Pese al hostigamiento del kirchnerismo del que fue objeto, finalmente Daniel Scioli va decididamente a la renovación de su mandato. Sus últimas batallas consisten en participar del armado de los legisladores y fundamentalmente de quien será su compañero de fórmula.
Consolidado porque no tienen a nadie para hacerle sombra en su carrera política de seguir al frente de la gobernación de la provincia de Buenos Aires por un nuevo mandato, Daniel Scioli, se apresta a confirmar esa pretensión a la que llega tras años de un hostigamiento persistente impulsado desde los principales despachos de Balcarce 50. Desde allí ensayaron todos los mecanismos para esmerilarlo paulatinamente, pero jamás se imaginaron que la resistencia a los mecanismos urdidos encontraría a un hombre que en nombre de la lealtad aguantaría todos los embates.
Por supuesto que esa tozudez de Scioli en no sacar los pies del plato tiene -y todos lo saben- una sola finalidad: esperar el recambio institucional de 2015 para sí anotarse para convertirse en el nuevo inquilino de la Casa Rosada y de la Quinta Presidencial de Olivos.
En ese contexto es que apunta todos sus pasos a cambiar la historia de que los gobernadores de la provincia de Buenos Aires nunca llegan por el ejercicio de la voluntad popular a ser electos presidentes de la Nación.
En rigor, no es el único que está en esa espera de cuatro años. Más de un gobernador, como el salteño Juan Manuel Urtubey, por dar sólo un ejemplo, ya juega a desarrollar una estrategia de dejar correr los años, conscientes de que el kirchnerismo es un proyecto que se acaba cuando Cristina Fernández de Kirchner culmine su andar por el poder formal. De más está decir que dan por descontada su reelección.
Empero, está claro que la Presidenta apuesta a mantener “el proyecto” en el tiempo a través de la formación de cuadros jóvenes en el marco de canteras como La Cámpora. También están en los planes algunos dirigentes sociales y sindicales a los que se buscará prepararlos para el recambio generacional.
Una apuesta que por ahora no se puede calibrar en función de los cursos de acción de la política argentina, pero que no es mella para tender a su formación, para capacitarlos en la gestión gubernamental.
Ese y no otro es el escenario frente al cual Daniel Scioli tiene su propio proyecto, pese a que lo niegue. En la intimidad considera que dentro de cuatro años él será una figura a la que nadie podrá disciplinar como ahora. La conducta que en la actualidad aparece como de sumisión, en los hechos se ha demostrado que forma parte de una estrategia de largo aliento en la que resistir todos los embates es parte de la misma empresa.
Una conducta que tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández han comprobado al ponerla siempre en duda; pero como lo necesitan, no pueden prescindir de DS. En más de una oportunidad algunos ministros recibieron reprimendas por mostrarse en la cartelera con el gobernador. Por supuesto que estos relatos son difíciles de comprobar con hechos concretos, pero puertas adentro de los ministerios se reconoce en voz baja esa tendencia de no quedar pegado con el mandatario bonaerense.
Más presión
Tras sortear el fantasma de Sergio Massa, luego de arrebatarle algunos de los intendentes que lo respaldaban en su faena de mojarle la oreja, y dejarlo prácticamente en soledad en su idea de disputar la hegemonía del PJ bonaerense, el primer mandatario bonaerense se prepara para no ser avasallado a la hora de definir quien puede ser su compañero o compañera de fórmula.
En ese sentido y por primera vez en la era K, ha mandado mensajes de que no le van a imponer a nadie; que él se reserva el derecho de elegir, frente a las pretensiones en contrario de la Casa Rosada.
Hasta ahora, en la danza de candidatos que suenan en los medios de comunicación figuran el ministro Julián Domínguez, la funcionaria provincial Cristina Alvarez Rodríguez y hasta el ex encargado de la diplomacia nacional Jorge Taiana, entre otros nombres en la vidriera.
