Cuando le preguntaban a Carlos Menem sobre a quién postularía para un cargo ejecutivo o electoral, respondía: “ya lo tengo in pectore”. Esa misma respuesta está en el pensamiento de Cristina Fernández de Kirchner, pero con una diferencia: nadie se anima a preguntarle. Nadie. Posibles nombres.
- ¿Alguna novedad?
- No, ninguna, nadie sabe nada.
Una pregunta y una respuesta puntual que seguramente se deben dar el senador Daniel Filmus y el ministro de Trabajo, Carlos Tomada, cada vez que hablan por celular o personalmente, mientras analizan la ingeniería electoral tendiente a eyectar del cargo a Mauricio Macri.
Una incógnita que no es exclusiva de Filmus y Tomada, sino de todos los funcionarios, gobernadores y la dirigencia en su conjunto, no sólo del oficialismo sino también del arco opositor.
Y el interrogante gira en torno a quien será nominado para completar la fórmula del Frente para la Victoria, la que se descuenta -porque no tiene margen para retroceder- será encabezada por Cristina Fernández de Kirchner, lo que implicaría -en caso de triunfo- prolongar por cuatro más el proyecto nacional y popular que alumbró Néstor Kirchner el 25 de mayo del 2003.
Es obvio que CFK ya debe quién será su compañero de fórmula, para desafiar el ejercicio de la voluntad popular en octubre.
Claro que no se puede soslayar el interrogante que circula en el sentido de que por momentos la presidenta tendría ganas de refugiarse en el sur, azuzada por los recuerdos de quien fue su compañero por más de 35 años. Inclusive cuentan que hace un par de meses, una mañana a primera hora después de bajarse del helicóptero en las inmediaciones de la Casa Rosada, ordenó al chofer y por ende a la custodia, que había que dirigirse a la sede de Unasur. El personal de custodia de la sede no salía de su asombro cuando bajó del auto y se dirigió a la oficina que ocupaba su esposo hasta su muerte. Pidió estar sola en la oficina, y allí permaneció varios minutos; después se retiró en silencio y obviamente nadie de la comitiva le habrá preguntado sobre las razones de esa visita.
En cuanto a que no tiene margen para desistir de la postularse para renovar el mandato, hay varias razones que lo justifican, según la interpretación de legisladores y del conjunto de la dirigencia partidaria. Una es que ella expresa realmente la continuidad del proyecto ideológico ideado por NK, y una de las citas presidenciales que siempre se recuerdan en conversaciones informales de los funcionarios de Balcarce 50 y del Palacio de las Leyes y que fuera citada por Parlamentario, alude a cuando el año pasado dijo que “a este modelo hay que defenderlo con uñas y dientes”. Lo cual fue interpretado como la primera señal de no que no piensa dejar sus actividades, pese al dolor que padece por la ausencia de su esposo.
Otro de los argumentos es que en caso de no prosperar su candidatura se produciría una implosión partidaria de imprevisibles consecuencias, que repercutiría en las candidaturas en juego en los principales distritos. Un caso palpable se da en la Capital Federal, como lo indican todas las encuestas de opinión -propias y ajenas- en cuanto al respaldo a la gestión presidencial y la influencia de su imagen positiva que esperan se derrame en los candidatos del Frente para la Victoria el 10 de julio y, sobre todo, el 31 de julio. Un desafío que alimentan con publicidad en la que aparece la fórmula para la jefatura de Gobierno y Cristina Fernández de Kirchner aunque su estrategia quedó dañada por el caso Schoklender, cuya consecuencia final aún no se conoce.
“No me imagino una disputa presidencial sin Cristina. La verdad que no”, fue esta semana la expresión de un diputado que siempre acompañó a la presidenta en los viajes oficiales al extranjero. Y agregó que nadie está en condiciones de tomar el timón del barco. “Nadie”, recalcó antes de despedirse.
Y no se equivoca, porque en caso de que decidiera no presentarse, el lapso de tiempo que resta para acudir a las urnas de agosto y fundamentalmente de octubre es más que mínimo e implica una reorganización partidaria, más allá de que la dirigencia del peronismo tiene una histórica capacidad para afrontar los desafíos institucionales y partidarios.
Amén de esas cavilaciones, la lupa presidencial se posa por estos días en el armado de las listas de diputados y senadores nacionales, fundamentalmente, como quedó demostrado en la lista de diputados porteños, respecto de cuyo armado circulan más de una anécdota en torno a los primeros puestos, los que tienen más posibilidades de ingresar a la Legislatura porteña.
