Cálculos, expectativas y operaciones subterráneas frente a la realización de las primeras elecciones primarias en el país. El Gobierno se conforma con una participación superior al 60 por ciento.
Por José Angel Di Mauro
El mundo se conmovió esta semana por las imágenes provenientes de Gran Bretaña, donde se veían saqueos e incendios y manifestantes chocaban con la policía. Paralelamente, el desbarajuste financiero mundial que es consecuencia de una crisis iniciada hace casi tres años, registraba otro fuerte cimbronazo a escala mundial
Estas fotografías suceden a las de los “indignados” en España, o los caceroleros de Grecia, más las informaciones sobre planes de ajuste en un Primer Mundo que pareciera estar “argentinizándose”… Toda crisis económica es un mal dato para un país en pleno proceso electoral; pero este cúmulo de informaciones terminó rindiéndole rédito al gobierno. No porque no vayan a afectarnos las consecuencias, sino porque la Argentina está inmersa en una burbuja -consecuencia del default de 2001- que nos mantiene relativamente aislados del contagio. Ergo, no hay antecedentes que hagan prever zozobra electoral en tiempos de “tranquilidad” económica. Relativa, objetable, pero tranquilidad al fin.
Con ese panorama de convulsión externa los argentinos votan hoy en elecciones inéditas, que si bien prácticamente no definen nada, servirán como una suerte de primera vuelta presidencial. Y su proyección sobre el resultado de octubre será trascendental.
En principio, de cara a la gran expectativa que se abre respecto del escrutinio de la elección de este domingo, sobre el cual el propio gobierno nacional admitió que será largo y complicado, una alta fuente oficial aclaró a parlamentario.com que esperan lo contrario, pero prefieren anticipar posibles demoras para quitarle presión a la difusión de resultados. Empero, bien se sabe que es uso y costumbre que cuando los números vienen bien, más rápida es su difusión. Se verá…
También se espera una elevada participación en estas primarias obligatorias. “Arriba del 60 por ciento ya es un éxito”, estimó un encumbrado funcionario, teniendo en cuenta que las generales suelen tener una participación de entre el 70 y el 75 por ciento. Vale aquí considerar el antecedente de un país vecino cuyo sistema fue copiado en gran medida para estas elecciones. En Uruguay, las primarias de 1999 tuvieron una participación del 53,7 por ciento, mientras que las presidenciales posteriores alcanzaron el 91,7; en 2004, la interna contó con un 45 por ciento de asistencia, contra un 89,62 de la general; y en 2009, un 44,8 por ciento votó en las primarias, mientras que para las presidenciales el número se elevó al 89,91 por ciento. Como se ve, una elevada muestra de civismo para las generales, y una inasistencia del 50 por ciento en las primarias; de ahí que una participación superior al 60 por ciento aquí sea vista con tan buenos ojos.
Previendo un desinterés de los porteños, que vienen de votar dos veces el mes pasado, la jueza María Servini de Cubría advirtió que quien no concurra a votar este domingo no podrá hacerlo el 23 de octubre. Bastaría con el amparo de algún perjudicado para que la medida sea considerada inconstitucional, pero desde el gobierno no ven con malos ojos semejante presión: es funcional a hacer que la gente vaya a votar. Y no creen que tengan que dictar una amnistía para el 23/10, pues esperan que, pasadas las primarias, la Cámara revoque ese fallo.
¿Por qué el resultado de esta elección será tan trascendental? Un reconocido consultor advirtió a este sitio que un porcentaje del 35 por ciento para el gobierno abrirá el juego para la oposición, alentándola para sacar pecho en octubre. Por el contrario, un porcentaje del gobierno superior al 40 por ciento -y ni qué decir si fuera el 45- fulminaría a los adversarios, que a partir de entonces se preocuparían por “salvar la ropa” en octubre, sin planear ninguna estrategia conjunta. Y es más, cerraría los grifos de los empresarios dispuestos a aportar para sus campañas.
Esta gran encuesta que representa la elección primaria despierta gran expectativa por lo que pueda suceder en la provincia de Buenos Aires, donde pareciera haberse abierto una compulsa personal para ver quien obtiene más votos: Cristina o Scioli. El propio gobernador relativizó esa eventual competencia, teniendo en cuenta que el nombre de la Presidenta también figura al tope de las listas de Martín Sabbatella y Mario Ishii.
Empero, el territorio bonaerense es fértil en materia de versiones. Se habla de eventuales cortes de boletas que involucrarían a participantes partidos cruzados. Esas operaciones no sólo apuntarían a la interna del kirchnerismo, sino también a la disputa recreada en torno al segundo lugar de esta elección. Al respecto, el gobierno vería complacido que ninguno de los dos que disputan ese puesto saque una importante ventaja sobre el siguiente, de modo tal de evitar acuerdos que lo perjudiquen el 23 de octubre.
Las expectativas oficiales para hacer una gran diferencia están puestas fundamentalmente en la provincia de Buenos Aires. Pero no quiere desatender lo que suceda en el resto de los grandes distritos. Cayó muy mal en el gobierno nacional la libertad de acción dada por el triunfante peronismo cordobés a sus votantes para este domingo. Sonó como la proclama de su “no kirchnerismo” que hizo Reutemann en vísperas de las elecciones santafesinas. Se espera que buena parte de los votos cordobeses que hace una semana respaldaron a José Manuel de la Sota se repartan entre Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saá.
El panorama podría replicarse en otras latitudes, pero preocupa al oficialismo lo que suceda en los grandes distritos. Las eventuales represalias remiten siempre a un mismo factor: el cierre de listas legislativas, que privilegió a camporistas por sobre reconocidos dirigentes locales. “Un cierre de listas siempre deja un 30 por ciento de heridos; este dejó un 80 por ciento…”, expresó a modo de conclusión y advertencia un observador neutral.