Ese es uno de los ámbitos de pelea rumbo a las elecciones primarias del 14 de agosto. Pero tal vez hay otros más importantes y decisivos para sus cuatro años futuros. El primero es tener aceitadas las relaciones con los intendentes, los famosos barones del conurbano. Su cuota de poder no puede ser soslayada y en función de ese dato de la realidad, todos los días se reúne con algunos, atendiendo todos sus pedidos y necesidades institucionales.
A cada uno los consulta, no en forma pública, sino en privado, como es su estilo de funcionamiento. Sus definiciones no pasan por las declaraciones a los medios de comunicación, sino por los alcances de las negociaciones con los intendentes a quienes tiene que dejar conformes en sus peticiones.
Ese es el punto de partida para encarar las nominaciones de los diputados y senadores provinciales. Una movida que busca garantizar un Poder Legislativo que no tenga la autonomía esgrimida en algunos momentos y que le generaron más de un dolor de cabeza a la hora de sancionar las leyes. El mismo planteo de Cristina Fernández de Kirchner de contar con bloques legislativos que le respondan, también lo pone Daniel Scioli, como admitieron a Parlamentario dirigentes bonaerenses y funcionarios del Gobierno nacional.
En esa estrategia no se puede dejar de señalar que de los ocho intendentes que rodeaban a Sergio Massa, todos menos uno dejaron al mediático intendente y regresaron a la organicidad partidaria. Ninguno de ellos se quedó pegado con el lord mayor de Tigre y, como si nada hubiera pasado, ahora están codo a codo con Scioli, a quien ya lo reconocen como el principal dirigente de la provincia de Buenos Aires.
Conseguido el alineamiento con su candidatura, Daniel Scioli se apresta a barajar y dar de nuevo con el armado de las listas legislativas y también con las nominaciones para las intendencias, aunque en ambos casos va a tener que lidiar con quienes aspiran a renovar sus mandatos y con los pedidos de los caciques regionales, los que todavía están con el fantasma de Martín Sabbatella, en función de que les puede robar la hegemonía en los concejos deliberantes.
Ese y no otro es el temor con el partido de Sabbatella, pero no el que tenían inicialmente, ya que las últimas encuestas no muestran al diputado y ex intendente de Morón con un potencial electoral que tenga capacidad de daño para las aspiraciones de Scioli.
Paulatinamente sigue acumulando poder. Un ejemplo es la reciente reunión con intendentes y candidatos oficialistas menores de 45 años de la Quinta Sección Electoral bonaerense. Mantuvieron un encuentro en el Senado con el jefe de la bancada de senadores Osvaldo Goicochea y el jefe de Gabinete del Gobierno provincial, Alberto Pérez, y lógicamente dejaron constancia de su apoyo explícito al Gobierno de Cristina Fernández, y a la gestión provincial de Scioli. Un ejercicio de alineamiento que en estos días se suceden en forma cotidiana para mostrar que no está solo.
Yo también
Un argumento que juega Scioli, según revelaron a Parlamentario fuentes confiables, es el mismo que pone CFK a la hora de elegir: lealtad. Entonces, requiere lealtad al realizar la selección del compañero de fórmula y de la mayoría de las nominaciones legislativas. Un deseo más que complejo para llevar al terreno de la práctica, al ser conscientes de las presiones en las horas finales de definir las candidaturas.
La demanda de lealtad es entonces el argumento del gobernador de la provincia más importante del país y de mayor caudal de votantes, para no ser objeto de un nuevo disciplinamiento partidario o de muestras de verticalismo hacia la Casa Rosada.
Por el momento hay certezas de que las relaciones entre Daniel Scioli y Cristina Fernández están atravesando por su mejor momento, lo que no quiere decir que algún momento el trato vuelva a ser turbulento.
Lo que juega a favor de Scioli es que lo necesitan sí o sí de cara las internas del 14 de agosto y las elecciones de octubre, y el uso del plural es porque cada día que pasa se admite en los círculos áulicos del kichnerismo que no se gana en la primera vuelta.
En rigor, ambos se necesitan, y cómo.
