El jefe de Gobierno porteño llevó sus dudas hasta el final. Ahora analiza a quien apoyar en octubre, mas no será a Alfonsín. Aun en minoría, el FpV volvió a mostrar que en el Congreso se hace lo que ellos quieren.
Por José Angel Di Mauro
Sabe Mauricio Macri que en el futuro le recordarán siempre las dudas que acompañaron su frustrada candidatura presidencial. Saben en su entorno, sobre todo aquellos que insistieron hasta el final para que se jugara compitiendo en octubre, que a su referente le faltó la cuota de audacia que hace la diferencia a la hora de jugar en las grandes ligas.
El jefe de Gobierno terminó optando por el camino que menos quería, contradiciendo incluso la premisa que lo había decidido a dejar la Jefatura de Gobierno: ¿para qué un segundo mandato con el kirchnerismo en el gobierno nacional, si en ese caso tendría aun más piedras en el camino que las que tuvo estos cuatro años? A lo que debería sumar el desgaste de la gestión.
Si bien le sobraron dudas, no le faltó diálogo a Mauricio Macri. Menos con el gobierno central, habló con todos, propios y extraños. Hasta último momento no perdió las esperanzas de convencer a Carlos Reutemann, con el que se reunió por última vez hace unos días, sin poder sacarle una respuesta afirmativa. También mantuvo contactos con los radicales, con De Narváez, volvió a hablar con Felipe Solá, y sobre todo con Eduardo Duhalde, en quien confiaba -hasta que se desmadró la interna del Peronismo Federal- que terminaría aportándole el respaldo del peronismo no kirchnerista para sus aspiraciones presidenciales. Ahora el ex presidente sigue en carrera, con más ganas y optimismo que puntos en las encuestas. El último favor que le pidió Duhalde a Macri fue no oficializar su decisión de ir por la reelección el viernes, cuestión de no opacarle el relanzamiento de su candidatura en el Luna Park.
Tal vez termine colgando el PRO su lista de candidatos a diputados nacionales en octubre a la fórmula que encabece Duhalde. Necesita ahora un candidato presidencial y no terminará cerrando con Alfonsín. ¿Prosperará tal vez alguna fórmula hasta ahora impensada, como la hipotética Felipe Solá-Gabriela Michetti? Con olor a operación, el miércoles pasado durante la sesión de diputados gente del ex gobernador bonaerense twitteaba esa alternativa, en una mezcla de operación y tanteo.
Precisamente esa sesión volvió a mostrar que el Congreso sólo funcionará cuando el kirchnerismo lo admita y con los proyectos que el oficialismo desee. El Frente para la Victoria había anticipado su interés por tratar la regulación de las prepagas y el proyecto sobre lavado de dinero; con más interés el segundo tema, porque necesita convertirlo en ley para antes de junio, por presiones internacionales, pero el marco regulatorio para la medicina privada le servía para negociar con los aliados que le aportaron el quórum para sesionar. La oposición quería sumar a la discusión cuestiones que el oficialismo se resistía a tratar, como propaganda oficial y mínimo no imponible, pero sus propias expectativas para reunir solos el quórum eran tan escasas que más de un diputado ni siquiera se molestó en venir a Buenos Aires.
Le sobra oficio al oficialismo para manejar el Parlamento. Y tan torcida anda la oposición que hasta cuando intenta sacar ventajas le sale mal. Sucedió el miércoles en la reunión de la Bicameral encargada de analizar los DNU. Allí existe una paridad de ocho oficialistas contra ocho opositores, que impide que alguna de las partes pueda sacar ventaja. Al punto tal que la presidencia es compartida por Diana Conti (FpV) y Luis Naidenoff (UCR). La reunión era para hacer una rendición de cuentas correspondiente al ejercicio 2010, y tratar un decreto sin demasiada importancia, el 160/11, sobre contribuciones patronales, pero el radical Naidenoff aprovechó para incluir en el temario el controvertido 441/11, que otorga al Estado una mayor representación en las empresas donde la ANSeS posee acciones.
No contaba la oposición con que al día siguiente Marcela Rodríguez (CC) faltara a la reunión, porque operaban al padre, y en consecuencia el FpV por primera vez desde que existe esta paridad en la comisión, logró imponer su dictamen.
Anda derecho el oficialismo. Así se lo reconoció Reutemann a Macri cuando el jefe de Gobierno intentaba convencerlo. Como buen piloto de Fórmula 1 que fue, el senador no está dispuesto a ponerse el auto de sombrero intentando una maniobra imposible. Y Lole mide sus actitudes políticas en términos automovilísticos. Reutemann está convencido de que la imagen de Cristina no se desmoronará en los próximos seis meses, ni la economía estallará, en consecuencia entiende que no hay posibilidades de competir con éxito. Que en su carrera le colgaran el karma de ser “segundo” no implica que no haya jugado siempre para ser primero. Cuando supo que ya no tenía posibilidades de ser campeón, se retiró.
Vale la analogía con sus aspiraciones presidenciales.
El que en consecuencia parece encaminado en convertirse en “el” candidato de la oposición, es Ricardo Alfonsín, quien se refugió por unos días en el centro adventista de vida sana en Puiggari, Entre Ríos, con el no menos difícil objetivo de dejar de fumar.
El hijo del primer presidente de esta era democrática fuma un cigarrillo tras otro, aunque en el último mes venía implementando su enésimo intento de dejar el vicio, con un método medio casero -fumaba un día sí, otro no; sólo uno por hora-, y si bien los resultados eran exiguos, lo alentaron para intentar algo más serio, por lo que fue al renombrado centro entrerriano.
Era la semana ideal para hacerlo, ya que junto a sus colaboradores interpretó que es mejor salir del centro de la escena por unos días, mientras decanta la controversia con sus socios del socialismo y el GEN respecto de las negociaciones con De Narváez.
A tal punto se tensaron las cosas que en los medios llegó a especularse con un eventual compañero de fórmula diferente a Hermes Binner, que hasta ahora era número puesto para Ricardo Alfonsín. Se mencionó a Lavagna, Solá y hasta Michetti, pero en cercanías del candidato radical minimizan esas versiones y sólo tienen en mente al gobernador de Santa Fe, al que ven muy tironeado por la interna que disputará en su provincia el 22 de mayo.
Tentado por “Pino” Solanas para ser candidato presidencial de un espacio más inclinado a la izquierda, Binner trata de mantener el equilibrio que lo caracteriza, a sabiendas de que no puede romper con el radicalismo, porque eso condenaría al socialismo a una derrota en las elecciones santafesinas del 24 de julio.
Los radicales, en tanto, piensan que el pragmatismo terminará imponiéndose y afirman por lo bajo que ni Binner ni Margarita Stolbizer han cerrado las puertas. Advierten también que la postura principista que esgrime el GEN para rechazar a De Narváez les genera a sus miembros problemas con los intendentes afines, y recuerdan también que en Córdoba por ejemplo los margaritos apoyan a Luis Juez, mientras que el candidato radical es Oscar Aguad, y pese a ello no se han rasgado las vestiduras.
No pierde las esperanzas Alfonsín. Ni en arreglar con sus socios históricos, ni en enfrentar con aspiraciones a Cristina en octubre. Aunque encuestadores que no forman parte de las consultoras “cercanas” al gobierno, como Eduardo Fidanza, de Poliarquía, admitan como lo hizo esta semana en la Feria del Libro que hoy la Presidenta está ganando en primera vuelta, con un 47% de proyección de votos.
