La Presidenta se siente en estado de gracia, desde el 14 de agosto. Le cambió el semblante y los gestos de adustez los deja para aquellos funcionarios que salen a reprender a quienes están en la otra vereda. Con las elecciones generales del 23/10 convertidas en un mero trámite, Cristina aguarda con los brazos abiertos a quienes dando por sentado quien mandará en los cuatro años por venir, buscan su lugar bajo el sol.

El festejo por el Día de la Industria celebrado esta semana en Tecnópolis mostró una fotografía clara de esa nueva realidad. Con el empresariado alineándose en la sintonía oficial, al punto tal que Cristina se confesó sorprendida por ser la primera vez que “cuando voy a un lugar no tengo que responder absolutamente nada de las cosas que se han dicho”.

No importaba que ese mismo día las reservas del Banco Central hubieran caído por debajo de los 50 mil millones de dólares, al nivel más bajo desde agosto de 2010. No inquietaba tampoco que el dólar hubiera escalado ese día un centavo y medio. Muy por el contrario, los industriales verían con agrado un paulatino reacomodamiento del tipo de cambio, aunque han aprendido a no reclamarlo públicamente.

Más les vale no hacerse ilusiones. Fuentes muy bien informadas aclararon que la revisión de “distorsiones” de la que habló Cristina en Tecnópolis no contempla modificaciones drásticas en el tipo de cambio. La política con la moneda seguirá siendo la actual, permitiendo un lento y administrado aumento del valor del dólar.

Cristina ya está pensando en el día después del 23 de octubre y la incertidumbre que existe en torno al reacomodamiento de piezas que sobrevendrá es similar a la existente en los días previos al cierre de listas. Sólo circulan especulaciones y las únicas certezas están en la mente de la Presidenta y, eventualmente, su fiel confidente Carlos Zannini.

Con el otrora todopoderoso Aníbal Fernández con los días contados en el Gabinete -el jefe de Ministros transcurre sus últimos cien días en el cargo, antes de mudarse al Congreso-, su salida del gobierno deja libre el casillero más apetecible. Y desde un primer momento suenan dos nombres para reemplazarlo: Florencio Randazzo y Juan Manuel Abal Medina.

En el primer caso se trataría de un ascenso justificado en una acumulación de méritos que se vio coronada con las primarias abiertas y simultáneas, cuya realización tantas veces pusieron en duda la oposición y la justicia electoral. Las públicas felicitaciones de Cristina elevaron la cotización del ministro del Interior, y hasta la prensa resaltó su figura moderada al momento de la difusión de resultados; empero, ese crédito se alteró con el tenso enfrentamiento que protagonizó con los medios días después, a la hora de la confirmación de los resultados definitivos. Muchos interpretaron que el ministro político debe haber tomado nota de que ser ponderado por el periodismo no es bien visto en el seno del kirchnerismo más puro, y obró en consecuencia.

Abal Medina sonó para compañero de fórmula, alentado por quienes imaginaron que las reiteradas alusiones a abrirle paso a la juventud incluían su nombre en lo más alto, detrás de Cristina. No fue él, pero el crédito para el secretario de Medios está abierto y sin dudas ocupará un lugar central en un futuro Gabinete cristinista.

Se estima que seguirán en sus cargos los ministros de Desarrollo Social (Alicia Kirchner), Defensa (Arturo Puricelli), Seguridad (Nilda Garré), Ciencia y Tecnología (Lino Barañao), Industria (Débora Giorgi) y Turismo (Enrique Meyer). Hay grandes dudas en cambio respecto del poderoso Julio De Vido, quien ha dicho a propios y extraños que está cansado de la función pública, aunque en los últimos tiempos habría cambiado de parecer. Cristina sabe que no sería fácil reemplazarlo.

Carlos Tomada se imaginaba saliendo del Gabinete el 9 de diciembre, pero por la puerta grande, para conducir junto a Daniel Filmus la Ciudad de Buenos Aires. Derrotado en las urnas, es uno de los que podría dejar el puesto que ocupa desde hace más de ocho años.

El ministro de Salud, Juan Luis Manzur, acaba de ser reelecto como vicegobernador de Tucumán. Cargo que por otra parte ostenta, pero por el que tomó licencia en tiempos de la Gripe A para reemplazar a Graciela Ocaña. No tendría lógica que volviera a pedir licencia ahora, o que renunciara a la vicegobernación antes de asumir. Su cargo podría ser ocupado por Alejandro Collia, ministro de Salud de Daniel Scioli, quien a su vez está pensando en el rearmado de su equipo para un segundo mandato, y cuenta para el mismo al actual senador José Pampuro, un todoterreno que ya encabezó la cartera sanitaria bonaerense entre 1991 y 1992.

Otra salida segura es la del ministro de Agricultura, Julián Domínguez, con destino legislativo. El funcionario encabeza la lista de candidatos a diputados del FpV por la provincia de Buenos Aires y es número puesto para reemplazar a Eduardo Fellner al frente de la Cámara de Diputados, con lo que el cargo volvería a ser ocupado por un bonaerense, como marca la tradición. No hay señales sobre quien podría reemplazarlo en el ministerio, pero Cristina buscaría a alguien de su perfil, satisfecha por la labor de Domínguez en la relación con los representantes del campo.

Tras sus reconocidas muestras de kirchnerismo explícito, Héctor Timerman no es de los que corran peligro de eyección, salvo que a la hora de replantear su relación con el mundo opte por oxigenar la Cancillería.

El último cambio obligado es el de la cartera de Economía, donde Amado Boudou ha bendecido a su secretario de Finanzas, Hernán Lorenzino. Uno de los primeros nombres en circular fue también el del presidente del Banco Nación, Juan Carlos Fábrega, y hasta llegó a mencionarse a Diego Bossio, otro preferido de Cristina, quizá reeditando el camino de Boudou, que pasó de la ANSeS al Palacio de Hacienda. Pero fuentes consultadas relativizaron esas posibilidades, reafirmando en cambio a Bossio en su cargo actual.

Tampoco es ningún tapado ni sería una gran sorpresa que el sucesor de Boudou terminara siendo el joven Axel Kiciloff, un hombre de La Cámpora muy escuchado por Cristina, quien por otra parte no se resigna a dejar definitivamente de lado la idea de traer a su Gabinete al embajador argentino en España, Carlos Bettini.

Amén de esas especulaciones, la política se hizo a un lado esta semana ante la onda expansiva del asesinato de la pequeña Candela, al punto tal que todos los candidatos hicieron un alto en sus campañas.

Pese a que nunca hubo demasiado lugar para el optimismo, el gobernador Scioli se ilusionaba con una resolución positiva del caso, pero debió en cambio acompañar a la madre en el momento más desgraciado del reconocimiento del cuerpo. Luego se retiró de escena, pero dio instrucciones para evitar que el tema de la seguridad pueda ser enarbolado en su contra. Una primera señal se dio el viernes en los penales bonaerenses, cuyas autoridades se encontraron con la sorpresa de recibir a cientos de detenidos procedentes de comisarías del Conurbano. La consigna es liberar las seccionales para poder poner más policías en las calles.