Hoy, más que nunca, al conmemorarse el Día Mundial del Ambiente, es necesario ocuparse de nuestros glaciares, nuestros parques nacionales, nuestros mares y toda la maravillosa geografía con la que nos deleita esta querida Argentina y que exige cada vez más mayor responsabilidad y compromiso de nuestra parte para poder conservarla y preservarla como es debido para nuestro disfrute y el de las generaciones futuras.

En la Cámara Baja, hemos presentado sendos proyectos, algunos de los cuales ya cuentan con dictámenes favorables de comisión y están próximos a tratarse en el recinto. Todas tienen en común la intención de resguardar los recursos naturales como el de uso y acceso al agua, la creación de la cuenta natural dentro del Sistema de Cuentas Patrimoniales de la Nación, la prohibición de la circulación de cargas peligrosas por todos los parques nacionales y la insistencia neuquina para proteger el Parque Nacional Nahuel Huapi evitando que el corredor bioceánico circule por su interior, entre otras iniciativas que avanzan a paso lento y firme.

Debemos dejar que nuestro trabajo por el Ambiente sea guiado por el brillante discurso brindado por ex presidente Juan Domingo Perón en su Mensaje Ambiental a los Pueblos y Gobiernos del Mundo en 1972, en Madrid, donde estuvo exiliado desde la Revolución Libertadora, en 1955. Al cumplir 40 años, ese mensaje está más vigente que nunca y es hora de convertir esas palabras en acciones.

En él Perón nos hablaba de lograr una comunidad entre la humanidad y el ambiente, planificando las acciones extractivas económicas para asegurar el bienestar común porque la economía sólo tenía razón de ser si estaba al servicio del hombre. Pero también hizo hincapié en la valor estratégico que nuestros recursos naturales tenían y cómo debían ser protegidos frente al ataque del supuesto desarrollo económico como al de intereses foráneos. Y, en esto, es indiscutible la importancia que cobra el reclamo permanente de nuestra soberanía en Las Malvinas.

Hace 40 años Perón exigía que los pueblos y gobiernos del mundo tomaran conciencia de la marcha suicida que la humanidad había emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biósfera, la dilapidación de los recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobre-estimación de la tecnología y la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, a través de una acción mancomunada internacional. Y hoy este reclamo sigue siendo actual. Debemos tomar cartas en el asunto, todos, cada uno desde su lugar por el bienestar de las generaciones futuras o ¿nos vamos a permitir otros 40 años de inactividad? ¿Vamos a seguir permitiendo la desertificación, el calentamiento global, la evaporación de nuestras aguas?