Por César Montenegro

El décimoquinto período de sesiones ordinarias de la Legislatura se iniciará con un bloque oficialista sin mayoría propia y once espacios legislativos opositores; ello muestra la fragmentación que ha caracterizado a la oposición porteña en los últimos años, producto de los personalismos exacerbados y de la práctica de políticas sectarias que han instrumentado sus dirigentes.

Sin embargo, el oficialismo inicia su labor legislativa sin haber saldado aún la discusión sobre los espacios que cada sector que lo conforma ocupará en el Parlamento. Esta deuda interna afecta su cohesión y obstaculiza el armado que el jefe de Gobierno pretende para erigirse como alternativa válida al kirchnerismo con la mira puesta en 2015. Las desavenencias en el gabinete de Mauricio Macri también afloran y podrían tener una injerencia negativa en los planes presidenciales del líder del Pro.

Sin lugar a dudas el saldo del proceso electoral que vivió la Ciudad de Buenos Aires en 2011, donde la ciudadanía tuvo que concurrir a las urnas en cinco oportunidades, deja como saldo a primera vista una profunda grieta ya difícil de disimular por parte de la oposición que, al inicio de la larga serie de elecciones realizadas parecía fortalecerse y plantarse firme frente al macrismo.

El kirchnerismo hasta ahora no pudo mostrarse como grupo homogéneo y tampoco en el futuro se avizora que pueda hacerlo. Sólo un arco opositor agrietado fue el saldo de las elecciones llevadas a cabo el año pasado. En rigor, nunca existió una oposición uniforme en la Legislatura desde que Mauricio Macri asumió la jefatura de Gobierno. Los líderes adversarios al oficialismo deberán modificar su estrategia para plantarse frente al Pro con propuestas superadoras y no exagerar su política de confrontación, como lo hicieron hasta el momento. La táctica del desgaste no funcionó, al contrario fortaleció la figura de MM.

Al mirar los resultados de aquellos comicios queda clara la caída sostenida que han tenido los diversos espacios políticos que se posicionaron como alternativa al macrismo, pero también es harto elocuente la opinión negativa que se percibe en la sociedad acerca de la política, las instituciones y los partidos de todo el espectro de la Ciudad.

Detectar esta segunda realidad, sobre la “calidad de la política”, ya no es novedad, pues viene ocurriendo desde hace unos cuantos años y aun habiendo tenido como experiencia la crisis política de 2001 aunque, si bien esto no nos sirve de consuelo, ello también sucede internacionalmente. Sí, es importante advertir a tiempo y sin ánimo de convertirlo en drama sobre el significado que tiene dicho rechazo, ya que puede afectar los delicados y necesarios equilibrios y contrapesos que todo sistema democrático requiere.

Al respecto, la desigualdad social, el individualismo y los pequeños conflictos de intereses, en reiteradas oportunidades han enrarecido el clima de paz en el que pretende desenvolverse la ciudadanía, la que también apunta a lograr mayor participación, más igualdad y la profundización de la democracia.

La separación entre la gente y la política es un tema que aun no ha sido enfrentado como se debiera, aunque si bien hoy por hoy no es dramático, la clase dirigente debiera abordar con seriedad y despojada de personalismos y mezquindades para encontrar un cauce a los diferentes problemas sociales que viven los habitantes de la Capital Federal. Los actores políticos están siendo todos interpelados por la sociedad. En ellos está la posibilidad de poder resolver las demandas que la misma reclama.

La inexistencia de una oposición política organizada a través de los partidos políticos, impide en la Ciudad de Buenos Aires un aceitado funcionamiento de las instituciones, a la vez que se escamotea el debate político como mecanismo para resolver las controversias.

El sistema político que rige en el distrito adolece de un sistema electoral que regule el funcionamiento de los partidos políticos. Es claro que ello debería ser producto de la tan declamada reforma política, pero de ésta sólo surgió y fruto de las demandas ciudadanas la descentralización administrativa -Ley de Comunas- pero de la que aún hoy se tienen dudas de que pueda instrumentarse según surge del espíritu de la misma.

La clientelización de la relación entre organizaciones políticas y ciudadanos, de por sí deformadora de la institucionalidad y obstáculo para que los partidos políticos cumplan su función de sumar y representar intereses ciudadanos, se convirtió en un fuerte impedimento para que las organizaciones políticas derrotadas asumieran su rol de oposición con el fin de ejercer la crítica y convertirse en alternativa política. Así las cosas, es evidente que el sistema político porteño se encuentra incompleto, pues carece de un elemento fundamental para su plena vigencia y la eficiencia del estado de derecho: una oposición política.

La falta de una reforma política profunda dio nacimiento a mecanismos que, basados en una reproducción electoral dependiente del acceso al Estado facilita en muchas ocasiones, que los gobiernos de turno estimulen la deslealtad política, configurándose en una especie de sistema político del transfuguismo.

