La obsesión del Gobierno en torno a la inteligencia
Por José Angel Di Mauro. Los senadores oficialistas debieron “tragarse el sapo” del ascenso de Milani. La situación social pudo mantenerse controlada, pero el trastorno vino esta vez por los cortes de luz.

Cuando en julio pasado el bloque oficialista anunció que postergaba el ascenso del jefe del Ejército para después de las elecciones, “en virtud de la más que evidente desnaturalización del procedimiento, con clara intención electoralista” -tales entonces los argumentos expresados a través de un comunicado-, fue porque la Presidenta había sido alertada por Miguel Pichetto sobre la falta de votos suficientes para aprobar entonces el pliego. Las derrotas electorales de agosto y octubre hicieron pensar en que definitivamente César Milani debía pensar seriamente en el retiro, pero en cambio el hombre brindará estas fiestas como teniente general.
El kirchnerismo pareciera estar reescribiendo los manuales políticos, según los cuales esto no debería haber sucedido. Muy por el contrario, el gobierno consiguió en su momento de mayor debilidad aparente lo que no pudo cuando todavía la re-reelección no había sido archivada. Es verdad que, tras el recambio legislativo, se alejaron senadores que habían anticipado su rechazo al pliego de Milani, como los porteños Daniel Filmus y Samuel Cabanchik, o el neuquino Horacio Lores, pero en sus lugares llegaron senadores que igual votaron en contra. Sí en cambio por los dos fueguinos de Nuevo Encuentro que tampoco aceptaban a Milani asumieron dos kirchneristas fieles. Pero fundamentalmente se convenció a senadores propios como la riojana Teresita Luna, el misionero Juan Manuel Irrazábal y la santafesina Roxana Latorre, todos los cuales se habían mostrado remisos hace seis meses.
Debieron extremar esfuerzos para convencer a todos, una vez que, ya recuperada, la Presidenta dio la señal de que no cedería la cabeza de Milani. Fue otra muestra de kirchnerismo explícito: retroceder con ese nombramiento hubiera significado una muestra de debilidad inaceptable para el pensamiento oficialista. Pero hay más; debe haberlo, intuían esta semana los propios legisladores del FpV obligados a alinearse en defensa de este militar acusado hasta por el CELS, del mismo modo que se le pidió hace tres semanas a Hebe de Bonafini posar junto a Milani, en lo que fue la señal de que el gobierno insistiría con el pliego hasta el final.
La certeza de contar con los votos suficientes no alcanzó para hacerles más aliviada la sesión a los senadores oficialistas, que debieron escuchar acusaciones de todo tipo de parte de la oposición, como la del espionaje sobre dirigentes opositores que realizaría el general Milani, en el doble rol que ejerce en el arma que dirige. “Por primera vez en la historia un jefe del Ejército es además director de Inteligencia”, expresaba al día siguiente del ascenso de Milani el exministro de Defensa Horacio Jaunarena. Especialista en el tema militar, el dirigente radical contó que Milani ha puesto además gente de su confianza en puestos clave de la inteligencia de las otras fuerzas, y se preguntó entonces con ironía: “¿Qué problema externo tiene la Argentina para tener tan especial interés en la inteligencia?”.
En realidad, los militares están haciendo inteligencia interna, fue la conclusión de Jaunarena en particular y la oposición en general. Se asegura que la Presidenta está fuertemente decepcionada por la tarea de la exSIDE, que ni siquiera la previno sobre la candidatura de Sergio Massa, y estaría seducida en cambio por la capacidad del Ejército en la materia. La seducción sería mutua; acostumbrados a las penurias presupuestarias, los militares están viviendo una primavera en materia de recursos: están percibiendo más plata que nunca en décadas y esa situación ha reforzado a Milani en el plano interno. El diputado radical Julio Martínez informó que mediante el DNU 1757 del 7 de noviembre pasado, Milani recibió $ 1.325.838.556 para ampliar las tareas de inteligencia y seguridad interior que ya viene realizando el Ejército.
Los generosos aportes de dinero suelen ser una estrategia del gobierno para asegurarse el favor de diversos sectores. Ya ha sucedido con organizaciones sociales y los propios organismos de derechos humanos. También alcanzó a sectores como los científicos, que reivindican a este gobierno porque nadie los asistió antes como ahora. La seducción no se limita al dinero: la Presidenta realizó dos actos de ascensos esta semana en la Casa Rosada, adonde no suelen invitarlos.
Está dicho que tanto gasto en inteligencia no alcanzó para prevenir la locura desatada con los saqueos hace dos semanas. Sí funcionó en cambio para atender los temores por la proximidad del 19 y 20 de diciembre. Los organismos de seguridad verificaron intentos deliberados para generar esas movilizaciones que terminan en saqueos y se los previno.
Molestos por sentir que la prioridad en materia de seguridad la tienen las grandes cadenas, los comerciantes chinos armaron su propio protocolo de seguridad. Se recomendó directamente cerrar para estas fiestas en las zonas más calientes, en tanto que para el resto sugirieron no atender hasta tarde, ni dejar entrar mucha gente a los locales, y hasta mantener las persianas medio bajas para tal fin. Elaboraron sistemas de alerta temprana a través de handies para avisar cuando vieran grupos de al menos seis personas reuniéndose en proximidad de los super.
La gente igual volvió a las calles, esta vez para protestar por los cortes de luz. Pero se trató de reclamos de clase media y alta, que no derivaron en violencia. Fue notoria la precaución que esta vez se adoptó con respecto a los cortes, que suelen afectar a las zonas más carecientes, como las villas. En esta oportunidad el gobierno dio estricta recomendación de que los cortes no los alcanzaran, ante el temor serio de desbordes incontrolables.
Jaqueado por los cortes de luz por el calor y ante el temor de una navidad “muy caliente” en todo el sentido de la palabra, el gobierno buscó sacar gente de las calles y si es posible también de las grandes ciudades, convocando a largos asuetos que el viernes extendió también al mediodía de los lunes 23 y 30 de diciembre. Una suerte de “que se vayan todos” inducido, cuestión también de reducir el gasto de energía.
Previsiblemente, el gobierno eligió a las prestadoras del servicio eléctrico como responsables de los cortes y el jefe de Gabinete terminó sugiriendo la posibilidad de estatizarlas. Pero no lo hará, coincidían este fin de semana propios y extraños. Sería comprarse otro problema, sacándose de encima a los chivos expiatorios con los que hoy sí cuenta. Y como con YPF o los trenes, no tiene el dinero ni el tiempo suficientes para revertir la situación en lo inmediato.
No fueron buenos días para Jorge Capitanich, que vivió su peor semana en el cargo. Ya había comenzado a trastabillar cuando con los saqueos en Córdoba culpó al gobierno provincial, negó que fueran a mandar gendarmes y se fue a Paraguay para un encuentro sobre dengue. Si por él hubiera sido, no hubiera hecho nada de eso, pero ese día le marcaron límites que él aceptó. Como con los gendarmes ese día, esta semana también hizo anuncios que luego le desmintieron, e incluso llegó a desmentirse a sí mismo de un día para otro, sobre los cortes programados. El desgaste le llegó demasiado rápido.