– ¿Con qué expectativas llegó usted al Parlamento?

– Con la posibilidad de impulsar dos líneas fundamentales que hacen a un mismo problema. Este país tiene cerca de seis millones de niños menores de 20 años en condiciones de pobreza e indigencia y con graves dificultades en el campo educativo y en el campo laboral. La situación de la Argentina en educación es catastrófica. Hay estudios de la Unión Europea que se hacen cada año sobre 57 países, y Argentina, que durante largo tiempo estuvo en el tercero, cuarto lugar, ahora ocupa el lugar 51, y sólo están peor en el análisis Colombia, en América Latina, Túnez, Qatar, Turkmenistán y Kirkistan… Esto es catastrófico, porque se junta con datos de Unicef, donde se indica que el 50% de los jóvenes de entre 14 y 17 años no concurre a la escuela secundaria, y de los que concurren, las pruebas de calidad indican que cerca del 78% de los jóvenes que terminan primaria y una proporción similar, el 50% de los jóvenes que terminan el secundario, tienen graves dificultades de comprensión de textos, de resolución de problemas matemáticos, etcétera. Esto es especialmente grave, porque quiere decir que no más del 18, 20% de nuestros jóvenes están en condiciones de dar respuestas a los desafíos de una nueva época histórica como la que plantea la revolución tecnológica.

– Desde su banca, ¿cómo va a trabajar para revertir esta situación?

– Lo primero que hay que hacer es tener -porque está la tecnología para hacerlo- un sistema educativo nacional. Porque prácticamente no se conoce la información, está dispersa y nosotros tenemos que armar un primer sistema que nos permita hacer la base de un diagnóstico. Por ejemplo, la Ley de Educación dice: se aspira a que el 100% de los niños de cinco años accedan a la escuela, pero no se sabe si hay escuelas suficientes para que esos niños vayan a la escuela. A su vez, hay desertores, nosotros podemos tener legajos inteligentes, alumno por alumno, para ver las causas de la deserción e incluso ver si se recuperan… Todo eso la tecnología lo permite y este sistema está totalmente disgregado y eso impide tomar decisiones, tanto en el campo de infraestructura, como de mantenimiento. Nosotros tenemos que saber en tiempo real, para tener una perspectiva a mediano plazo, en qué situación está la infraestructura de las escuelas.

– ¿Usted no cree que toda la discusión en materia educativa termina girando en torno al sueldo de los maestros?

– Lo que sucede es que esa es una de las partes, pero si no se toma integralmente, estamos en una nueva etapa en donde el conocimiento pasa a ser el nuevo recurso estratégico que impone la revolución científico-tecnológica. Una de las fuentes principales del conocimiento es un sistema educativo primario y secundario de alto nivel de calidad para el conjunto de la población. Si uno ve Corea o Japón, pero sobre todo Corea, que era un país subdesarrollado, la primera gran inversión que hicieron, ya no sólo como derecho social, sino además como inversión estratégica, fue en educación. Es lo que sucede en la India, que está desarrollándose, todavía tiene márgenes de pobreza muy grande, porque esto ya lo veía Nehru, quien al poco tiempo de la independencia de la India dijo: “La India es un país demasiado pobre para darse el lujo de no hacer grandes inversiones en educación, cultura y ciencia y tecnología”. Y hoy la India es uno de los países de avanzada, si bien tiene niveles de pobreza, pero es una potencia emergente porque hace 50 años se hicieron estas grandes inversiones. La otra línea que planteo es la de hacer escuelas piloto, es decir escuelas modelo de educación integral, porque nuestra tesis es que el 99% de los desertores, los chicos que tienen problemas de educación son perfectamente recuperables, si se detectan cuales son las causas de esa deserción. Y una de las causas principales es la brutal agresión que esta sociedad les hace a su autoestima y dignidad. Esa es la clave para cualquier experiencia pedagógica que se va a hacer en esta prueba para ver si después se puede extender al resto de los establecimientos.