La economía contiene una serie de herramientas, que pueden utilizarse con determinados efectos a producir según el modo de su utilización, el contexto en el cual se utilizan, las expectativas de los actores de la economía y la perspectiva que se tiene del gobierno y el país.

La Resolución 125, no fue concebida como una medida técnico-administrativa para desincentivar el cultivo de la soja o deshacer a los “pooles” de siembra, ya que el efecto que generó fue el contrario. Era en realidad una especie de parche recaudatorio (en el marco de la crisis global) que buscaba tapar el agujero fiscal que se comenzaba a generar a partir de un gobierno que desde el gasto clientelar se garantizaba la continuidad, a costa de patear hacia adelante la explosión inevitable.

La resolución, marcó el punto culmine de una política errónea en cuanto a la productividad del campo y la agroindustria. No solo porque en caso de querer desincentivar un cultivo se debería incentivar otros para darle opciones a los productores (cosa que se hizo completamente al revés cerrando las exportaciones de trigo y de carne), sino que a esto debemos agregarle la discusión superficial de lo que muchos desconocedores de la realidad del productor real llamaron “los piquetes de la abundancia”, para buscarle un argumento político de relato a una posición que no tenía ningún tipo de asidero lógico.

En la Argentina del 2008 existían alrededor de 10.000 pequeños y medianos productores del campo más que en la Argentina actual. La concentración de la producción tantas veces denostada por el gobierno, creció. Y los niveles de rentabilidad para los productores cayeron, entre otras cosas debido a la manipulación del tipo de cambio y los controles para exportar.

El gobierno tiene la expectativa de que haya una explosión de consumo a partir de julio y hasta fin de año que le garantice la chance de hacer una buena elección. Los aumentos de salario y el aguinaldo serían el vehículo de ese crecimiento en el consumo. Pero el problema real, no es para el país la posibilidad de que los actuales índices negativos se transformen en positivos en cuanto al consumo, sino lo que realmente depara en perspectiva el 2014.

El keynesianismo sostiene (en términos muy generales) que la propensión del consumo hace que la demanda tire de la oferta y con ello la rueda de la economía vuelva a girar y salir de su estancamiento ya que esto también activaría la propensión a la inversión. En nuestro país, el “modelo” hace que estas dos variables funcionen de manera despareja. La inyección de dinero incrementa el consumo de bienes no durables, pero la falta de inversión real, no solo de los privados, sino en cuanto a la infraestructura productiva, hace que en el largo plazo, la bomba de tiempo estalle inexorablemente.

Los precios se comportan según los niveles de demanda e inversión. Si hay mayor demanda pero no hay inversión, los precios tenderán a subir por falta de capacidad productiva. Si hay mayor demanda y ésta es acompañada por mayores niveles de inversión, los precios mantendrán un comportamiento más estable, teniendo en cuenta otros factores como importaciones necesarias y alternativas de colocación que ofrezca el mercado.

En la Argentina que se inauguró con la 125, el modelo de parches fiscales recaudatorios y restrictivos de las fuerzas productivas es moneda corriente.

El problema que deberemos enfrentar en el mediano y largo plazo tendrá que ver con la capacidad de recrear un contexto donde exista seguridad jurídica para las inversiones, reglas de juego claras, políticas de creación de riqueza que no son las mismas que creación de consumo coyuntural y sobre todo una nueva cultura política que nos muestre el camino contrario a la frivolización, el tacticaje y la falta de planeamiento en pos de las meras cuestiones electoralistas. Pero en ese caso, estaremos hablando de otra Argentina.

Damián González Farah es Lic. en Administración – UBA

Cursó la Maestría en Agronegocios y Alimentos-UBA