Por José Angel Di Mauro. Con la Presidenta recluida en El Calafate, el gobierno buscó el viernes recuperar el centro de la escena. En un contexto social muy alterado, las variables económicas no logran ser encausadas.
Hace semanas que la Presidenta está ausente, pero gente del gobierno aclara que no sólo está al tanto de todo, sino que sigue impartiendo órdenes desde el Sur. Que la administración del país, al menos en lo formal, está en manos del jefe de Gabinete, encargado de poner la cara en todos los temas, pero que las decisiones trascendentes son exclusividad de Cristina.
Se supone que dio instrucciones para que el viernes el gobierno en bloque saliera a ocupar el centro de la escena. Así es que en el primer día hábil del año para la administración pública el kirchnerismo buscó aventar esa sensación de ausencia de la que se lo viene acusando, para atender una batería de temas.
El jefe de Gabinete ya había anunciado la noche anterior por Twitter los cientos de objetivos y metas previstos por el gobierno para el presente año. Por la mañana se firmó el acuerdo de precios, que ya se había esbozado la semana anterior; posteriormente el ministro de Planificación anunció las compensaciones que deberán brindar Edenor y Edesur por los cortes de luz, y finalmente el jefe de la AFIP salió a defenderse tras dos días de azote mediático. Los resultados, en todos los casos, no alcanzaron a cubrir los objetivos, mas no puede pedirse mucho más en los días que corren.
La idea de 204 objetivos y 272 metas de gobierno es del propio Capitanich, que considera que es un buen modo de dar la impresión de un gobierno presente y activo, contrarrestando la sensación -tan temida por el kirchnerismo- de una transición hacia el final de mandato. El problema es que el temario es tan amplio y diverso que su efecto puede diluirse. Puede mostrar a un gobierno activo y planificador, pero no habrá masas entusiasmadas repasando esas metas.
Menos expectativas aún despierta el acuerdo de precios, cuestionado por economistas que se han cansado de repetir que esas medidas aisladas nunca consiguen resultados en un contexto inflacionario. El objetivo oficial es más moderado: alcanzaría con frenar el ímpetu de los precios para que en febrero, cuando comiencen a negociarse las paritarias, las demandas sean más sosegadas de lo que hoy se vislumbran. Tampoco es para ilusionarse.
Julio De Vido reiteró la amenaza de rescindir los contratos a las distribuidoras de energía, negó aumentos de tarifas y detalló los resarcimientos para los damnificados. El problema es que si bien el inicio del año trajo un alivio climático, persisten usuarios sin luz y para los próximos días se prevé que el termómetro vuelva a instalarse por arriba de los 30°, lo que mantiene vigentes los peores temores. Si bien es mucho menor la actividad y presencia de gente en la ciudad en enero, el verano es largo y nada hace prever que la situación vaya a ser diferente ante un aumento de la temperatura.
Lo de Ricardo Echegaray fue un disgusto extra para el kirchnerismo, cuyos arietes se habían entusiasmado en pegarle al jefe de Gobierno porteño por sus vacaciones y el supuesto intento de compra de una foto, pero debieron apagar esas usinas ante el incidente que involucró al jefe de la AFIP. Con todo, Echegaray no salió malparado ante los ojos kirchneristas, sobre todo los que auscultaron desde el Sur su alegato en la conferencia de prensa que dio el viernes por la tarde. Hombre del riñón K, el funcionario no perdió los estribos, pero se defendió atacando al grupo mediático con el que tuvo el entredicho y dedicó especial atención a fustigar a Héctor Magnetto, lo cual siempre suma en el oficialismo. Si en el marco del recambio de Gabinete en algún momento su continuidad estuvo en duda, hoy está muy firme. Cristina jamás entregará su cabeza ante el requerimiento de los medios y/o la oposición.
La deliberadamente prolongada exposición del titular de la AFIP despertó singular atención mediática por obvias razones, mas las explicaciones del funcionario dejaron en un segundo plano el anuncio de la recaudación anual, motivo original de la convocatoria. La misma fue un 26,3% superior al año anterior, un dato no menor si se tiene en cuenta que en general ha acompañado a la inflación. O bien están exagerando los especialistas que hablan de una inflación anual del orden del 30%, o se estaría comprobando una caída en términos reales, más allá del obvio record registrado en un contexto de precios ascendentes.
El tema nos sitúa ante uno de los peores temores del gobierno: más allá de que no pronuncie la palabra inflación, es una de las obsesiones oficiales, particularmente del ministro Axel Kicillof, que ha visto todas las variables desatadas este comienzo de año. El dólar blue terminó 2013 instalado en las dos cifras tan temidas, y arrancó el año con ritmo ascendente, emplazado por arriba de los 10 pesos. El ritmo devaluatorio impuesto por el nuevo titular del Central no alcanza para estrechar la brecha entre el dólar oficial y el marginal, y las reservas siguen fluyendo.
El dólar no es lo único que pasó la barrera psicológica de los 10 pesos: también las naftas premium lo han hecho; al menos la de Shell, aunque la de YPF está a centavos de hacerlo también. Hablamos de Capital y provincia de Buenos Aires, claro; en el interior lo ha hecho hace rato: en Corrientes el litro de nafta premium ya se vende a casi 13 pesos.
Y el boleto de colectivo en el área metropolitana aumentó un 66%, un porcentaje que suena más excesivo de lo que en realidad significa el peso que subió el mínimo, pero todo hace que las perspectivas inflacionarias se mantengan elevadas. Algunos consultores ya están previendo un incremento de la canasta de alimentos del orden del 4% para enero, y aunque resta la confirmación, se descuenta que salvo para el INDEC, el costo de vida de diciembre medirá por sobre el 3%. Todo lo cual deja abiertas las expectativas anuales para 2014 muy cercanas al 40%. El índice anual más alto de la región lo marcó en 2013 Venezuela, con un 56,2%, según datos oficiales.
El de los precios no es el desborde más temido por el gobierno; en las calles está su mayor aprensión. A pesar del asueto de la administración pública, el último día de 2013 fue para el olvido, por el caos que generaron múltiples cortes de calles y autopistas. La sensación de descontrol es cada vez más corriente en los tiempos que corren.
Con conocimiento de causa habló del tema el jefe del bloque oficialista del Senado, Miguel Angel Pichetto, que a partir de su rotunda victoria en Río Negro no ha dejado de marcar territorio en sus declaraciones. “Hay que recuperar el control de la calle y asegurar la gobernabilidad”, dijo esta semana el senador. En el mismo reportaje admitió haberse cansado de ser “políticamente correcto” y aclaró que ahora dice lo que piensa. Como cuando al cerrar el debate sobre la reforma de los códigos dijo que votaba a favor por disciplina partidaria, pero esperaba que Diputados modificara el proyecto.
No sería descabellado pensar que en febrero Cristina decidiera cambiar de presidente de bloque, habida cuenta de las distancias que va tomando Pichetto, quien a contramano de lo que dice el manual kirchnerista, ya no habla para que lo escuche la Presidenta, sino para el resto del PJ.
