Cuando se llevan a cabo elecciones, la ciudadanía vota a sus representantes y se produce el proceso de legitimación-empoderamiento de esos nuevos funcionarios electos para cada poder de la República. Esa legitimidad, se sostiene a partir de la confianza depositada con el voto sobre la persona elegida para ser representante por una determinada cantidad de años y bajo normas y reglamentaciones que le darán marco a su acción.

Pero en nuestro país, la doble moral del peronismo (en todas sus versiones), hace que la ingeniería electoral suplante a la ética institucional y con ello se lleve a niveles extremos el deterioro en la credibilidad de la democracia como sistema político y forma de vida.

Este año, asistiremos a la presentación de intendentes, gobernadores, funcionarios del Ejecutivo, etc. que se presentarán en listas para las elecciones a cargos legislativos, sabiendo que el día posterior renunciarán para dar lugar a que asuma otro candidato menos conocido por la gente.
De esta forma, la “fama” vencería a cualquier tipo de proyecto real para los cargos en disputa, con el objetivo de obtener la re-reelección en uno de los casos o la obtención de votos que sirvan a la perpetuación en el poder como fin en si mismo.

Cuando la búsqueda del poder muta, abandonando la perspectiva de la transformación para anclarse en la mera permanencia, el interés general es cambiado por el interés personal espurio y la búsqueda de impunidad.

Desafiamos a quienes engañan mediante artilugios, de esta índole plesbicitar a sus funcionarios, a ver que dice la ciudadanía, de los que manejan los trenes, la luz, futbol para todos, el uso indiscriminado de la pauta oficial para benificio propio, la salud la educacion publica, los subtes etc.
No refugien mas detrás de luces de neon, de las encuestas pagas a quienes gestionan tan mal que no hay antecedente.

Quedará exclusivamente en nuestra participación como ciudadanos informados, optar por la alternativa de la decadencia y la destrucción de la institucionalidad o la posibilidad de fortalecer las instituciones, generando previsibilidad, empoderamiento legítimo y una democracia fuerte en la cual podamos creer.

Alejandro Caracciolo es dirigente UCR Ciudad de Buenos Aires