“En ese lugar no acepto”, dicen que dijo uno de los candidatos antes de levantarse y abandonar la reunión… aunque al rato regresó y terminó aceptando una ubicación más allá de “la línea de flotación” -el área con posibilidades de acceder a una banca-. No estaba Cristina en la reunión, pero sus operadores habían llegado con la lista como se la habían entregado en el primer piso de Balcarce 50. Con un agregado: no se toca nada y al que no le guste, que se vaya.
¿Yo? No se nada
En ese contexto sólo resta saber quien será el bendecido para acompañar a Cristina en el desafío electoral. “No se nada, te lo juro”. Esa breve respuesta surgió de la boca cordobesa del secretario de Legal y Técnica de la Presidencia de la Nación, Carlos Zannini, ante la pregunta de quien compartió su estadía en la Unidad Penitenciaria 9 de La Plata hasta 1979, es decir tres años después de ser detenido por efectivos del Tercer Cuerpo, meses después del 24 de marzo de 1976, y puesto a disposición del Poder Ejecutivo. Es decir, sin causa.
Zannini militaba en la Tupac, la tendencia universitaria de Vanguardia Comunista (VC) que abrevó en los textos de Mao para ejercer su militancia, pero con sustanciales diferencias con el Partido Comunista Revolucionario (PCR) que también proclamaba su fervor por el Libro Rojo de Mao Tse Tung. Una diferencia había, por ejemplo, en su postura frente al gobierno de Isabel Martínez de Perón: mientras el PCR lo defendía a ultranza, la VC lo cuestionaba, al igual que el resto de las organizaciones de esa década. Y el dato viene a cuento de cómo terminó codo a codo con el peronismo.
Al salir en libertad, regresó a Córdoba, terminó sus estudios y con el título bajo el brazo se fue con su familia a Río Gallegos. En los albores de la democracia regresó a locales partidarios, ya no de la VC, sino del PJ, donde conoció a Néstor Kirchner, con quien forjó una entrañable amistad. Cuando NK asumió como intendente de Río Gallegos en 1987, lo acompañó como asesor primero, después como secretario de Gobierno y más tarde como ministro de Gobierno, ya siendo Kirchner gobernador de Santa Cruz. Se desempeñó hasta que juró como diputado provincial, y cuando Cristina Fernández fue electa diputada nacional, se hizo cargo de la jefatura del bloque Frente para la Victoria Santacruceña, una sigla que se extendió a nivel nacional a partir de 2003: Frente para la Victoria.
Con los años trocó la banca por la presidencia del Superior Tribunal de Justicia de Santa Cruz, desde donde pergeñó reformas constitucionales, entre ellas en 1994 para habilitar la reelección por única vez, pero cuatro años después la limó y quedó la de ser reelecto de forma indefinida.
Y como era de prever, arribó con NK a la Casa de Gobierno en mayo de 2003, ocupando el estratégico cargo de secretario de Legal y Técnico de la Presidencia de la Nación, la cantera jurídica de este y cualquier gobierno.
Datos que revelan una estrecha confianza de la ahora presidenta de la Nación y que llevan a conjeturar que está en la vidriera de los candidateables. Pero no es el único: también está el secretario de Comunicación, Juan Manuel Abal Medina, que goza de la absoluta confianza por su caudal intelectual y haber sido colaborador de Néstor Kirchner en las tareas que le tocaba desempañar. Por eso ambos son los virtuales jefes de campaña electoral desde sus respectivos lugares.
Juega en su contra su juventud, dado que estar el frente del Senado de la Nación no es para principiantes, pues se debe lidiar allí con “tiburones”, según se escuchó decir en una conversación. Así las cosas, en el juego de la búsqueda de posibles candidatos para vicepresidente de la Nación se menciona a algún legislador que sepa de primera mano lo que es lidiar con los senadores.
Y con más fuerza se especula con que sea algún gobernador. En todo caso, lo que se espera es que el elegido sea bendecido públicamente, pues en privado ya debe estar decidido. “In pectore”, y su elección no será por los votos que aporte. Nada más alejado de la realidad; el requisito fundamental es que sea un hombre de confianza para el proyecto nacional y popular. Lo que lleva a una pregunta: ¿cuál es el cartabón para medir esa identidad, esa confianza? Un misterio a develar, inmediatamente de que CFK haya finalmente dado el sí.