Hace 25 años -en el día de la patria- moría Raúl Borrás. Los que creen que el destino es algo más que una casualidad, dirán que estaba escrito y que esa coincidencia es más que un símbolo. Yo no sé si será o no así, pero lo que si sé es que Borrás prestó grandes servicios a su país y que lo hizo desde las filas de la Unión Cívica Radical, un partido de 117 años que comparados con los 200 que hoy cumple la patria significa, nada más y nada menos, que nuestra fuerza recorrió junto al pueblo argentino más de la mitad de la historia nacional. De allí que me duela que no hayamos tenido alguna iniciativa vinculada al Bicentenario. Pero volviendo a Borrás, digamos que militó en nuestras filas desde muy joven. Fue funcionario del gobierno de otro pergaminense ilustre: Arturo Illia. Recorrió varios cargos en la juventud y en el partido. Estuvo entre los fundadores del Movimiento de Renovación y Cambio y fue parte del primer lote de diputados nacionales de nuestro sector interno de aquel entonces. Atravesó -como muchos de nuestra generación- las más duras vicisitudes de una etapa de violencia, derrotas y dolores, pero transitó ese camino con una paciencia y una confianza en la victoria final que era realmente envidiable. Pocos como él estuvieron tan cerca del pensamiento y los afectos de Raúl Alfonsín. Se ha dicho -con razón- que fue uno de los grandes arquitectos del proceso de transformación que vivió el radicalismo y del fenómeno político que significó para la consolidación de la democracia el alfonsinismo. Tenía especiales dotes para la negociación pero en la misma medida firmeza de convicciones y fortaleza de carácter. Alfonsín le encargó la tarea tal vez (perdón, borren el tal vez) más difícil del gobierno que se inició el 10 de diciembre de 1983:El Ministerio de Defensa. Tenía que sostener -y lo hizo a rajatabla- la política de derechos humanos apoyada en la verdad, la justicia y la memoria pero, simultáneamente, asegurarse la subordinación de las Fuerzas Armadas al nuevo orden democrático. Nada fácil para la única transición democrática no pactada de América Latina. Una vez más cumplió con sus objetivos. En esa tarea lo sorprendió -y nos sorprendió- su muerte. Todos sentimos que perdíamos a alguien muy importante en nuestras vidas pero -me consta- a ninguno se le produjo un vacío tan enorme como a Raúl Alfonsín. Este modesto recuerdo es una pequeña devolución de todo lo que Borras nos enseñó con su conducta, su inteligencia y su sabiduría. Si hoy estuviera entre nosotros probablemente estaría entre los que son acusados de ser parte de “las viejas estructuras” o “la vieja política”. Estoy seguro que su reacción sería sonreír con sus ojos y decirte bajito y con el labio de costado:”Dios nos salve si éstos son la nueva política”. Gracias Flaco!!