El discurso reciente de la presidenta de la Nación en Río Gallegos suscitó sorprendentes críticas que merecen un análisis pormenorizado. Si bien nos acostumbramos a la réplica opositora instintiva al finalizar un discurso presidencial, la virulencia de algunas opiniones ante la simple comparación de indicadores económicos- financieros de nuestro país con los de Australia y Canadá sonaron como verdaderas blasfemias para ciertos oídos extranjerizantes de nuestros propios compatriotas.

“Canadá y Australia se sientan en la mesa de los que deciden el destino global; nosotros, a duras penas, estamos entre los países emergentes”, dijo el periodista Daniel Muchnik, para quien las brechas de desarrollo entre nuestro país y los admirados tiene una explicación: Canadá y Australia fueron colonias formales del Imperio Británico, mientras que la Argentina sólo lo fue “informalmente”. Aclara que nuestro país anhelaba pertenecer al imperio británico sólo en materia comercial pero no para defender a la corona inglesa en las sucesivas guerras donde el imperio participaba. Para culminar el análisis a favor de otras naciones alega: Australia y Canadá perdieron entre 50.000 y 70.000 hombres en las guerras como colonias inglesas. Pero el costo de la fidelidad a la corona tiene sus recompensas: hoy están más desarrolladas que Argentina: Canadá tiene un PBI per cápita de 43.400 dólares, Australia de 43.300 dólares y la Argentina de sólo 18.400 dólares.

Este es el pensamiento liberal y colonial de quienes se opusieron sistemáticamente a las luchas por la independencia económica, la soberanía política y la justicia social de los argentinos en los 200 años de historia. Con la pluma y la palabra o con las armas. Lo que fuera necesario. Nos preguntamos si en esta concepción tan particular de nuestra historia el pecado original fue entonces repeler las invasiones inglesas de 1806 / 1807. ¿O fue la disparatada campaña libertadora de Belgrano y San Martín? Basta. Sí, basta leer a don Arturo Jauretche para entenderlos y comprenderlos en su devenir histórico.

Lo cierto es que Argentina ha logrado resolver en estos últimos años factores estructurales de dependencia económica y política como lo es la deuda externa y consolidar el financiamiento propio y genuino de su Presupuesto sin pedir plata prestada. Y mal que les pese a los que añoran un patrón extranjero los principales indicadores económicos financieros de la Argentina son comparables a Australia o Canadá. Sabemos que falta mucho. Pero el camino sigue siendo consolidar la Nación Argentina. Las recetas económicas de los imperios de turno siempre fueron, son y serán endeudamiento, ajustes, recesión, desocupación, hiperinflación y exclusión social. Eso sí que forma parte de nuestra historia reciente a la que no queremos regresar.

María Graciela De la Rosa es senadora de la Nación del FpV de Formosa