El vendaval de votos que recibió Cristina Fernández de Kirchner en las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias en casi todos los distritos, también tuvo su coletazo en la Capital Federal, donde el FpV se ubicó en primer lugar postergando al segundo puesto al macrista, Federico Pinedo, quien participó en estos comicios con la denominada “boleta corta”. El diputado sólo alcanzó el 16 por ciento de los votos, una cifra similar a la alcanzada en 2007 cuando el Pro adhirió a la candidatura de Ricardo López Murphy.

La presidenta se impuso en 12 de las 15 Comunas, en la 2,13 y 14 venció Eduardo Duhalde con su candidatura presidencial y en las mismas el Pro consiguió imponerse al FPV en la nómina de diputados nacionales.

Originalmente las primarias abiertas y simultáneas fue establecida como un mecanismo para que la ciudadanía elija a sus candidatos; pero en la Argentina, la ley muchas veces se convierte en una trampa. En este caso las PASO se transformó en una encuesta nacional.

La catarata de votos obtenida por CFK a lo largo y ancho del país, devino también en una gran sorpresa en la Ciudad de Buenos Aires, donde sobrepasó el piso obtenido por el senador Daniel Filmus en las elecciones por la jefatura de Gobierno. Pero quedó claro también que no hubo “traspaso automático” de sufragios de Mauricio Macri hacia Cristina como algunos analistas anticipaban.

Pero así como Cristina Fernández no absorbió los votos de Macri, tampoco el Pro consiguió retenerlos. La lista de diputados que encabezaba Federico Pinedo obtuvo casi un 16 por ciento y perdió contra el casi 28 % cosechado por el representante K, Roberto Feletti.

Los candidatos porteños del Frente Amplio Progresista (Binner-Morandini) resultaron terceros con el 10,93 por ciento de los sufragios; el Frente Unión Popular sumó el 10,11 %, y quedó cuarto. La Coalición Cívica -en sexto lugar- logró el 7,35 por ciento de los sufragios; en tanto UDESO (Alfonsín – González Fraga) alcanzó el 5,19 % de sufragios, el Frente de Izquierda y de los Trabajadores sobrepasó el 1,5% que perseguía y logró alzarse con el 4,43 por ciento. El partido Autonomista se anotó con el 3,72% de los votos, el de la Ciudad en Acción con 3,67 de los sufragios se ubicó en décimo primer lugar, Proyecto Sur quedó en el penúltimo lugar con un 2,60 de los votos, mientras que la denominada Acción Ciudadana quedó última con el 0,45 de los sufragios quedando sin posibilidades de participar en las legislativas de octubre próximo.

Este sorpresivo escenario porteño se asemeja mucho a lo sucedido en 2007 cuando el macrismo descuidó las legislativas de aquél año y terminó perdiendo las bancas a senadores nacionales que estaban en juego, y que quedaron en manos de Samuel Cabanchik y María Eugenia Estenssoro de la Coalición Cívica y de Daniel Filmus, por el Frente para la Victoria. En aquella ocasión la nómina macrista estaba encabezada por el economista Carlos Melconían a quien acompañaba la actual legisladora del Pro, Marta Varela de Agostini.

¿Alambrar o no alambrar?

Sin embargo y mas allá de los gestos conciliatorios expresados desde la Casa Rosada y especialmente enviados por la jefa de Estado, es una realidad por demás palpable de que en el seno del kirchnerismo el ex presidente de Boca Juniors y reelecto jefe comunal no cosecha demasiadas simpatías, sino todo lo contrario. “Quiero felicitar a la presidenta @CFKargentina por la gran elección en el día de ayer”, escribió en twitter el lunes pasado Mauricio Macri, reelecto jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires -balotaje mediante-, oportunidad en la que avasalló a su contrincante; luego de ello se desentendió de la política doméstica, dejó a su espacio sin precandidato a presidente, partió de viaje en tren de descanso y dejó abierta para después de las primarias posibles alianzas políticas de cara a las elecciones generales del 23 de octubre.

Empero, Macri no deberá olvidarse de las promesas realizadas ante el electorado porteño que lo reeligió con casi el 65 por ciento de los votos para conducir los destinos de la Ciudad y que entre los compromisos asumidos ocupaba un lugar prioritario el reclamo de la autonomía plena para Buenos Aires.

Para ello deberá asumir con mayor firmeza su rol de conductor que la ciudadanía le adjudicó y no dejarse llevar por los cantos de sirena que seguramente le llegarán, sin temor a las maniobras que se puedan generar para que nada cambie respecto a la relación Gobierno nacional y Ciudad. En ello hay muchos sectores interesados y un fiel ejemplo de lo que aquí se afirma se refleja en la actitud que algunos sectores del arco opositor muestran en la Legislatura porteña.

Al respecto CFK días anteriores a las primarias había advertido que “las provincias alambradas no crecen, porque somos parte de un mismo país y de un mismo proyecto” para agregar que “en todos aquellos lugares en los que la Nación, la provincia y los municipios articulan, se crece y se crece en serio”.

Sin embargo, la Ciudad con denuedo se ha empeñado en construir una convivencia en armonía y por el contrario desde Balcarce 50 sólo recibió descalificaciones a la hora de la búsqueda de diálogo y consenso; y más aún, en reiteradas oportunidades ni siquiera sus solicitudes fueron respondidas. Será difícil articular políticas conjuntas en un clima en donde reine la soberbia y la desacreditación de los adversarios, una cultura muy bien practicada por el kirchnerismo desde sus entrañas más íntimas.

Podrá o no alambrar la Ciudad de Buenos Aires Mauricio Macri con el objeto de mantenerla alejada de las manipulaciones políticas interesadas, lo que no deberá dejar de hacer, es administrarla para hacer de ella una urbe más vivible, replantear el esquema de coparticipación, ya que el actual es injusto con los porteños y al mismo tiempo bregar por la incorporación de mecanismos alternativos de financiación de proyectos estructurales que brinden un mejor bienestar a los vecinos.