Eduardo Amadeo está convencido de que no es cierta la dicotomía planteada entre crecimiento e inflación. Por el contrario, considera que el aumento del costo de vida tiene gravísimas consecuencias sobre los sectores más pobres. De la pobreza habla en su último libro y del tema dialogó con Parlamentario.
Por Pablo Riveros
Luego de ser secretario de Desarrollo Social de la Nación, embajador en Estado Unidos, y vocero presidencial de Eduardo Duhalde en 2002, hoy Eduardo Amadeo es diputado nacional por el bloque del Peronismo Federal. Semanario Parlamentario dialogó con el legislador bonaerense acerca de sus propuestas para combatir la pobreza desarrolladas en su último libro “País Pobre, País Rico. La Argentina que no miramos”.
- En su último libro usted habla de la existencia de dos países en uno. ¿A qué se refiere con ello?
- Me refiero a la historia de Argentina. Argentina es un país que como todos de los del mundo ha tenido divisiones sociales entre aquellos que tenían y aquellos que no tenían. Pero el proceso de movilidad social permitió que nuestros padres y nuestros abuelos pudieran crecer en la escala social. Es decir, había un proceso de integración. Ese proceso de movilidad social ha desaparecido y hoy en día hay una pared entre el mundo de los no pobres y el de los pobres. De lado de los pobres hay 10 millones de personas que giran en el vacío sin poder salir de su pobreza. Esto es un proceso social inaceptable desde un punto de vista ético, político y económico, pero que se verifica. Del lado de la pobreza, hay tres millones de personas aproximadamente que tienen graves posibilidades para alimentarse, y hay otro seis o siete millones de personas que están en pobreza. Pero lo que los caracteriza a todos es que no pueden salir de esa situación.
- ¿Cuáles son los “fracasos o errores” que llegaron a constituir estos dos países y que usted nombra en su trabajo?
- La Argentina de la lucha armada de los 70 es una Argentina de cinco por ciento de pobres y diez por ciento de desempleados. Pero claramente con el ajuste de Martínez de Hoz comienza un proceso de empobrecimiento que no se detiene hasta nuestros días y que se va a alimentando con diversos episodios. Se alimenta con las hiperinflaciones, con las crisis que hacen caer el producto, porque los pobres son los primeros en perder el trabajo y los últimos en recuperarlo. Se alimenta con las malas políticas sociales. Un ejemplo: después del Plan Jefas y Jefes, Argentina estuvo seis años sin políticas universales. Se alimenta con los errores de discontinuidad de políticas públicas como ha pasado con la salud donde cada Gobierno que llega cambia todo lo que hizo el anterior. Entonces la suma de todo esto, pero sobre todo la inestabilidad crónica de la Argentina, ha hecho que se haya consolidado que mucha gente no pueda salir de su pobreza.
- Usted identifica que la inflación es uno de los factores constituyentes de estos períodos de crisis y que además genera por sí pobreza. ¿Cómo detener entonces la inflación?
- La inflación es absolutamente posible detenerla. Javier González Fraga dijo en una conferencia, y tiene razón, que la inflación ha muerto en el mundo. No hay inflación hoy día. En América Latina hay sólo dos países que tiene inflación: Argentina y Venezuela. Y no es cierta esta dicotomía entre crecimiento e inflación. No es cierto que menos inflación implique menos crecimiento. Entonces, la inflación se cura con la coherencia entre las políticas económicas y financieras ante el gasto público y las expectativas. No es cierto que uno vaya a congelar la economía y caer la cantidad de empleos para frenar la inflación. Lo que se necesita primero para frenarla es asumirla. Si uno la miente, la va a tener toda la vida.
- Pero estas y otras medidas que usted menciona apuntan más que nada al Poder Ejecutivo. ¿Qué rol le corresponde al Poder Legislativo?
- En 2011 es un problema, porque el Gobierno no acepta el diálogo con los que piensa de una manera diferente. Por lo tanto, si nosotros le pedimos que frene la inflación por sus consecuencias sociales y el Gobierno se niega, es poco lo que nosotros podemos hacer. El rol del Congreso es triple. Por un lado, ser la voz de los pobres, o sea, el Congreso debe expresar la voz de los que no tienen voz y que son los que sufren las consecuencias de la pobreza. Segundo, el Gobierno debe contribuir a consolidar las instituciones a través de las leyes. Y tercero, el Congreso debe ejercer control. Todo este escándalo que está sucediendo en estos días con el caso Schocklender no se daría si hubieran medidas de control como las que debe haber. Sin control no hay política social.
- ¿Qué rol le cabe al mercado, a las empresas, para combatir la pobreza?
- Las empresas tienen como rol generar riqueza y empleo en blanco. La economía necesita empleo en blanco. Pero en el núcleo de la pobreza hoy en día está el empleo en negro que afecta a casi el cuarenta por ciento de los trabajadores. Entonces el Gobierno tiene que regular el mercado para darle horizontes, darles perspectivas y ayudarlo a que cree empleos en blanco.
- ¿A qué se refiere cuando habla de un Contrato Social entre las fuerzas políticas?
- Hablo del contrato social como un acuerdo político a largo plazo que debe votarse aquí en el Congreso: debe votarse la universalidad de la Asignación Universal, debe votarse la reforma educativa, los programas de acceso a la salud y renovarse cada año en el Presupuesto.
- En ese sentido, ¿cuáles considera que son los aciertos del oficialismo para combatir la pobreza?
- El principal acierto ha sido la Asignación Universal, pero tarde. Desde mi trabajo como académico y muchos desde el trabajo político, como Claudio Lozano, se lo hemos venido pidiendo durante seis años. Nunca se quiso, porque dijeron que era un programa implementado por el Banco Mundial. Así se perdieron seis años, lo mismo que para la asignación para madres embarazadas. El Gobierno ha perdido una enorme oportunidad, y una parte fundamental de la recuperación de la economía ha sido aprovechada por los sectores medios, pero no por los más pobres.
- Por otro lado, usted ha tenido experiencia en el ámbito de las relaciones internacionales. ¿Cree qué Argentina se encuentra en una situación de dependencia económica a nivel internacional que le impide desarrollarse y crecer económicamente a un ritmo sostenido?
- No creo en eso. Creo que la teoría de la dependencia fue buena para los 60 y 70, pero creo que lo que le ha pasado a Argentina en términos de desarrollo es el resultado de nuestra propia tontería. No creo en las teorías conspirativas.
- En ese sentido, ¿cómo hacer para que las crisis económicas internacionales no afecten el crecimiento sostenible del país?
- Lo primero es tener mucho cuidado en el manejo del propio crecimiento. Si usted trata de crecer demasiado y no tiene red, se va a caer desde muy arriba. Por eso Argentina sería mucho más sólida y sustentable si se hubiera cumplido con el fondo anticíclico, cuya ley existe y establece que todos los años es necesario ahorrar un poquito de superávit fiscal para tener un fondo para que en caso de que haya una crisis internacional nos proteja. Ese fondo lo tienen Chile, por ejemplo, y varios países de la región, y hace que esos países sean premiados con una tasa de interés internacional muchísimo más baja. Si usted tiene una tasa de interés más baja, la gente puede comprar viviendas. Hoy en día, ni usted ni yo podemos comprar viviendas con una tasa de interés del 25 por ciento. En cambio, si la tasa de interés fuera, como es en Chile, del cinco por ciento, todos podríamos tener viviendas.