El representante de Proyecto Buenos Aires Federal (ProBAFe) en el Senado, Samuel Cabanchik, presentó su informe de gestión 2007-2013, en el que informó las iniciativas más destacadas que impulsó como legislador en representación de la Ciudad.

Mediante un dossier, Cabanchik resalta proyectos relacionados con el Acceso a la Información Pública, la Boleta Única, la Ley de Educación Superior, la recuperación de la Confitería del Molino, la Ley Nacional de Cultura, la Pensión para Escritores, la Regulación de la Publicidad Oficial, la Ley de Dignidad en el Proceso de Muerte y la Ley de Infecciones Hospitalarias, entre otros.

El editorial de Cabanchik de su informe de gestión

Difícil es para mí, en la presentación de un breve informe de gestión, dar cuenta cabalmente del profundo sentimiento que me acompaña, desde que fuera honrado por la ciudadanía porteña, para desempeñar el cargo de Senador de la Nación en representación de nuestra querida ciudad.

He intentado al menos, modestamente, estar a la altura del honor y la responsabilidad que se me concediera, disponiendo de mi banca en beneficio de la representación de la Ciudad Autónoma, pero también procurando integrar dicha voluntad política en el cuerpo común de una perspectiva federal.

La contingencia de que este informe de mi gestión coincida con la celebración de los treinta años del retorno de la democracia, me lleva a superponer al balance personal con el del país en su conjunto, teniendo conciencia de haber transitado por la huella de la política nacional en el período de la consolidación democrática, contando para ello con un equipo de hombres y mujeres que sumaron su trabajo entusiasta y brillante para que así fuera posible.

En efecto, el contexto en el cual se aplicaba aquella idea de que estábamos en transición hacia la democracia ha sido felizmente superado, luego de la dura crisis política que vivimos en 2001. Es un logro de la sociedad argentina en su conjunto, que también muestra por contraste, lo mucho que falta conquistar en las más diversas materias que hacen al pleno desarrollo de una vida social, económica y política más madura y armónica, integradas en una expresión cultural que celebre la grandeza de nuestro pueblo.

Pero estar aún a apreciable distancia del ideal de democracia que quisiéramos ver realizado en nuestro país, no debe hacernos olvidar ese sentimiento de libertad que sentimos el día de su recuperación y que es lo que ninguna forma de democracia puede sacrificar sin pervertir su contenido.

Tampoco debe impedir que apreciemos cuánto hemos logrado como sociedad en el camino recorrido desde entonces: justicia frente a los crímenes de la dictadura, progresivo protagonismo popular ganando las calles en muchos pueblos y ciudades del país, continuidad de las instituciones –dificultosa, pero continuidad al fin– y, sobre todo, la permanencia del “nunca más”, bandera cuyo reverso positivo es seguir afirmando, mayoritariamente, el deseo de democracia –de más y mejor democracia.

Lo común a todas esas expresiones de la libertad democrática es la pérdida del miedo. Eso me parece reconocible entre nosotros: hemos perdido el miedo, no todos los miedos propios de nuestras complejas sociedades sino, en última instancia, el miedo a la libertad.

Alerta siempre hay que estar; activos cotidianamente en el cultivo de la libertad también, porque el autoritarismo y el abuso son un potencial del ser humano, demasiado omnipresente en la sociedad argentina como para dormirnos en los laureles que supimos conseguir.

Es cierto que estos son días de profundas divisiones políticas entre los argentinos, que no deberían cristalizarse sino alimentar a la democracia como un proceso abierto e infinito. Porque la democracia no puede tener una forma fija, ya que su sustancia es el exceso mismo de la vida en común, portadora tanto de acuerdos como de desacuerdos. En su expresión más justa, la democracia política coincide con la creación cultural y la vida de la razón como conversación potencialmente universal, es decir, inclusiva de lo humano como tal, más allá de toda idiosincrasia, pero a través de cada idiosincrasia.

En todo caso, eso es lo que me ha inspirado en mi paso por el Senado y ha orientado el rumbo de los proyectos, intervenciones y votaciones que desde mi espacio, Proyecto Buenos Aires Federal, he llevado adelante, cumpliendo con el pacto implícito de representación con nuestros votantes, realizando algunas de las propuestas electorales de 2007, acompañando otras propuestas cuando las evaluamos convergentes con dicha orientación, oponiéndonos cuando debíamos, e intentando contribuir con mejoras aun cuando las mayorías parlamentarias conformadas cada vez no se hicieran eco de nuestras propuestas.

Todo ello ha respondido a la convicción esencial de que la confrontación que persiste entre los argentinos, en términos de “oficialismo” y “oposicionismo”, es estéril. La política debe reconocer y dinamizar los conflictos, pero también administrarlos y superarlos en beneficio del crecimiento de la sociedad en su conjunto, no sólo del grupo de afinidad o pertenencia.

Las transformaciones políticas en el seno de la sociedad se desenvuelven en tres planos sobre los que mi tarea legislativa se asentó: el del poder institucional en el marco republicano, desde el cual debe darse respuesta a las necesidades económicas y sociales, el de la formación de la opinión pública a través de los medios masivos de comunicación y el de la conformación de la sensibilidad, cuyos instrumentos capitales son la educación y la cultura, áreas en las que hemos trabajado muy especialmente.

Quisiera, a través de este informe, reafirmar mi compromiso de continuar en el camino de construir de esta manera, colectivamente, nuestra democracia, de darnos nuestras formas, siempre abiertas a su renovación, afianzando la singularidad de una cultura, mestiza como todas, pero también única en la aceptación de sí, que debiera habitarla –mucho más de lo que lo hace, por cierto.

Con la confianza de que seguiremos juntos en este camino, comparto con Uds. este informe de gestión sin beneficio de inventario, sino sólo a fin de que en el fárrago de la información política, –que a esta altura no logra sustraerse casi nunca a la confrontación referida más arriba–, tengan los elementos de juicio necesarios para la formación de su propia perspectiva.

Que vibre en cada argentina y argentino esa sentida libertad de participar en pie de igualdad en el acto de autodeterminarnos y en la práctica política de hacer de la democracia, algo que sin cada uno de nosotros no existiría porque le faltaría su esencia, ese coeficiente de libertad singular e irrepetible que toda existencia encarna, porque cada una y cada uno debe saberse valiosa y valioso para todos, para la realización, proyectada más que realizada, de nuestro ser en común.