El ex gobernador confirmó lo que anticipamos hace cuatro semanas: su acercamiento al oficialismo, que resiente aún más a la oposición en el único espacio de poder real que ostenta. Y lo que es peor: no se irá solo. La UCR pone en juego la última provincia que gobierna.
Por José Angel Di Mauro
Hace casi un mes adelantamos en esta columna lo que Felipe Solá se encargó de confirmar a través de los medios la última semana: sus contactos con Daniel Scioli y su predisposición a dejar el campo de la oposición, donde supo ser actor principal en la batalla electoral de 2009. Entonces hablamos de las puertas abiertas del gobernador bonaerense, a través de las cuales ya había ingresado el senador José Pampuro, desairado por el cristinismo. Por esa misma puerta retornará al oficialismo Felipe Solá, aunque por ahora se empeñe en usar eufemismos para explicar su situación: niega ser de nuevo oficialista, pero admite que ya no se siente opositor. “Independiente”, es la presuntuosa definición que prefiere usar sobre sí mismo, aunque queda claro lo que eso significa.
Este martes deberá vérselas con sus ahora ex compañeros de ruta, en su curiosa condición de presidente formal del bloque del Peronismo Federal, grupo que -según sus propias palabras- “se deshilachó”. Ahí le recriminarán porqué en la reunión de bloque de una semana atrás no anticipó la sensación que lo dominaba. Si es que va, porque también podrá dar el hecho como consumado y enviar tan solo una nota renunciando a esa bancada. Lo que tenía que decir ya lo dijo a través de los medios.
El paso siguiente será conformar un nuevo bloque, en el que no estará solo. Se irán con él los diputados que le responden, sus ex ministros Roberto Mouillerón y Raúl Rivara. Alguno más podría sumarse a esa bancada que se perfila como una estación previa a la del Frente para la Victoria. Con los brazos abiertos y “sin rencores” lo aguardan en el bloque que todavía conduce Agustín Rossi, aunque según confiaron a parlamentario.com fuentes legislativas, para el próximo período no quieren ese tipo de bancadas “satélites” -definidas en la jerga legislativa como “barrio chino”-. Ya lo anticipó Cristina a través del armado de listas, donde sólo hubo espacio para incondicionales.
Igual, se aceptará esta condición, pues no queda bien que el traspaso sea demasiado abrupto, pero para el 10 de diciembre o bien febrero de 2012, plantearán un blanqueo de la relación. El cristinismo exige fidelidad probada; no hay lugar para amantes que tarde o temprano pueden ser despechadas.
Lo que trasunta esta movida es también el previsible “goteo” que se espera suceda en el peronismo no kirchnerista. Si el propio titular de esa bancada admite públicamente semejante crisis de identidad, ¿qué puede esperarse del resto? Por lo pronto, el Peronismo Federal está lejos de mostrarse como un bloque homogéneo; cosa que por otra parte nunca fue, pero nunca como ahora afloraron tanto las diferencias. Se sabe que las derrotas dejan al descubierto flaquezas y miserias. La interna irresoluta distanció a duhaldistas y quienes responden a los Rodríguez Saá, que ahora han hecho buenas migas con Francisco de Narváez…
Representantes de todos esos sectores que todavía conviven bajo un paraguas sin un líder definido, volverán a verse las caras este martes y deberían definir entonces un nuevo presidente de bloque. Como están las cosas, lo más probable es que no lo hagan. Si Felipe Solá pudo presidirlos sin sentirse parte de ellos desde hace meses, bien pueden esperar a ver cómo se define el panorama, cual es la nueva relación de fuerzas que aflora en octubre y en definitiva cuantos se quedan tras la más que previsible derrota.
Mientras tanto, el kirchnerismo se frota las manos pensando en la cosecha que pueda hacer en octubre para la próxima composición de la Cámara de Diputados. Con todo definido a nivel presidencial, las incógnitas radican en el número de legisladores con los que el oficialismo se pueda alzar en octubre. Las cuentas ya se han hecho con la referencia segura del resultado de las primarias, a partir de las cuales el FpV espera -en caso de repetirse el resultado en octubre- un piso de 116 diputados propios. Con socios incondicionales llegarán a 127; y con los aliados habituales, elevan la cifra a 131. Una cosecha aun superior podría mover esas cantidades, aunque no de manera sustancial. Pero la mayor cosecha vendrá de los disidentes que vuelvan. Ya cuentan con los tres felipistas, independientemente de cuando vayan a integrarse a la bancada del FpV, si es que lo hacen: está claro que no votarán en contra.
Para el año que viene, cuando el Congreso vuelva a funcionar después de la virtual parálisis de 2011 -fundamentalmente en Diputados-, el oficialismo espera tener en Diputados un número afín más cercano a 140 que a los 129 necesarios para el quórum.
