– ¿Va a convocar a extraordinarias? –preguntó este periodista durante un encuentro informal del que participaban otros colegas.

– No, ¿para qué?… –fue la respuesta firme y convincente de la Presidenta de la Nación.

Si circunscribimos el diálogo a ese intercambio, aparecerá Cristina Kirchner faltando a la verdad, habida cuenta de que el último día hábil de esta semana convocó a extraordinarias para tratar el controvertido acuerdo con Irán. Y en realidad, en ese momento de fines de noviembre pasado la consulta apuntaba en realidad a la eventual reapertura del canje de deuda, supeditada a las resoluciones que vaya a adoptar la Cámara neoyorkina, que en caso de acceder al pedido argentino ameritaría una ley del Congreso. “No, ¿para qué?… Si la convocatoria de la Justicia norteamericana es para el 27 de febrero”, fue la frase presidencial completa.

En rigor de verdad, dos veces terminó convocando Cristina a extraordinarias, pero claramente no estaba previsto que lo hiciera, al menos por esos temas. Tras los graves incidentes que generó el fallo del juicio por Marita Verón, tuvo que hacer que los diputados convirtieran en ley la reforma sobre Trata de Personas que contaba ya con la aprobación del Senado. Y ahora debió llamar a las dos cámaras para discutir el memorando de entendimiento con Irán.

Está claro que el gobierno no corre ningún riesgo en el Congreso con el tratamiento de esa cuestión, que como tantas otras será “exprés”, cuestión de atravesar ambas cámaras en un lapso de tres semanas. Pero muchos se preguntaban este fin de semana qué necesidad tiene el kirchnerismo de hacer pasar el acuerdo por ese tamiz. No hay ninguna razón por la que una ley del Parlamento tenga que convalidarlo, sólo el deseo del gobierno de sumar voluntades a favor de un tema que genera más controversias que consensos.

Y habida cuenta del rechazo que ya ha anticipado buena parte de la oposición, no será un muy buen antecedente para avanzar en este acuerdo con los iraníes. “Tampoco será tan contundente la cantidad de votos en contra”, aclaró a este medio un observador imparcial, haciendo números. En el Senado, con sus apoyos habituales el oficialismo tiene asegurada una base de 45 votos afirmativos, esto es más del 60 por ciento del Cuerpo. En Diputados, el rechazo puede sumar más, pero el kirchnerismo juega con un dato que fue una constante el año pasado, en el que dominó a gusto ambas cámaras: mientras el oficialismo es monolítico en el recinto, la oposición suele retacear su presencia a la hora de las votaciones que sabe que inexorablemente perderá. Eso hace más abultados los guarismos, y es algo que la oposición no termina de aprender.

Seguramente esa será una de las razones de la premura K por tratar el tema en extraordinarias, cuando el ausentismo de las fuerzas opositoras será más notoria.

Un dato para tener en cuenta: de los 48 diputados que el año pasado tuvieron asistencia perfecta a las sesiones, 41 eran del Frente para la Victoria y seis de sus aliados. Sólo uno, el radical Ricardo Gil Lavedra, es de la oposición. En el Senado, en tanto, 26 miembros no faltaron nunca, y de ellos 24 son del oficialismo. Evidentemente dominar las cámaras genera satisfacciones, pero a partir de obligaciones que cumplen a rajatabla.

Amén del resultado en la votación, fuentes kirchneristas confiaron el malestar que advirtieron en la Presidenta por la airada reacción adversa de las entidades judías al acuerdo. La buena relación con la misma era un valor que Cristina Kirchner supo cosechar de los años en que participó como legisladora de la Comisión Bicameral que investigó los atentados a la AMIA y la Embajada de Israel. El acercamiento con Irán inexorablemente ha deteriorado la relación. Es verdad que la investigación estaba empantanada y sin ninguna posibilidad de avanzar ante la intransigencia iraní, pero hay que ser más que optimista para pensar que ese país llegará a entregar a alguno de los que para la Justicia argentina son sospechosos. Para mensurar el peso específico de esas figuras, vale mencionar que dos de ellos tienen aspiraciones presidenciales para las próximas elecciones iraníes.

De todos modos, el gobierno tiene frentes abiertos mucho más complicados que ese externo. Finalmente admitió como un problema serio el de la inflación, al acordar un congelamiento de precios por dos meses. La medida no figura en ninguna cláusula oficial, ni apareció en el Boletín Oficial; es producto de un acuerdo con las grandes cadenas de supermercados al que se fueron sumando luego otros actores. Y generó tantas críticas como escepticismo.

Como plan para frenar una inflación que los economistas proyectan para el año en curso en el orden del 30%, el anuncio resulta por lo menos exiguo. Más que nada se lo interpretó como un intento por generar un clima de cierta estabilidad que ponga algo de mesura en tiempos de paritarias. Resulta difícil imaginar de todos modos que los sindicalistas vayan a modificar demasiado los porcentajes que ya han esbozado. Y lo que más inquieta al gobierno es que la diferencia entre lo que piden desde las centrales opositoras no difiere demasiado de las demandas de la CTA de Yasky y, sobre todo, la de Antonio Caló.

Con cierta premura, pero sobre todo deliberadas intenciones, desde el sindicalismo opositor comenzaron a deslizar versiones sobre un futuro reagrupamiento entre las CGT, sobre todo a partir de expresiones del lucifuercista Oscar Lescano, que milita en la central obrera oficialista, pero que reclama para sus afiliados un aumento siete puntos por encima de la pauta oficial.

Nadie tiene dudas de que este año será muy conflictivo en materia sindical y muchos insisten en preguntarse las razones por las que, previendo lo que venía, la Presidenta optó por la confrontación con Hugo Moyano, que acabó por alejarlo del oficialismo.

La respuesta proviene del propio kirchnerismo. Un funcionario que tiene despacho en la Casa de Gobierno señalaba esta semana a quien esto escribe: “¿Por qué pensar que Cristina no pensó que podía seguir necesitándolo cerca al ‘Negro’? ¿No será que lo hizo ir sabiendo que de todas formas terminaría alejándose? ¿O vos pensás que si no hubiera habido confrontación, hoy Moyano estaría mansito, aplaudiendo a la jefa en los actos?”. En el manual kirchnerista, siempre es preferible echar a alguien, a que se te vaya solo.