Más inoportuno no podía haber sido el vocero de la cancillería iraní al señalar que el ministro iraní Ahmad Vahidi no será indagado en el marco de la causa por la voladura de la AMIA. Sonó casi como un desafío, más allá de la menguada aclaración posterior iraní, y quedaron picando en el área del Congreso argumentos que la oposición aprovechó para disparar contra la férrea defensa oficial. Es que justo al día siguiente se iniciaba el debate del acuerdo con Irán en el Parlamento y la oposición pudo emprender una renovada ofensiva contra el mismo.

Más allá de las expresiones del cada vez más pintoresco Luis D’Elía, que en medio de la polémica definió a Vahidi como “un general muy prestigioso”, el kirchnerismo apeló a su probada capacidad oratoria para justificar su respaldo al memorando, no sólo rechazando de plano cada observación, sino también acusando a quienes las hacen. Le endilgaron al menemismo haber contribuido al encubrimiento de la investigación y a los radicales no haber hecho nada para que avanzara la causa en sus dos años de gobierno, asumiendo para sí el mérito de haber sido “el único” que se ocupó realmente de buscar desenmarañar la madeja.

Desde los familiares de las víctimas, Laura Ginsberg replicó que de los 19 años que han pasado desde el atentado, 10 corresponden a la gestión kirchnerista.

Con todo, tal cual anticipamos el oficialismo impondrá la aprobación del acuerdo sin ningún apremio. El jueves que viene recibirá media sanción en el Senado y tal cual anticipó el presidente de la Cámara baja, Julián Domínguez, será tratado el martes 26 en un plenario de comisiones de Diputados y al día siguiente convertido en ley en el recinto. Como en números pierde todas las votaciones que no necesiten los dos tercios, la oposición apelará entonces a lo único que tiene a mano: retacear el quórum.

Especula con que el oficialismo tenga que transpirar para reunir a los 129 diputados que necesita para arrancar el debate, y tiene un elemento extra: este verano dos diputados oficialistas han dejado el Congreso para ocupar cargos ejecutivos en sus provincias. La tucumana Beatriz Mirkin, que renunció a su banca para asumir como ministra de Desarrollo Social; y el chubutense Carlos Eliceche, que pidió licencia para asumir hace dos viernes como jefe de Gabinete de la administración de su ex rival Martín Buzzi. Como todavía no fue aprobada esa licencia por un año, no debería sorprender que el chubutense se haga tiempo para aparecer en el recinto y tomar parte al menos de la primera parte de la sesión, mientras que lo de Mirkin es más complicado, pues su reemplazante no podrá jurar hasta tanto no arranque la reunión.

Así las cosas, la secretaria parlamentaria del bloque, María Teresa García, no se despega del celular estos días para llamar uno por uno a sus compañeros de bloque y aliados para asegurarse de que vuelvan de vacaciones la última semana de febrero para tener asistencia perfecta y garantizar la sanción del acuerdo. Podrá costarles, pero cosas más difíciles ha logrado el kirchnerismo estos años.

Si bien se descuenta que el acuerdo será aprobado por el Congreso argentino con la celeridad que le impuso el gobierno nacional, no tan claras están las razones para impulsarlo. A las dudas que dijo compartir el propio Timerman, sobre la posibilidad de que el régimen iraní permita ya no detener, sino al menos indagar a los sospechosos, hay que sumar la certeza de que la relación con Israel ha resultado seriamente dañada, al menos en lo que respecta al gobierno kirchnerista. Y por elevación, la ya difícil relación con Estados Unidos se ha complicado aún más.

De todas maneras, el mal clima internacional para con nuestro país no necesariamente podría repercutir en el plano interno, sobre todo de cara a las elecciones de este año. Las encuestas que maneja el kirchnerismo no auguran pérdida de votantes propios por esta cuestión que, por el contrario, suma para su épica. Y muestra al gobierno para una parte de la sociedad ajena a la trama fina de la causa AMIA tan activo como gusta exhibirse. Los perjuicios, de haberlos, no serán inmediatos, suponen en el núcleo cerrado del kirchnerismo.

Un espacio donde no cayó para nada bien la reunión que se supo esta semana que mantuvo Daniel Scioli en diciembre pasado con Julio Cobos. Aunque en rigor, los kirchneristas entienden que les sirve para ratificar lo que no ocultan pensar sobre quien fuera vice de Néstor Kirchner. “Ningún kirchnerista que se precie se reuniría con Cobos”, deslizó el viernes a este medio un funcionario en la Casa de Gobierno. El gobernador bonaerense se asume kirchnerista y dice que sus antecedentes lo avalan como tal. Pero íntimamente no debe caerle mal que se agite esa ambivalencia que le hace captar simpatías del otro lado de la trinchera.

Hay incluso quienes sospechan que fue el propio Scioli el que autorizó al mendocino a que dejara trascender la existencia de esa cena. En su entorno, una fuente consultada por este medio reiteró que “él habla con todo el mundo”, de modo tal de darle naturalidad a semejante encuentro. Y recordó que “cuando fue lo de Wikileaks, quedó claro que lo que Daniel dice en privado, lo dice en público”.

De todos modos, trataron de mostrar a Scioli atento a “los problemas reales” de la provincia y ajeno a esas cuestiones que sólo sirven para las especulaciones políticas. “Hoy el gobernador está con la mente en las paritarias docentes, las paritarias estatales, la asamblea legislativa del 1° de marzo, la seguridad… está pensando en otras cosas”, dijo ese colaborador.

Y más vale que se preocupe de esas cosas, sobre todo de las negociaciones salariales, que marcarán el ritmo financiero de la provincia para el resto del año. Las negociaciones con los docentes están “en la tensa y plena conversación”, tales las palabras de un hombre cercano al gobernador, que admitió que el porcentaje que se acuerde será un espejo del que establezca la Nación, que ya cerró unilateralmente en 22.

Puntos más, puntos menos, para pagar lo que arregle necesitará inexorablemente asistencia de la Nación. Se espera entonces que más temprano que tarde comience el toma y daca con la Rosada, que estará seguramente matizado por el clima electoral. ¿Qué piensa Scioli al respecto? “Desde ya tiene la confianza de que el vínculo con Nación sigue siendo el de siempre”, confiaron desde su entorno, hablando su mismo idioma.