La relación del Gobierno K con el exterior es cada vez más oscilante y poco sustentable. A lo largo de los últimos años se fueron sucediendo problemas y conflictos con países del primer mundo, con naciones de la región y particularmente con organismos internacionales.

Esa realidad se ha visto palpable en los últimos 60 días, donde nuevamente se suceden idas y vueltas con el Club de París y con el Fondo Monetario Internacional (FMI). El escenario de fondo es la ya famosa revisión del artículo IV que conforma el estatuto del Fondo Monetario y que el Gobierno, en realidad, no le encuentra la fórmula apropiada.

Que sí, que no, que ni. Estas son las frases que se escuchan constantemente desde la cúpula de la administración kirchnenista a la hora de hablar con el grupo acreedor que conforma el Club de París y especialmente con el FMI.

Desde que asumió, el ministro de Economía, Amado Boudou, ha tenido diversas reuniones con el titular del FMI, el francés Dominique Strauss Kahn.

En todos los encuentros, Boudou ha dicho hasta el cansancio que no se quiere hacer un acuerdo financiero con el FMI, que no se le va a pedir plata y que lo único que se habla es de intercambio de información técnica, sin ningún tipo de injerencia del organismo en la política económica del país.

Un funcionario del Palacio de Hacienda admitió que la posición del Gobierno argentino en este tema es difícil que pueda prosperar. “Lo que resulta difícil que el FMI le diga a la Argentina es que flexibiliza su revisión. Si lo hace con nosotros, lo tiene que hacer también con todos los países que integran el organismo. Eso es imposible”, resaltó un funcionario técnico del Ministerio de Economía.

De allí es que las reuniones que mantuvo Boudou con Strauss Kahn, tanto en Turquía donde se realizó la reunión anual del FMI, como Escocia hace pocos días, nunca pudieron prosperar más allá de las buenos modales e intenciones. Es más, en la reunión de Escocia, donde se concretó el último encuentro del año de los ministros de Economía de las naciones que integran el G-20, las gestiones que hizo el titular de la cartera económica fueron muy poco productivas.

Allí la opinión generalizada de diversos funcionarios es que se plasmó la idea de un FMI distinto a la década de los noventa, pero que lógicamente siga cumpliendo con su rol de evaluación de la economía mundial y de las naciones que integran el organismo.

El problema es que el trillado acuerdo con el FMI se está empezando a alargar cada vez más y el país lo empieza a necesitar urgente, para cerrar con el Club de París y volver lo antes posible al mercado de capitales.