Esta semana el gobierno brasileño anunció que planea suprimir gravámenes federales que recaen sobre los alimentos básicos.

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, dijo en rueda de prensa que Brasil necesita una estructura tributaria más racional y propuso una rebaja de impuestos para controlar la inflación y para que la economía del país gane en competitividad.

Del mismo modo, confió en que a partir de 2013 Brasil tendrá un crecimiento “sostenible y continuo”, gracias a la mejoría de la tasa de cambio, a las inversiones públicas realizadas y a la reducción de los tipos de interés. Rousseff reiteró que el Gobierno deberá tratar el desarrollo de las infraestructuras como “una obsesión” para contribuir a la mejoría de la competitividad.

No puedo ocultar el impacto favorable que me produjeron estos anuncios, al revivir con su lectura uno de mis primeros proyectos parlamentarios que he presentado en el Congreso de la Nación.

En efecto, propuse la rebaja del Impuesto al Valor Agregado (IVA) para productos de la Canasta Básica Alimentaria, con un régimen diferencial por regiones, en el Proyecto de Ley (Expediente 2155-D-2012), de fecha 13 de Abril de 2012, cuyo tratamiento preferente he reclamado ahora por nota al Presidente de la Cámara de Diputados, Julián Domínguez.

Dejé expresado en los fundamentos del proyecto de ley, que la posibilidad de implementar una rebaja del IVA para los alimentos ha sido siempre motivo de especial interés legislativo, dado que la Argentina es uno de los países del mundo con las más altas alícuotas sobre bienes de consumo masivo, y por su alta sensibilidad para combatir la pobreza y la indigencia.

También he señalado que la alícuota general del 21 % que pagan hoy la mayoría de los productos alimenticios en nuestro país, con las pocas excepciones del pan, la leche y el agua ordinaria natural, – que están exentos del impuesto-, y las carnes, frutas, legumbres y hortalizas, la harina de trigo, galletas y bizcochos, – que están gravadas con el 10,5 %-, resulta claramente excesiva.

Dicha alícuota del 21 % para el IVA ocupa actualmente el puesto número trece (13) entre las más altas del mundo, siendo que casi ningún país la supera en el continente americano.

Según mi iniciativa, la reducción del IVA podría tener una aplicación
gradual, comenzando por las regiones del país de menor desarrollo
relativo y mayores índices de pobreza e indigencia, (como el NEA y
el NOA), siguiendo prioridades regionales, de estricta justicia.

A su vez, con la diferencia de alícuotas por regiones y Provincias he recogido la experiencia de países vecinos como el Brasil, donde el impuesto tiene raigambre estadual y no presenta mayores inconvenientes su aplicación diferenciada en el territorio nacional.

Estoy convencido que si Dilma anula el IVA a la canasta básica, Cristina debería imitarla ya mismo.

El congelamiento de precios en las cadenas de supermercados por 60 días es una experiencia que ya hemos vivido, como un paliativo transitorio, de corto plazo, que no ha tenido buen resultado en el país, desde su aplicación hace varias décadas.

Esa medida aislada, sin insertarla dentro de un plan integral de metas de inflación, con negociación y control a los formadores de precios, parece más bien una excusa para ponerle un techo a los reclamos salariales, que se tramitan en las paritarias.

Se trata de un recurso muy limitado y cuestionable para controlar la inflación, un flagelo que se proyecta con inusitada aceleración este año y que, como es sabido, la terminan pagando siempre quienes menos tienen.

La rebaja de impuestos a la canasta básica alimentaria es en cambio una medida más estructural y progresista. Forma parte de un sistema tributario de mayor equidad y progresivo, que tiende a que haya menos carga sobre los impuestos al consumo y más sobre la renta, como la mejor manera de reducir la fuerte desigualdad social que hay aún en nuestro país.

Por cierto, resulta imprescindible ahora, cuando el país necesita detener, por todos los medios, la actual escalada inflacionaria.

Con toda sinceridad, seguir aplicando el IVA de 21 % sobre productos de primera necesidad no puede considerarse bajo ningún aspecto una política progresista.

Si el gobierno del Brasil, está preocupado por una inflación que ha llegado al 5,8 % durante 2012 y se dispone a eliminar impuestos sobre la canasta básica alimentaria para contener la inflación, cuesta encontrar razones para no seguir su ejemplo en nuestro país.