La oposición peronista hace tiempo que analiza bajo qué rótulo enfrentar al gobierno nacional. Cuando hace cuatro años consiguió vencer al kirchnerismo en el principal distrito del país, bajo la denominación Unión-PRO, y poco después se constituyó en el Congreso como Peronismo Federal, identidad que aún se mantiene en el Senado, pero que conforme fue desarmándose en la Cámara baja, mutó allí por Frente Peronista.

“Peronismo disidente”, “peronismo anti-K”, o el más moderado “peronismo no kirchnerista”, son denominaciones con las que se suele llamar a quienes hoy prefieren se los denomine simplemente “peronistas”. No es que la reunión de la última semana haya representado un punto fundacional en este sector, pero de cara al tiempo de definiciones que se plantea, los peronistas alejados del gobierno se reivindican como tales y han resuelto que lo que tienen enfrente ha logrado la autonomía suficiente como para ser conocido como kirchnerismo a secas, o cristinismo, en su versión más radicalizada.

Así las cosas, ellos han resuelto reivindicar su peronismo como punto de inicio hacia las legislativas de este año y el aglutinamiento que pretenden para 2015.

De cara a esos objetivos, nada más simbólico que iniciar este camino el Día del Trabajador, con los actos del 1° de Mayo celebrados en Córdoba, donde las cuatro figuras centrales fueron el anfitrión, José Manuel de la Sota, el exministro Roberto Lavagna, el jefe cegetista Hugo Moyano y Francisco de Narváez. Hubo muchos más, comenzando por otro jefe sindical como Luis Barrionuevo, el entrerriano Jorge Busti y miembros de otras vertientes del peronismo, sciolismo incluido.

Se los vio al diputado Jorge Yoma, quien ya se asume cercano al mandatario provincial, y al propio “Pepe” Scioli, hermano del gobernador, más allá de que oficialmente hoy reporte al denarvaísmo.

Las fotografías que los mostraron causaron seguramente efecto en el gobierno nacional, pero allí se guardó un silencio que no pudieron mantener en el macrismo, donde inmediatamente se escucharon voces críticas muy cercanas al jefe de Gobierno porteño. Para cuidar las formas, Mauricio Macri no abrió la boca, pero sí lo hizo el secretario general del gobierno de la Ciudad, Marcos Peña, hombre del riñón macrista, quien calificó como “foto del pasado” a la reunión cordobesa.

La réplica de Roberto Lavagna no tuvo el tono rupturista que se trasunta de la fría lectura de sus palabras -“a mí tampoco me gustaron las fotos del Borda”-, pero alcanzó para poner interrogantes a su alianza en ciernes con el macrismo. El propio Hugo Moyano también se ocupó de marcarle el territorio al expresidente de Boca. Al concluir la jornada, la tormenta había amainado, aunque los resquemores persisten. Ninguna de las partes quiere que la sangre llegue al río, aunque no quisieron privarse de hacer cada uno su demostración de fuerza.

El jefe de Gobierno porteño está presente en ese acuerdo expuesto en Córdoba. Pensando en 2015, Macri está obligado a ampliar su base de sustentación y mal que le pese a buena parte del PRO, necesita hacer pie en el peronismo no kirchnerista. Ese es el origen de su acuerdo con Lavagna por el cual le dejará el primer lugar de la lista para senadores en la Ciudad de Buenos Aires. ¿Qué necesidad tiene el PRO de regalarle a un aliado una de las dos bancas que probablemente obtendrá en la Cámara alta, cuando bien podría asegurarse a dos figuras propias allí? Sucede que Mauricio Macri está obligado a mirar más allá del PRO.

Lavagna ya dejó claro que no será “candidato del PRO”, sino de un frente que lo incluye. En realidad, es al revés; en el distrito porteño el PRO sumará a peronistas como el exministro de Economía y, entre otros, al jefe del gremio rural Gerónimo “Momo” Venegas y su flamante Partido FE.

Venegas y Moyano son vistos como aliados clave para las legislativas, pues aseguran una fiscalización imprescindible para esos comicios. Pedirán también incluir gente en las listas. Es parte de una farragosa negociación.

Alentado por las encuestas que lo han hecho revivir de las cenizas, Francisco de Narváez ha recobrado protagonismo, al punto de haber sido invitado a la firma de ese acuerdo celebrado en Córdoba. Hace tiempo que su enemigo dejó de ser Daniel Scioli y se siente más a gusto apuntándole a Sergio Massa, el único que podría arruinarle las ilusiones. Hace tiempo que el intendente de Tigre cotiza en alza, pero sigue deshojando la margarita, para desasosiego de los peronistas disidentes que esperan de él una definición. Moyano ya se ha quejado públicamente. Lo mismo que Claudia Rucci, presente también en Córdoba el miércoles pasado. “Nosotros creemos que la Argentina nos está pidiendo tomar decisiones, no esperar… La Argentina no acepta grises en este momento, por lo cual yo creo que cada uno es artífice de su destino”, señaló la hija del líder cegetista asesinado en 1073.

El factor Massa es el que puede hacer reconfigurar todo el armado que se está gestando en el peronismo no kirchnerista. Ha trascendido que desde el kirchnerismo habrían realizado contactos con el intendente de Tigre, quien busca mantener un difícil equilibrio. No quiere ser candidato de Cristina, pero tampoco mostrarse absolutamente crítico del gobierno nacional. En los últimos tiempos su espacio ha crecido en el interior del peronismo y ha conseguido atraer a denarvaístas desencantados, que hoy viven inquietos este tiempo de indefinición.

¿No temen quedar colgados del pincel?, le preguntó el jueves un periodista al diputado provincial Rubén Eslaiman, a lo que el presidente del bloque Frente Renovador se manifestó convencido de que Massa competirá en estas elecciones.

El intendente de Tigre tiene como objetivo de mínima la candidatura a gobernador bonaerense en 2015, pero sabe que una resonante victoria suya en estas legislativas le abriría las puertas para un objetivo aún mayor, si los caniditos del peronismo se caen o no remontan vuelo. ¿Y si compite por afuera del FpV y del peronismo disidente? Cumpliría en mostrar un perfil propio, pero sin dudas dañaría las posibilidades de este último sector, beneficiando al oficialismo.

Más allá de esas alternativas, el PJ opositor busca reflotar la marca Peronismo Federal, aunque ese no termine siendo el nombre con el que compita, pero sí el espíritu. Un interrogante que muchos se hacen en ese sector, porque se lo han expresado desde los medios, es de qué manera le plantean a la sociedad que lo mejor es que el peronismo sea el que suceda a otro gobierno peronista.

Por eso es que en los discursos se han planteado remarcar que el actual “no es un gobierno peronista”. Corren al kirchnerismo por izquierda cuando lo tildan de “conservador”, y reconocen que la década menemista fue neoliberal. “Hay que volver a las bases del peronismo”, remarcan.

Desde el gobierno les respondieron con la reunión del Consejo Nacional del PJ en la que se emitió un fuerte respaldo a la reforma judicial. Pero la reunión fue breve y las expresiones de los rostros que se vieron mostraban que muchos no estaban allí a gusto.

La insistencia del discurso peronista no apunta necesariamente al electorado, sino sobre todo hacia los dirigentes que todavía se resisten a abandonar la insignia K.