Anticipándose al fallo de la Cámara Federal que agravó las imputaciones a los procesados por el accidente ferroviario de Once, que en poco más de un mes cumplirá un año, la Presidenta de la Nación encabezó el día anterior un acto en la Casa de Gobierno en el que anunció “la renovación ferroviaria más importante de los últimos 50 o 60 años”, tal cual su propia definición. Hablaba de la creación del Programa de Mejoramiento de Infraestructura Ferroviaria, por el que se adquirirán a China 55 nuevas formaciones para las líneas Mitre y Sarmiento. Anunció también la construcción de 60 pasos bajo nivel y 9 puentes en el Gran Buenos Aires.

El discurso presidencial constituyó la primera cadena nacional del año, pues contrariamente a lo imaginado, el acto de bienvenida a la Fragata Libertad no la tuvo. No era necesario. Ese día, el mensaje de Cristina estuvo imbuido por un espíritu épico y la Presidenta trató de mostrarse moderada. Lo consiguió sobre todo al final, aunque antes, fiel a su naturaleza, no omitió referencias críticas hacia quienes generaron el endeudamiento y sobre todo a los que alzaron diversos razonamientos durante el tiempo en el que la Fragata estuvo retenida en el puerto de Tema.

Igual que la fiesta, el discurso pareció dirigido fundamentalmente a los convencidos. Desde hace tiempo el gobierno persiste en esa conducta que lo hace mantenerse fiel a los fieles y hostil con los hostiles. Pareciera convencido de que lograr una elección tan rotunda como para alcanzar los dos tercios para reformar la Constitución es un imposible, por lo que esa ambición no merece ningún tipo de renunciamiento.

Más tela para cortar dejó el discurso del día siguiente, y no necesariamente por los anuncios ferroviarios. En el mismo, la Presidenta confirmó el superávit comercial de más de 12 mil millones de dólares, que era la meta propuesta cuando se le encomendó a Guillermo Moreno imponer las trabas necesarias para alcanzar la superada meta de 10 mil millones. Luego avanzó hacia un tema del que generalmente no habla, o que al menos no asume como responsabilidad propia: la inflación.

Las mediciones privadas de las consultoras que debieron resguardarse en el Congreso para seguir difundiendo sus cálculos sin exponerse a represalias, cerraron el año redondeando una inflación promedio del 25 por ciento, que establece un piso bastante alto para el año ya en curso. Los primeros apuntes y cálculos hacen prever una cifra del 30 por ciento para 2013, si se tiene en cuenta que el año arrancó con aumentos de impuestos y tarifas que gobernadores e intendentes están aplicando para afrontar las estrecheces que la coyuntura les augura.

A ellos se dirigió Cristina cuando en su discurso del jueves pidió el “esfuerzo” de gobernadores e intendentes para que los aumentos de tasas y tarifas sean graduales y no impacten sobre la actividad económica. Más allá de las respuestas de quienes están decididamente ubicados en la vereda de enfrente, la advertencia corrió también para los propios, aunque bien sabe la Presidenta que ninguno volverá sobre sus pasos. Si bien el manual básico de la política indica en sus primeros capítulos que los ajustes deben ser reservados para los años pares -léase “no electorales”- la coyuntura es tan seria que no les queda otra que nutrir a través de esos incrementos sus recursos fiscales escasos.

La referencia de Cristina dejó bien claro que buena parte de las culpas por la aceleración de precios les serán endilgadas a esos gobernantes. Justamente previendo eso, alguien de la oposición le advirtió al gobernador Daniel Scioli a mediados del año pasado, cuando el bonaerense estaba en plena crisis por el pago de aguinaldos, que “el gobierno lo único que coparticipa es el ajuste”.

No serán los gobernantes distritales los únicos acusados por generar inflación. Como es uso y costumbre, los dirigentes sindicales se cansarán de repetir que el gobierno “no ha puesto techo para las negociaciones”, cuando se inicien próximamente las negociaciones paritarias, pero es un secreto a voces que el gobierno no quiere que las demandas superen el 20 por ciento. El año pasado esa cifra era del 18, y en general fue superada, pero con todo va detrás de la inflación. Previendo eso, ATE provincia se descolgó anticipando un pedido del 49 por ciento que a todas luces lució exorbitante, pero sus representantes lo justificaron en lo que perdieron con la inflación la registrada y lo que pasará con la futura. Las demandas más moderadas de los sindicatos no alineados con el gobierno arrancarán en el orden del 30 por ciento, y esos gremialistas serán sumados a la cadena de responsabilidades de la inflación.

Mauricio Macri hizo su aporte. El factor sorpresa no está entre sus virtudes, y era de manual que, como anticipamos aquí mismo, insistía en menear el valor de 6 pesos para el costo del pasaje del subte para morigerar el impacto del aumento real que estaba previendo. Llamó la atención la premura con la que trasparentó sus intenciones, al llamar a una audiencia pública para elevar el precio a 3,5 pesos. Con esa convocatoria, el gobierno porteño contrarresta los eventuales planteos judiciales que igual presentarán para impedir el aumento, pero realmente conmueve que la primera -y única- medida de Macri tras aceptar por primera vez el subte haya sido el año pasado aplicar un aumento del 127 por ciento, y ahora haya iniciado su gestión definitiva al frente del servicio suspendiendo primero la línea A por 56 días y luego aplicando un nuevo incremento del 40 por ciento.

Hace méritos Macri para ser incluido por el kirchnerismo en el rol del opositor deseado. El gobierno no quiere sorpresas en ningún aspecto y mucho menos en el plano electoral, de ahí que prefiera al jefe de Gobierno del otro lado del ring, para ponerlo como ejemplo en temas como el manejo del subterráneo a la hora de los mensajes desde el atril, más allá de que las segundas líneas terminen negociando en la Legislatura acuerdos en temas comunes y puntuales.

Acostumbrado a manejarlo todo, el gobierno elige rivales, y en ese sentido, así como ha ubicado a la derecha al jefe de Gobierno porteño, a la izquierda puso sus ojos también en Hermes Binner. Al socialismo santafesino le viene pegando desde que estalló el escándalo del narcotráfico en esa provincia y la última semana se dedicó a “atender” al ex gobernador por cuanta cosa dijo. Se la dejó picando al kirchnerismo Binner cuando elogió al partido de gobierno en Ghana por su exhibición de independencia de poderes, y se ganó que le mandaran a todo el socialismo K a pegarle cuando criticó la manera como en Venezuela se dispuso la continuidad del mandato de Hugo Chávez.

Está claro que el kirchnerismo prefiere encumbrar opositores que le parecen “convenientes”, a hacer crecer a aquellos que desde el propio justicialismo puedan llegar a agitar las aguas cuando llegue el momento de los reacomodamientos internos, mirando a 2013, pero pensando en 2015.