Pasó el 10-D y todo sigue igual, y a la hora de responder sobre las promesas de sesionar con la nueva composición legislativa quedó en la nada, lo mismo que pedir una sesión especial. Los diputados viejos y nuevos se niegan a reconocer que flota un consenso -no escrito por cierto- de empezar las vacaciones […]
Pasó el 10-D y todo sigue igual, y a la hora de responder sobre las promesas de sesionar con la nueva composición legislativa quedó en la nada, lo mismo que pedir una sesión especial. Los diputados viejos y nuevos se niegan a reconocer que flota un consenso -no escrito por cierto- de empezar las vacaciones y recién comenzar con el trabajo parlamentario los primeros días de febrero, sino es que no pasan directamente para marzo después del discurso inaugural del nuevo periodo de sesiones ordinarias a cargo de Cristina Fernández de Kirchner.
Varios diputados de la oposición se cansaron de amenazar que la primera víctima de la nueva composición era el jefe de Gabinete Aníbal Fernández a través de un pedido de interpelación por la presencia en la Casa Rosada del valijero venezolano Guido Antonini Wilson y por su intromisión en la Justicia.
La movida de sesionar contempló un proyecto de resolución rubricado por Graciela Camaño y Marcelo López Arias en el sentido de prorrogar de las ordinarias.
Y todo quedo en la nada según se especula, aunque en política parlamentaria nunca está dicha la última palabra, como lo demuestra la historia reciente.