Pro y contra del macrismo

En este marco iniciará la Legislatura porteña su 15º período ordinario de sesiones, con un arco opositor fragmentado y un oficialismo en plena ebullición, ya que los diferentes espacios que convergen bajo el paraguas de Mauricio Macri no dan fin a las escaramuzas que a diario libran en el intento de ganar espacio en lo que por ahora ellos ven como la única alternativa política al kirchnerismo de cara al 2015.

Sin embargo, para que ello pueda convertirse en realidad la administración Pro elegida con un arrollador 65 por ciento del electorado -aunque en el período que se inicia sólo poseerá una mayoría relativa del Cuerpo- deberá ceder ante los requerimientos de algunos aliados que seguramente los tendrá, para así poder erigirse en el punto de partida de la construcción de nuevas instituciones que implementen políticas públicas que incidan en una mejor calidad de vida en todos los ámbitos de la sociedad porteña.

Es indudable que la voluntad ciudadana expresada a través de las urnas y que avaló a través del voto a la actual administración, es una oportunidad inexcusable para que la gestión macrista levante los primeros cimientos de un proyecto nacional que se proyecte hacia todo el país. Pero claro, únicamente cumpliendo con el precepto esbozado durante las campañas electorales, de bregar por “hacer una Buenos Aires más vivible” estarán dadas las condiciones para que el Gobierno del Pro de la Ciudad sirva a MM como plataforma de lanzamiento para alcanzar en 2015 el sillón de Rivadavia que desde hace ocho años ocupa el proyecto K.

También deberá tener en cuenta el macrismo la menguada capacidad de negociación del arco opositor para influir u obstaculizar las iniciativas del Gobierno a través del bastión legislativo en el que el cristinismo pretendía convertir a la Legislatura; ello sería como ignorar el rotundo triunfo del ex presidente de Boca. Es que si el kirchnerismo obra en el Parlamento nacional en consonancia con el 54 por ciento obtenida por Cristina Fernández de Kirchner, el jefe de Gobierno porteño también estaría en condiciones de revolear a la oposición con el 65 por ciento que obtuviera y que legitimó su reelección y la de su espacio político.

Sin embargo el Pro no podrá obrar de esa manera, en primer término por convicción, y en segundo lugar porque el Parlamento porteño tiene una diferente conformación que el Congreso nacional, donde el proyecto K cuenta con quórum propio y en cambio el oficialismo capitalino necesita de alianzas para cristalizar en los hechos sus promesas de campaña.

Así, la nueva mayoría relativa electoral del Pro se convierte en una minoría absoluta al momento de la aprobación de las iniciativas que el Gobierno necesita aprobar sus propuestas.

Apetencias personales

Sin embargo puertas adentro del macrismo -luego de la asunción del segundo mandato de MM- es donde han surgido las primeras escaramuzas por los espacios de poder. Las disputas están ligadas esencialmente a los nuevos posicionamientos que cada uno de los actores ocupará en los planes del jefe de Gobierno.

En ese marco las disputas se hicieron más evidentes en dos ministerios, en las que los titulares de esas carteras no aceptaron en un primer término la designación de legisladores que terminaron el 10 de diciembre último sus respectivos mandatos, como sus segundos en la tomas de decisiones ante lo cual, el titular del Ejecutivo debió tomar cartas en el asunto y ratificar los nombramientos.

Es cierto que inexorablemente Macri deberá producir retoques en su esquema de poder, y que ellos responderían a necesidades políticas y otros al desgaste que la función pública ejerce sobre quienes se desempeñan en cargos relevantes. Ello es conocido por todo el macrismo, pero también no es menos cierto que esos movimientos desesperan a la pléyade de dirigentes que ve en la candidatura del líder del Pro como la oportunidad única de “subirse al carro de los vencedores”, entonces trabajan incansablemente para desplazar a quien sospechan como un futuro adversario en sus apetencias de poder.

Si bien es cierto que lo descrito no es nuevo, aunque hubo un impasse entre la primera y la segunda vuelta electoral, que dieran como resultado el aplastante triunfo del líder del PRO, fue luego de esa victoria que comenzaron las disputas por el futuro, particularmente a partir del 10 de diciembre, después de que jurara el ex presidente de Boca Juniors para iniciar su segundo mandato.

Tampoco se pueden ignorar los desacoples entre el bloque oficialista de legisladores porteños y el Ejecutivo de la Ciudad: el jefe de Gobierno ejerció su facultad de veto para con alrededor de 100 leyes que, en su mayoría, contaron con el apoyo de la bancada macrista. Sin duda un signo evidente de falta de fluidez en la comunicación de ambos poderes.

Es evidente que esta situación es un obstáculo que Macri deberá sortear si realmente pretende que su gestión en la Capital sea la plataforma de lanzamiento para erigirse como líder indiscutido de una oposición que, si bien es heterogénea, deberá exhibir un programa mínimo de coincidencias que sean creíbles para la sociedad y no terminar en un fracaso como lo han sido las anteriores experiencias aliancistas.

Voceros oficialistas han asegurado a Parlamentario que estas pujas intestinas que asoman inevitables hacia el interior del Pro quedarán postergadas hasta 2013. Es que según afirman estos mismos voceros, es imprescindible que en los próximos dos años reine una tregua impuesta por el propio devenir de la gestión macrista, ya que se requiere que la misma resulte exitosa para encumbrar como referente opositor indiscutido al actual jefe de Gobierno.

