La oposición va a moderar sus embates en el Congreso

Por imperio de las circunstancias, reducirán la presión sobre el kirchnerismo que preveían aplicar en las próximas semanas. Analizan los pasos a seguir, aunque tratarán de mantener el eje de la agenda parlamentaria para lo que resta del año.

Después de mucho trajinar y al cabo de un año casi sin haber podido cosechar victorias parlamentarias, la oposición logró hace pocas semanas asestarle un duro golpe al oficialismo en el Congreso, con la aprobación del 82 por ciento móvil. Convertido en ley el polémico proyecto, la Presidenta debió echar mano a su poder de veto, con todo el desgaste que ello conlleva sobre un tema tan particular.

Tras ello, las bancadas antikirchneristas de ambas cámaras recobraron brío y se aprestaban a emprender una fuerte ofensiva sobre terreno K. El sprint final para el mes que queda de sesiones ordinarias preveía la aprobación de algunas leyes más, o lograr al menos la aprobación en algunas de las dos cámaras de proyectos que le hicieran sentir finalmente al oficialismo el poder de la oposición emergente de las elecciones de julio de 2009.

Estaban en carpeta una reforma del INDEC más drástica que la que aprobó el Senado, la modificación del Consejo de la Magistratura, la ley de Acceso a la Información Pública, un nuevo ONCCA y la ley del Régimen de Publicidad Oficial; la reforma del Impuesto a las Ganancias, y cambios en la distribución de los ATN, entre otras cuestiones.

Los hechos que son de dominio público modificaron sustancialmente el panorama de contienda permanente que se vivía hasta ahora en el Parlamento. La imagen gráfica que hablaba de una oposición sedienta de sangre oficialista y dispuesta a conseguirla en lo que resta del período ordinario, que entusiasmaba y avivaba los ánimos más beligerantes hasta la semana pasada, hoy debe ser morigerada ante la posibilidad de rozar el mal gusto.

Todavía shockeados por la noticia de la muerte del líder oficialista, que ninguno deseaba ni en sus más íntimos pensamientos -por humanidad y por conveniencia política-, les ha hecho “bajar un cambio” a los jefes de la oposición en ambas cámaras, e imponer un impasse para reflexionar al menos durante todo este fin de semana. En los primeros días de la semana que se inicia se reunirán para conversar de qué manera sigue la agenda legislativa, con una estrategia que inexorablemente deberá ser modificada.

Nada estaba definido hasta el último día hábil de una semana que ya de por sí se había planteado como de receso, porque el Censo 2010 la partía al medio, obligando a postergar toda la actividad política y sobre todo legislativa. Pero diversos sondeos realizados entre dirigentes de peso en el Parlamento hacen intuir que, más allá de lo conmovidos que están propios y extraños, todos concluirán que la agenda parlamentaria debe continuar en líneas generales como se había establecido.

Excluyendo los temas económicos que afecten la gobernabilidad. No quiere la oposición que con los hechos conmovedores todavía frescos, les endilguen un deseo de dañar a un gobierno que se está recomponiendo de una pérdida irreparable y de peso inconmensurable.

En estas circunstancias, la gran batalla que preveían dar de cara a fin de año – la madre de todas-, la del Presupuesto 2011, será el primer gran cambio que podrá percibirse. Es que si bien la oposición había dejado claro que no era su objetivo “dejar sin Presupuesto” al gobierno, pretendían introducir modificaciones sustanciales, sobre todo en el manejo discrecional de las partidas. Capacidad de la que el kirchnerismo hizo uso y abuso durante lo que lleva de mandato.

Ahora verán de qué manera se avanza sobre “la ley de leyes”. Por lo pronto, se espera que el oficialismo logre emitir el miércoles que viene el dictamen de mayoría que les permita llevar el proyecto al recinto la semana siguiente. Allí, el radicalismo estaría dispuesto a la aprobación en general, para tratar de imponer en cambio modificaciones en el tratamiento en particular.

Alguien indirectamente beneficiado por este nuevo panorama será el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Fellner, que mantendrá el cargo. Es que los sucesos ocurridos en la última sesión del Cuerpo -cuando la reunión fue levantada intempestivamente por una supuesta falta de quórum- habían colmado la paciencia de muchos sectores de la oposición y no eran pocos los que querían arrebatarle al kirchnerismo ese cargo en la renovación de autoridades legislativas que se hará en los primeros días de diciembre. Poner a otro opositor en la línea de sucesión presidencial es lo último que ahora está dispuesto a hacer la oposición.

La consigna de “no poner palos en la rueda”, que dominará las movidas en el futuro inmediato se da de bruces con la postura que había cobrado bríos los últimos tiempos en busca de infringirle derrota tras derrota al oficialismo. Pero la oposición tiene claro que una postura hostil se le puede volver en contra.

Esperan, por el contrario, que sea el oficialismo el que muestre que su conducta sigue siendo la de siempre. Si cambia, si prevalece la búsqueda de consensos, bienvenida sea la novedad, pero no se hacen demasiadas ilusiones al respecto.

Si bien Néstor era el hacedor de las estrategias más beligerantes del proyecto K, Cristina Fernández no era un mero peón en este juego, sino fuente de consulta y estratega del mismo. Co-protagonista principal del proyecto político que ambos enarbolaban, Cristina podía no compartir amistades con su esposo, pero sí la mayoría de los enemigos. Difícilmente discrepara la Presidenta en las batallas emprendidas por Kirchner, y mucho menos estará dispuesta a desautorizar esas políticas resignándolas.

Así las cosas, la oposición piensa dejar andar a Cristina y actuar en consecuencia. La primera decisión que debió adoptar la mandataria estuvo en línea con el pensamiento conocido del kirchnerismo. Optó por velar a su esposo en la Casa de Gobierno y no en el Congreso, algo que iba en consonancia con las preferencias de NK, cuyo paso legislativo quedará apenas en los registros formales.

Además, las ceremonias fúnebres quedaron circunscriptas a un ámbito que el kirchnerismo maneja y conoce, y no en manos del Parlamento, una de cuyas cabezas es no sólo un opositor sino tal vez el enemigo más denostado, Julio Cobos.

Precisamente la “sugerencia” a no asistir al velatorio hecha al vicepresidente, como así también al predecesor de Néstor Kirchner en el cargo, Eduardo Duhalde, muestran que la génesis del comportamiento K sigue intacta. Está en su naturaleza no confraternizar con “el enemigo” y así fue la atención que se les dispensó a todos los dirigentes de la oposición que concurrieron a la Casa de Gobierno el último jueves. Y no sólo la oposición, sino también los miembros de la Corte Suprema y de cámaras empresariales con las que en los últimos tiempos confrontó el gobierno kirchnerista.

Los cánticos confrontativos escuchados en la Plaza durante el velatorio, como así también las consignas pintadas y los carteles expuestos, más el espíritu que pudo percibirse en los foros kirchneristas de las redes sociales, difícilmente hagan pensar a la Presidenta en la necesidad de andar por caminos más cordiales.

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