Difícilmente el kirchnerismo pierda el 23 de octubre los votos que obtuvo. Y ese porcentaje le alcanzaría para imponerse en primera vuelta. Ganó además en todos los distritos, menos San Luis. Las culpas de la oposición.
Por José Angel Di Mauro
El Frente para la Victoria celebró ayer anticipadamente lo que se presume será una victoria en primera vuelta el 23 de octubre. Aunque suene demasiado anticipado faltando 70 días para las presidenciales, las primeras elecciones primarias celebradas en la Argentina representan sin dudas una fenomenal encuesta real que sirve perfectamente para medir lo que de no mediar imponderables se replicará en octubre.
Mucho debería cambiar la situación en el país, o algún escándalo tendría que estallar en los próximos dos meses para modificar el cuadro dibujado este domingo en las urnas. Teniendo en cuenta la grave crisis financiera internacional, podría quedar algún resquicio para imaginar que algún coletazo pudiera llegar a alcanzarnos. Pero de momento, la Argentina parece blindada respecto de esa posibilidad. Fuera de los mercados internacionales de crédito desde la crisis de 2001, el país está lejos de ser contaminado por la situación externa, al menos en lo inmediato. Sería aventurado arriesgar -como le gusta hacer al gobierno- que estamos inmunizados de ser alcanzados por la grave situación externa, cuando nuestros principales compradores afrontan con preocupación la coyuntura internacional. Pero las consecuencias, si llegan, no serán inmediatas.
La única probabilidad de revertir la situación electoral estaría en manos de la oposición, que no muestra antecedentes que alienten su optimismo. De hecho, dilapidó en dos años la victoria electoral conseguida en 2009, cuando por citar sólo un ejemplo doblegó en la provincia de Buenos Aires a una lista encabezada nada menos que por Néstor Kirchner y Daniel Scioli. A partir de entonces, la dirigencia opositora entró en un proceso de atomización que lejos estuvo de revertirse para esta elección. Por el contrario, se dividió aún lo indivisible.
La fórmula Alfonsín-Binner que se daba por descontaba desde hace un año, se disolvió antes de conformarse; y si bien en política las matemáticas no corren, podría suponerse que los votos que ambos obtuvieron por separado bien podrían haberles servido para mantener un segundo lugar holgado. Radicales y socialistas habían conformado en 2009 el Acuerdo Cívico y Social que también contenía a Elisa Carrió, a quien probablemente antes de las presidenciales le pasen facturas en su propio partido por haber resuelto ir en soledad a estas elecciones que la tienen como una de las grandes perdedoras.
Lo del Peronismo Federal es aún más grave. Artífices de la victoria de 2009, se daba por descontado que atraerían como un imán a los descontentos del kirchnerismo. Algo de eso sucedió luego del 28 de julio de 2009, pero la sangría paulatinamente se fue conteniendo. Mauricio Macri, Francisco de Narváez y Felipe Solá, que habían conformado una sociedad clave para el triunfo en la provincia de Buenos Aires, terminaron peleados entre sí; luego vino la muerte de Néstor Kirchner que fue el golpe de KO para el sector. La primera reacción que allí generó la desaparición del ex presidente fue la salida de Carlos Reutemann de ese espacio. Sin candidato presidencial, sin un acuerdo con el Pro de Mauricio Macri, vino luego el papelón de las internas regionales entre Duhalde y Alberto Rodríguez Saá, y el Peronismo Federal desapareció hasta como sello.
Pero a la hora de los reproches, hay que volver a la UCR. En un momento le sobraban candidatos presidenciales, pero inexplicablemente llegaron a la conclusión de que necesitaban consolidar un nombre con mucha antelación y resolvieron que no era conveniente esperar hasta el 14 de agosto para definir el tema presidencial que hasta entonces tenían. Primero anunciaron una interna para el último sábado de abril entre Ricardo Alfonsín y Ernesto Sanz, pero ante la presión partidaria el senador resolvió bajarse. Semanas después Julio Cobos hizo lo propio y Alfonsín quedó como candidato único, tal cual deseaban sus seguidores, convencidos de que su ilustre apellido alcanzaría para encolumnar a todo el mundo aun sin haber ganado una interna.
A la luz de los hechos, nada peor que esa decisión. Campeones en materia de internas, otro hubiera sido el cantar si la UCR hubiera resuelto que ayer compitieran Alfonsín, Sanz y Cobos. Seguramente hubieran reunido más votos que los que Alfonsín consiguió ayer en soledad, y sin dudas habrían tenido toda la atención periodística. Por el contrario, en distritos claves como Mendoza, donde la fórmula Cristina-Cobos en 2007 obtuvo el 60 y la UCR ganó en 2009, ayer se impuso el Frente para la Victoria más que duplicando a sus rivales.
Está claro que los seguidores de Cobos no le perdonaron a la UCR el destrato a su coterráneo.
La referencia sobre Mendoza trae a cuento un dato no menor: el Frente para la Victoria se impuso ayer en todos los distritos, menos San Luis. Si hasta hace una semana la gran incógnita estaba planteada en cómo haría el kirchnerismo para ganar las elecciones perdiendo en las grandes provincias, ayer esa hipótesis se disolvió. El FpV ganó no sólo en Mendoza, sino también en Córdoba, donde el victorioso peronismo local había sugerido votar a Cristina, pero también -y con más énfasis- a Duhalde y Alberto Rodríguez Saá; en Santa Fe, donde se esperaba que Eduardo Duhalde se quedara con los beneficios del “efecto Del Sel”; y hasta en la Ciudad de Buenos Aires que tanto asco les producía hace un mes a Fito Páez y a un buen número de intelectuales K, por haberle propinado sucesivas derrotas al FpV.