El lanzamiento de un periplo nacional partidario con el objeto de construir alianzas en el interior del país con la mira puesta en 2015 no es antojadizo; quienes están a cargo de instrumentar el posicionamiento de Macri a nivel nacional conocen a la perfección los avatares que la fuerza política gobernante en la Ciudad atraviesa, pero como dijo a Parlamentario uno de los dirigentes encargados de esa movida, “más temprano que tarde se deberán acallar esas riñas que sólo deterioran la imagen de Mauricio y no beneficia a nadie en particular y menos a grupos que puedan estar peleándose por espacios de gestión”. Sin embargo se puede afirmar y esto quedó demostrado en reiteradas oportunidades que “cuando el río suena es porque agua trae”.

La distribución

La Legislatura iniciará sus sesiones ordinarias -aunque se especula que pueda realizarse algún llamado a extraordinarias-, con un pleno conformado por doce bloques: uno oficialista y once opositores.

Seguramente la fragmentación del arco opositor favorecerá al Pro al momento de tejer alianzas ya que de por sí, once bloques que militarían en la oposición muestra una clara evidencia de la fractura que afecta a la misma; sin embargo es sabido que puertas adentro de los núcleos legislativos más numerosos ya han mostrado claras diferencias a la hora de evaluar y emitir pronunciamientos respecto a la gestión macrista.

También hubo significativas señales de que alguna mano oficialista estuvo manipulando los trebejos del tablero parlamentario porteño. En esa labor -durante los últimos años- se han distinguido dentro del Pro el actual vicepresidente 1º de la Legislatura, Cristian Ritondo, y su antecesor en el cargo, Oscar Moscariello, que sin dudas jugarán un papel relevante en la conducción de la bancada a cuya cabeza quedó el novel jefe Fernando de Andréis.

Teniendo en cuenta la dispersión opositora y según las versiones de voceros oficiosos, el Pro tendría grandes chances de constituir alianzas que ayudarían al oficialismo a contar con quórum para sesionar y abordar cuestiones que no requieren de mayoría especial y así brindar a la administración de Mauricio Macri las herramientas necesarias para afrontar un futuro que a nivel nacional se esboza complejo y que llegaría tener consecuencias para la Ciudad de Buenos Aires, sino se obra a tiempo y en consonancia con las respuestas que requieren los problemas que acosan al mundo en su conjunto.

En cuanto a las leyes que deben ser sancionadas con mayoría especial, el espacio legislativo del oficialismo debería alcanzar coincidencias con sectores que, en principio, se muestran muy esquivos a facilitarle las cosas al macrismo, pero que sin embargo, como se pudo constatar en diciembre último, y según dice el refrán que “el pez por la boca muere”; ejemplo de ello fueron algunos legisladores que durante el período que ocuparon sus respectivas bancas se mostraron intransigentes en sus concepciones ideológicas, pero que terminado su mandato negociaron con el oficialismo algún cargo en las estructuras administrativas de la Ciudad.

Palos en la rueda

Desde el Pro salieron en los últimos días a denunciar un supuesto abroquelamiento antimacrista en algunos sectores de la oposición que complica los consensos y que en ese entramado estaban comprometidos el Frente para la Victoria, el ibarrismo y Proyecto Sur. Ello respecto a la facultad constitucional que tiene el jefe de Gobierno de vetar casi 100 leyes que –según su criterio- creaban dificultades al Poder Ejecutivo en cuanto a su implementación.

También desde el oficialismo se afirmó que sectores opositores “miran para otro lado” cuando de encontrar una solución al problema de los manteros se trata. Igual respuesta recibiría el Pro desde el arco opositor en los casos de los trapitos o cuidacoches y limpiavidrios.

Pero ello no es todo en cuanto a obstáculos o piedras en el camino que encontrará el macrismo durante el ejercicio del segundo mandato de Mauricio Macri: el retiro de la Policía Federal de las escuelas y hospitales públicos fue el primer acto de una serie de medidas que apunta a dificultar la gestión Pro; el traspaso intempestivo de los subtes a la órbita de la Ciudad sin los fondos correspondientes fue otro acto de acoso hacia la administración porteña.

Y, por último la puesta en vigencia de la tarjeta SUBE que permite continuar pagando el precio de los medios de transportes a valores subsidiados y que, “casualmente” afecta a los sectores de menores recursos y a la clase media porteña; ello sin dejar en cuenta que la tarjeta monedero que es administrada por la actual administración, dejará de funcionar a partir del 10 de febrero próximo, fecha en la que comenzaría a regir exclusivamente la SUBE.

Como se puede apreciar, el cuadro de situación para el macrismo en la Legislatura no será fácil ni sencilla. Sus referentes políticos deberán esforzarse para diagramar estrategias de alianzas para cada votación. Los cuatro o cinco votos que necesitan para aprobar una iniciativa, pareciera no ser mucho, pero todo dependerá de la muñeca política de sus operadores.