“Por supuesto que voy a comenzar por el agradecimiento a los periodistas de Parlamentario por la tarea que realizan y que todos mis colegas han destacado; a quienes participaron, diputados, senadores, periodistas. No sé si han cometido un error porque hay muy buenos diputados en la Cámara.

Quiero compartir este premio, como lo han hecho otros diputados, con mi equipo de colaboradores, equipo en el que siempre los legisladores necesitamos apoyarnos y que son la base de nuestra actividad.

Como ustedes saben, yo soy un diputado nuevo. Llevo nada más que dos años de mandato. No era ajeno a la política, ya que he ocupado otros cargos en el Poder Ejecutivo, pero estuve siempre especialmente vinculado a cuestiones atinentes al derecho, en la cátedra universitaria, en la Justicia y en mi profesión de abogado.

Pero debo decirles que esta primera experiencia en el Poder Legislativo me ha hecho tomar cabal conciencia de que este es el escenario eminente de la función política. No existe lugar más honroso que representar una porción de la soberanía popular. No obstante, todos tenemos que ser concientes de que en la percepción hay una asimetría muy grande entre lo que la gente piensa en general del Congreso y las funciones que tiene el Congreso en un régimen democrático.

Muchas cosas han conspirado contra esas funciones. Piensen ustedes que el Parlamento nació para limitar el poder del Rey, para sancionar los impuestos y para la disposición de tropas. Luego se convirtió en el órgano que representaba la soberanía popular por antonomasia y más adelante fue perdiendo importancia. La expansión del Ejecutivo se generó, entre otros factores, por las demandas sociales que requerían soluciones urgentes en las que los tiempos parlamentarios no eran los más adecuados, y dieron lugar a que muchas veces la administración actuara vía reglamentaciones o vía delegaciones en el marco de políticas que el Congreso, sin duda, debe marcar y fiscalizar.

Por otro lado, no ayudan tampoco los sistemas presidenciales, sobre todo los hiperpresidencialismos donde toda la concentración de la atención la tiene el Presidente de la República. Cuando alguien piensa que el Presidente de la República encarna la voluntad popular, es natural que crea que todos los que piensan distinto son lo que ponen palos en la rueda, son antidemocráticos, obstruyen la acción de Gobierno. Y entonces el Congreso termina siendo como un apéndice que estorba en lugar de ayudar.

Pero, por cierto, si llegamos a entender que el Congreso es un gran asamblea de gente libre, igual y diferente, y que es un espejo de la distintas concepciones e ideas que están dentro de una sociedad; si entendemos también que el espacio político es una parte de todo el espacio público y que lo que tiene que hacer el Congreso es poder construir democracia a través de la deliberación de los grandes temas, de los grandes asuntos, que preocupan a la sociedad; vamos a poder acercarnos más a la idea de que el Congreso de la Nación tiene un papel muy importante en lo que hoy la teoría política llama la democracia deliberativa.

No hay ámbito donde pueda producirse la deliberación y el acercamiento de ideas como el Congreso. Y todos mis colegas han aludido a la necesidad de acuerdos, a la necesidad de consensos. Por cierto, la democracia no elimina los desacuerdos, no elimina los conflictos, los conflictos también son necesarios dentro de la democracia. Lo que hace la democracia es permitir procesar pacíficamente la resolución de los conflictos. El consenso que se reclama es el consenso razonado, es decir un consenso basado en argumentos, un consenso basado en principios, un consenso a la luz pública con razones que puedan justificarse a la luz de principios morales y principios de justicia. Esto no es posible cuando uno entiende la democracia agonal, excluyente, en la cual se cree que hay un solo dueño de la verdad, en la cual se cree que el Congreso es nada más que un tránsito que hay que atravesar para cumplir con la voluntad de un mandamás que generalmente es el presidente.

Yo no sé cuáles fueron las razones que escogieron lo que me eligieron y me dieron esta honrosa distinción. Pero, si yo mismo pudiera elegir una cuyo ejercicio me enorgullecería, quisiera que destacaran la que, creo, debe guiar a todo parlamentario, que es el compromiso de reconocer al otro, el compromiso de escucharlo, de entender que el otro puede tener razones, el compromiso de estar permanentemente buscando una síntesis por encima de los desacuerdos. Si todos fuésemos capaces de construir un puñado, nada más que un puñado de acuerdos básicos que perduraran a través del tiempo no les quepa duda de que la Argentina entraría en un ritmo sostenido de desarrollo con inclusión y equidad social.

Por lo tanto, muchísimas gracias a todos. Recibo esta distinción como un estímulo para seguir persistiendo en esta senda inclaudicable de la búsqueda de acuerdos colectivos. Muchas gracias”.