El 20 de Junio se celebra el día de la bandera, que fue enarbolada el 27 de febrero de 1812, y autorizada como enseña oficial, cuatro años después. Con este audaz acto, obtuvimos un símbolo que identifica a la Nación Argentina, tanto como la cultura lo es para un pueblo. Rendimos homenaje en esta fecha a su creador Manuel Belgrano, en el día de su muerte. Recordamos a Belgrano por su sencillez republicana, su severa austeridad en el uso del poder y su abnegación para el servicio. Memoramos su gestión en Paraguay, su actitud en el Primer Gobierno Patrio, el éxodo jujeño, las derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, los triunfos de Tucumán y Salta, la donación de sus premios para construir escuelas, y que fue un abogado de profesión y un general por deber.

Hoy con la Nación en crisis económica debemos evocar a Manuel Belgrano como el primer economista del país. Porque cuando le tocó estar al frente de un organismo vinculado a la economía, como fue el Consulado de Buenos Aires, tradujo y comprendió las ideas del economista ingles Adam Smith, defendiendo la industria y la educación técnica, en épocas de embestidas aperturistas. Se fijó un Norte: “Promover el factor humano”. Entre sus funciones estaba proponer instrumentos para el desarrollo económico del Río de la Plata, que no eran otra cosa que fomentar la agricultura, animar la industria y proteger el comercio en un país netamente agricultor. Y así fue su diagnóstico y su propuesta; la carencia de educación formal del agricultor era la principal responsable de la baja de productividad de las tierras, y aunque existía abundancia de libros de agricultura, cuyo estudio aumentaría considerablemente la cantidad de frutos, ellos no llegaban al labrador, ante ello, propuso la creación de una escuela de agricultura, donde a los jóvenes labradores se les hiciese conocer los principios generales.

Belgrano fue un patriota visionario. En marzo de 1810, escribió en el Correo del Comercio: “Ninguna actividad será suficiente para establecer la felicidad del pueblo sino entrase en su socorro la oficiosa industria”, su pluma también imprimió que: “…la importación de mercaderías extranjeras de puro lujo a cambio de dinero es una verdadera pérdida para el estado. La importación de las cosas de absoluta necesidad, no puede estimarse un mal. Pero no deja de ser un motivo real de empobrecimiento para la Nación”.

Para apoyar la industria y las profesiones, proponía una escuela de dibujo, que sin duda es el alma de las artes, y ella permitiría a los principiantes entender “los diseños de las máquinas”. Como Adam Smith, pensaba en redimir a los pobres, educando a los hijos, mediante escuelas gratuitas, “… donde pudiesen los infelices mandar sus hijos, sin tener que pagar cosa alguna por su instrucción, allí se les podían dar buenas máximas, e inspirarles amor al trabajo, pues un pueblo donde no reine éste, decae el comercio y toma su lugar la miseria…”.

También vio que la pobreza hunde su raíz en la inacción. “Esos miserables ranchos, donde ve uno la multitud de criaturas que llegan a la edad de la pubertad sin haber ejercido otra cosa que la ociosidad…”. Hoy modernas teorías corroboran su pensamiento, al decir que el déficit alimentario, sanitario y educacional de la población impide salir del subdesarrollo.

El pensamiento economista de Manuel Belgrano, nos revela toda una proyección histórica, de una cuestión de discusión actual entre políticos y economistas, y por eso merecidamente habita el Panteón de la Patria.

Aníbal Hardy
hardyani@arnet.com.ar
Diputado de la Nación- 1991/95- Formosa- Presidente Bloque MID