Un breve cruce televisivo entre Mauricio Macri y Daniel Filmus, al día siguiente de la primera vuelta, dejó abierta la esperanza de un posible debate previo al balotaje. Fue una fugaz muestra de civilidad para esta elección porteña en la que insólitas posturas inflexibles impidieron cumplir un rito que al menos en la Ciudad de Buenos Aires se mantenía: el compromiso de los candidatos a debatir.

Lo que no se consiguió para la primera elección, difícilmente se tuviera para la segunda, máxime con una diferencia tan holgada. Previsiblemente entonces el ganador del 10 de julio encontró argumentos para evitar un debate y se limitó a dejar que pasen los días para llegar a una segunda vuelta en la que el único punto de interés estará puesto en la diferencia que mediará entre vencedor y vencido. En el ínterin se coló una polémica en torno a una supuesta campaña sucia y ese pareciera ser a estas alturas el único elemento en el que el kirchnerismo encontró base para mover sus últimos días de campaña.

Mientras tanto se coló en la discusión el debate interno generado por la derrota porteña, marcado por un tono de autocrítica inédito hasta hoy en el kirchnerismo. Una autocrítica que no se había registrado por ejemplo cuando la derrota nacional de 2009. Néstor Kirchner estaba entonces vivo y había sido protagonista de ese traspié, datos no menores para el análisis.

En vísperas de los resultados adversos que desde aquí adelantamos y que servirán como prolegómeno de las primarias del 14 de agosto, la pregunta que subyace es de qué manera afectarán los mismos el resultado final de las presidenciales. O mejor aún, ¿en qué medida es cierto que parte de los votos de Macri, Bonfatti, Del Sel o De la Sota son compartidos con Cristina, como aseguran no pocos encuestadores, aun los no oficialistas?

Vale como dato auscultar los antecedentes. En 2007, el kirchnerismo obtuvo en la primera vuelta para jefe de Gobierno que Daniel Filmus perdió también ante Macri un 23, 75% de los votos. Cuatro meses después, en las presidenciales, la fórmula Cristina Fernández-Julio Cobos mantuvo esos guarismos: 23,77%. Por entonces el matrimonio Kirchner gozaba de altos niveles de imagen positiva que no se tradujeron en la elección porteña, donde la fórmula opositora que más votos consiguió fue la de Carrió-Giustiniani, con 37,78%. El macrismo entonces, como sucederá también este año, no tuvo anclaje en alguna fórmula nacional.

En Santa Fe, donde la apuesta del FpV ya no es ganar, sino al menos salvar la ropa manteniendo el segundo lugar, Rafael Bielsa consiguió en 2007 como candidato a gobernador el 42,89%, siendo derrotado el 53,88% de Binner. Un mes después, Cristina tuvo menos votos que su candidato a gobernador, 35,50%, aunque le alcanzó para aventajar por un punto a Elisa Carrió en esa provincia. Eso sí, vale aclarar que entonces contó con el voto del campo.

En Córdoba, donde ninguno de los candidatos reporta al kirchnerismo, tampoco en 2007 le fue bien a Cristina. En un polémico final, Juan Schiaretti (37,17%) le ganó en septiembre por un punto a Luis Juez, y en las presidenciales venideras Cristina obtuvo apenas el 23,84% de los votos, siendo esa la única provincia que ganó la fórmula Lavagna-Morales, con 35,31%.

Con resultados eventualmente adversos en los grandes distritos, ¿dónde radica el optimismo kirchnerista para ganar en primera vuelta? En la provincia de Buenos Aires, capaz de garantizar los votos necesarios para tal fin. Si bien el antecedente más cercano es negativo -el FpV perdió en 2009 34,68 a 32,18- en las presidenciales de 2007 hizo la gran diferencia, al aventajar por casi 20 puntos al segundo. La fórmula Fernández de Kirchner-Cobos consiguió 45,91% contra 26,05 de Elisa Carrió, calcando casi el resultado a nivel nacional, donde el FpV se impuso por 45,29% contra 23,04 de la alianza entre la Coalición Cívica y el socialismo.

Ese es el escenario que desea repetir el kirchnerismo para ganar en primera vuelta. Sobrepasar la línea del 45%, o al menos aventajar por más de diez puntos al segundo. Con una oposición en la que por ahora ninguna fórmula alcanza a cortarse como segunda, ese es hoy el escenario más probable para el kirchnerismo al que, como puede verse, no le ha ido bien en los grandes distritos en elecciones pasadas, a excepción de la todopoderosa provincia de Buenos Aires.

Vale otra singularidad: Mendoza, donde en 2007 le traccionó muchos votos el acuerdo con Julio Cobos. En 2007 obtuvo allí nada menos que el 60,94% de los votos, contra un escuálido 18,30% de Roberto Lavagna. Pero ya se sabe cómo terminó la relación con Cobos y el kirchnerismo en esa provincia cuyana está de capa caída, como ya pudo verse en 2009, donde las cosas se dieron vuelta, sumando entonces el peronismo apenas poco más del 20%, contra el 48,58% del Acuerdo Cívico. Estamos hablando de casi 500 mil votos que de una elección a otra se transformaron en poco más de 160.000.

Con ese panorama el kirchnerismo se prepara este domingo en Santa Fe para enfrentar el peor panorama. La gran rival de Cristina en las presidenciales de 2007, Elisa Carrió, diagnostica un fuerte traspié para el Frente para la Victoria, sobre todo en el sur santafesino, remarcando que si el voto rural efectivamente cambió, el resultado será contundente.

El imprevisto protagonista central de esta elección será el cómico Miguel Torres del Sel, que desde la interna abierta del 22 de mayo no ha parado de crecer. Ya en esa elección obtuvo 235.491 votos, cuando el socialista y favorito Antonio Bonfatti se alzó con 292.486 votos propios y Agustín Rossi consiguió 270.499.

El tema del candidato de Hermes Binner está en retener la mayor parte de los 650.677 votos que ese día consiguió el Frente Progresista, Cívico y Social. Lo cual no debiera ser problema en condiciones normales, pero habrá que tener en cuenta dos factores. Quedó muy mal la relación de Binner con Rubén Giustiniani, que en esa interna sumó 152.012 votos; y fundamentalmente lo que vayan a hacer los 201.164 votantes que se inclinaron en esa interna por el radical Mario Barletta, y que quedaron enojados por el desplante que luego Binner le hizo a Ricardo Alfonsín, quien lo imaginaba como vice de su fórmula. Muchos radicales juraron entonces vengarse y Del Sel los espera con los brazos abiertos.

Rossi descuenta que sumará los 192.176 votos de Rafael Bielsa, pero la clave está en los 203.387 de Omar Perotti. Según los analistas, si no logra conservar el 70% de esos votos, al jefe del bloque kirchnerista de la Cámara baja se le podría esfumar también el segundo lugar. De ahí que cayeran como una bomba las expresiones de esta semana de Carlos Reutemann, que muchos tomaron como una señal de apoyo hacia el integrante de Midachi.

Proveniente de un ámbito ajeno a la política, Miguel Del Sel encontró terreno fértil desde las primarias, y tomó envión con la victoria porteña de Mauricio Macri, de quien es referente en la provincia. Trastabilló un poco en los debates, pero se movió como pez en el agua en el living de Susana Giménez.

Con un vice duhaldista y reconocido por su actitud durante el conflicto con el campo, el actor consolidó sus expectativas para esta elección en la cual será clave la fiscalización, razón por la cual jugará un papel fundamental la colaboración del Pro este domingo.