo Menem, José Genoud, Mario A. Losada, Federico Ramón Puerta, Juan Carlos Maqueda, Jose Luis Gioja, Marcelo Guinle y -el actualmente en ejercicio- José Juan B. Pampuro. A casi todos ellos, en única, pocas o diversas ocasiones, les cupo estar al frente -transitoriamente- del Poder Ejecutivo, en ausencia transitoria, definitiva ó ante la acefalía de la “primera magistratura” de la Nación .

Ambas autoridades constitucionales , derivadas de elección directa y popular (el vicepresidente en territorio nacional; y el senador en una provincia o en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires), cuando están al frente del Senado de la Nación:

– ejercen y ejercerán todas las atribuciones y los deberes que fijan las leyes vigentes, las que se dicten, y todas la mismas derivadas del Reglamento de la Cámara Alta (policía y orden de recinto, citaciones, votaciones, giro de proyectos a comisiones, diarios de sesiones, audiencias públicas, asambleas, manejo y conducción funcional-administrativa de la cámara, seguridad, distribución y asignación de tareas a secretarías, transparencia en la administración, honores y demás prerrogativas internas, etc.) ;
– en hipótesis de desacuerdos o desinteligencias (políticopartidarias y/o ideológicas) -con el presidente de la Nación- resulta totalmente inexistente posibilidad alguna de remoción por la sola voluntad de éste. Podrá el Congreso -en proceso de juicio político y posterior destitución- hacerlo respecto del vicepresidente; y el Senado con relación a su ocasional titular provisional y por voluntad del colegiado.

Así, las diferencias, paralelismos y similitudes manifestadas en dos institutos de la Constitución de la Nación, unipersonales, republicanos y netamente ‘interpoderes’.

Migueliz es abogado, investigador, iuspublicista nmigueli@senado.gov.ar