Los memoriosos recuerdan a Juan Manuel Casella, ese candidato que el radicalismo presentó para la gobernación bonaerense en 1987 que perdió con Antonio Cafiero en las elecciones que representaron el principio del fin para el gobierno de Alfonsín. Era un candidato sólido, con peso en el partido centenario, pero que de tan armado -hasta le hicieron dentadura nueva- no alcanzó a entrar en la gente. Consumada la previsible derrota, la noche de la elección la gente vio al Casella más auténtico: habló con lenguaje llano, sincero, y muchos dijeron que si se hubiera mostrado así durante la campaña, tal vez otro hubiera sido su destino.

Un ejercicio contrafáctico sería suponer que con eso hubiera podido revertir lo que ya entonces se advertía como un avance imparable del peronismo hacia el poder: el Plan Austral estaba fracasando, el gobierno de Alfonsín estaba muy desgastado y la renovación peronista avanzaba como un fenómeno político destinado a consagrarse dos años después. Pero Casella no tuvo oportunidad de verificar “qué hubiera pasado sí”, pues después participó en otras elecciones, pero esa elección marcó su gran oportunidad política, y la perdió.

Con la reforma política de 2009, la creación de las PASO brinda una segunda oportunidad. Hubiera podido aprovecharla Martín Insaurralde la misma noche del 11 de agosto, si con la enorme expectativa que había hubiera ocupado por unos minutos el centro de la escena mostrando un perfil diferente, habida cuenta de que el armado para la campaña no alcanzó. Las primarias hacen que octubre aparezca como una segunda vuelta y hay un concepto que enarbola un reconocido consultor internacional que tiene experiencia en balotajes: la segunda vuelta el derrotado la arma la noche que perdió.

El kirchnerismo desaprovechó esa oportunidad. Por el contrario, el centro de la escena volvió a ocuparlo la Presidenta, que tomó como propia la campaña y como tal, resultó golpeada por la derrota.

Así parece haberlo asumido, pues todas las versiones hablan de una mandataria sorprendida por los resultados y conmovida hasta las lágrimas por los mismos. Prueba de ello son las imágenes que se vieron cuando al filo de la medianoche apareció en público con una sobrecarga de maquillaje que igual no alcanzaba a ocultar su rictus. Estuvo flanqueada por el intendente de Lomas de Zamora, que no habló esa noche y recién lo hizo por Twitter al día siguiente, y que en los actos de su relanzada campaña ya casi no sonríe, como convencido de que lo que viene es un trámite azaroso que antecede a una nueva y peor derrota; y por el gobernador Daniel Scioli, cuyo rostro también mostraba signos devastadores y un enojo contenido que según algunas fuentes se había exteriorizado unos minutos antes, cuando habrían tenido que ir a buscarlo pues se habría ido del Hotel Intercontinental molesto con la indefinición respecto al escrutinio adverso.

El gobernador trató de mostrarse recompuesto en la semana, cuando buscó recuperar su línea más habitual y concedió sendos reportajes a medios considerados enemigos del gobierno, ante los cuales reflotó sus aspiraciones presidenciales para 2015 y habló de una eventual interna para definir candidaturas. Siempre fue ese su pensamiento, aunque sabe Scioli que difícilmente alguien le compita en ese marco. Como con los debates, los políticos son ciertamente remisos a aceptar la instancia de una interna que pueda dejarlos al costado del camino anticipadamente. Prefieren tomar las PASO sólo como una gran y onerosa encuesta, que paga el Estado.

Ya desde el massismo le aclararon que usarán el Partido Renovador para participar en 2015, mientras que en el kirchnerismo más cerrado siguen pensando en otras figuras que lo representen, mas no el gobernador bonaerense, que tal vez termine siendo el candidato del PJ, pero no del Frente para la Victoria. El plan original que no ha sido descartado en Olivos tiene como hipótesis un escenario 2015 con un candidato propio, compitiendo con rivales de perfil similar, como Daniel Scioli, Sergio Massa y Mauricio Macri, que se resten votos entre sí, más el candidato que surja de una interna entre radicales y el FAP. El FpV confiaba en que con mantener su núcleo duro que estimaba en el orden del 30% le alcanzaría para llegar a una segunda vuelta, en la que el peso de Cristina jugara un papel determinante. Sería reeditar algo así como la experiencia de Néstor Kirchner en 2003.

¿Con qué candidato? Por su peso propio, el kirchnerismo no confía en figuras como Jorge Capitanich o Juan Manuel Urtubey, por eso es que mira con simpatía al entrerriano Sergio Urribarri, uno de los que salieron bien parados en estas primarias. También hubiera sido potenciado Martín Insaurralde de haber ganado estas elecciones, demostrando con ello que con la figura presidencial alcanzaba, pero su destino parece echado. Como contrapartida para esos pensamientos, las mentes más racionales del kirchnerismo ven con preocupación que en esta elección perforaron ese piso del 30% y que el peronismo ha comenzado a buscar nuevos horizontes.

Quienes diagraman la campaña del gran ganador de las PASO, Sergio Massa, se han impuesto la premisa de estirar en octubre la ventaja ya obtenida. Piensan que algunos puntos que fueron para el kirchnerismo aun pueden ir hacia sus filas y apuntan hacia los terceros en discordia: Margarita Stolbizer y Francisco de Narváez, sobre todo este último. Estiman en el massismo que les fue bastante bien en el Conurbano, pero deben mejorar en el resto de la Provincia donde el intendente de Tigre no es tan conocido, y ahora tienen tiempo para trabajar en ese aspecto. “Vamos por el interior”, anticipó a este medio un importante dirigente del Frente Renovador, sin ocultar que adonde apuntan es fundamentalmente a los votos de De Narváez, quien será seguramente el más damnificado en octubre.

También hay gran expectativa por lo que vayan a hacer los intendentes del Conurbano a los que les fue mal en las PASO y están aterrados por la posibilidad de perder el control de sus concejos deliberantes en octubre. Se sabe de contactos establecidos para implementar el “voto delibery”, que consiste en darle a los votantes la boleta corta con los cargos municipales. En el massismo han resuelto no cerrarle la puerta a nadie, pero está claro que no habrá pases públicos de intendentes antes de pasadas las elecciones. También tienen claro qué tipo de campaña harán en los próximos meses: su candidato recorrerá mucho territorio y hablará con los medios lo indispensable y privilegiando aquellos donde no se hable demasiado de política. Sabe que el gasto ahora tiene que hacerlo el gobierno y está satisfecho por las señales que dio la Presidenta con su cuestionado discurso en Tecnópolis.

Contrariamente a 2009, cuando Néstor Kirchner dispuso tras la derrota iniciar una rueda de consultas con los partidos con representación parlamentaria, ahora la Presidenta cerró esa instancia y privilegió a las corporaciones. Ese diálogo se iniciará este miércoles en Santa Cruz, pero han sido convocados sólo aquellos con los que el gobierno dialoga, nadie que se oponga públicamente. Es el estilo que prevalece.