Con la designación de González Fraga y el abrazo a De Narváez, y frustrada la opción Binner, Alfonsín confirmó su viraje hacia el pragmatismo. Pese al reto a Kunkel, la confirmación de Cristina es cuestión de días.
Por José Angel Di Mauro
De un extremo al otro pasó súbitamente Ricardo Alfonsín. Con un final previsible concluyó la novela que protagonizó con Hermes Binner y súbitamente apareció del brazo con quien completa la primera fórmula presidencial conformada para el 23 de octubre -previo paso por la formalidad de las primarias de agosto-. Y hablamos de extremos, no porque el socialismo del gobernador santafesino represente una izquierda exagerada, ni siquiera pronunciada, pero seguramente la imagen de progresismo que pretendía dar el alfonsinismo del siglo XXI contrasta con el pragmatismo del que se revestido en los últimos días.
Difieren estos días con aquellos en los que el hijo del ex presidente radical lidiaba con los otros dos precandidatos de su partido, que aparecían bien a su derecha, más cercanos al establishment. Con Julio Cobos -de pasado kirchnerista, no olvidarlo- habiendo llegado al extremo de cultivar una buena relación con Francisco de Narváez. En aquellos días de marzo, cuando se desactivaron las internas radicales, Ricardo Alfonsín pretendía presentarse como un progresismo más comparable con el kirchnerismo, pero dialoguista y apegado a las instituciones. Caída la pata socialista, más cercano al peronismo disidente y con un Eduardo Duhalde admitiendo públicamente que en caso de un ballottage que tenga a Alfonsín en segunda vuelta, le dará su bendición, el radicalismo optó por un economista para el segundo escalón de su fórmula.
Difícilmente un cultor del perfil bajo como Javier González Fraga le aporte muchos votos. Le acerca sí cierto prestigio y racionalidad a la fórmula radical. Sabe el hijo del primer presidente de esta era democrática que ese será el talón de Aquiles en el que hará hincapié el kirchnerismo, llegada la hora de la verdad: el miedo a lo que fue la caída del gobierno de Raúl Alfonsín, con el desmadre de la economía.
Ricardo Alfonsín admite en privado que la economía es la clave de la próxima elección. Para bien y para mal. Porque por más amenazas que presente la economía actual, la sensación imperante en la gente es positiva y no se prevé un desmadre inminente. Empero, la inflación es un enemigo latente y perseverante, que lejos de menguar crece paulatinamente, lo que sumado a la bomba de tiempo que representan los subsidios, un innegable atraso en el tipo de cambio y un deterioro en la balanza comercial, son factores que el próximo gobierno -el que sea- deberá abordar. Un hombre como González Fraga pretende ser una garantía de que esos problemas serán abordados con decisión firme.
El ex titular del BCRA viene además con la bendición de Roberto Lavagna, lo cual garantiza una cercanía con el primer ministro de Economía de Néstor Kirchner para una eventual administración alfonsinista. Precisamente Lavagna fue tentado en secreto por allegados a Alfonsín para sumarse a la fórmula. También había sido invitado por Duhalde, y a los dos les dijo no, amablemente. Ricardo Alfonsín no podía seguir sumando rechazos y por eso apuraron los tiempos para resolver la cuestión. En las horas previas a la confirmación de González Fraga habían Rodolfo Terragno y Ernesto Sanz; un día antes el propio Alfonsín no había descartado la posibilidad de que el vice también fuera radical.
El ex precandidato presidencial Ernesto Sanz celebró la elección del vice, como un tardío reconocimiento a su prédica. Con cierta lógica, desalentó el perjuicio de la ausencia del socialista Binner junto a Alfonsín, diciendo que la misma hubiese sido “pan con pan”. Si el progresismo lo representa Alfonsín, no necesitaba un ingrediente similar.
Ya nada queda del Acuerdo Cívico y Social que hizo una buena elección en 2009. La Coalición Cívica se fue hace rato; ahora el radicalismo hace la suya y el socialismo y el GEN se alejaron. Estos últimos quedan atados a la decisión que tome Hermes Binner de ser candidato presidencial o no en octubre. El socialismo aguardará a lo que decida el partido en su reunión del próximo viernes, pero sabe el gobernador santafesino que la decisión de competir, como muchos en su partido y sus aliados le reclaman, podría implicar perder Santa Fe en las elecciones de julio. Así se lo han hecho saber los radicales que todavía conforman con ellos el Frente Progresista en esa provincia. De ahí que, como señaló parlamentario.com hace una semana, lo más probable sea que Binner opte por la prescindencia, antes que por la presidencia. Aunque ello implique para él, a los 68 años, dejar pasar su última oportunidad de apostar por la Casa Rosada.
Lejos de esas cavilaciones, el oficialismo avanza a paso firme en la cuenta regresiva de lo que descuenta será la confirmación de que Cristina Fernández irá por la reelección. En los últimos días hubo ciertas versiones inquietantes, en las que se volvió a especular con supuestos problemas de salud de la Presidenta, sumados a la depresión lógica que implica en ella la pérdida de su compañero, todo lo cual ponía en duda su decisión final. Se especuló incluso con que las reuniones entre Daniel Scioli y Sergio Massa implicaran el análisis de un eventual Plan B, a instancias del propio Poder Ejecutivo Nacional.
Las fuentes consultadas por parlamentario.com desecharon de plano cualquier eventualidad. “Es ella, olvidate”, aseguró una encumbrada figura del entorno presidencial, que aclaró que se esperará hasta último momento para hacer el anuncio, pues “no tiene ningún sentido hacerlo ahora. No hay nadie a quien tranquilizar”.
Pero nadie en el oficialismo quiere rubricar semejante afirmación, sobre todo después del episodio de Carlos Kunkel, en el que el diputado ultrakirchnerista se fue de boca anticipando que la decisión se anunciará el 23 de junio, dos días antes del vencimiento de plazos. Ex jefe político de Néstor Kirchner cuando Kunkel era un importante referente peronista y el santacruceño un militante universitario, el hombre de Florencio Varela fue severamente reprendido esta semana por haber dicho más de lo que debía, según confiaron fuentes del kirchnerismo.
No fue esta una semana gratificante para Carlos Kunkel. Al tirón de orejas encomendado desde Roma, debió sumar el traspié de la lista moyanista en las elecciones del gremio mercantil, de la que él y el también diputado Héctor Recalde fueron apoderados.
Acostumbrado a ser la voz que anticipaba los pensamientos íntimos de Néstor Kirchner -recuérdese que fue el que anticipó el desembarco de Cristina como senadora bonaerense en 2005, como así también dos años después anunció que ella sería la candidata presidencial-, Kunkel debe haber tomado precisa nota de que con la ausencia física del ex presidente han cambiado más cosas de las que pensaba.