“Agradeceré busquen siempre las cosas que los unen y dialoguen con serenidad y espíritu de justicia sobre aquellas que les separan”.

Adolfo Suarez (1932-2014)

Con la muerte del exPresidente de Gobierno Adolfo Suárez, se va el actor político fundamental de la transición española, que duró desde la muerte del dictador Francisco Franco (1975) hasta el primer gobierno de Felipe González (1982).

Ese momento histórico estuvo plagado de incertidumbres y contradicciones, y solo la audacia, el temple y la permanente convocatoria a la concordia y el entendimiento que realizó Suarez en esas circunstancias, hicieron posible el éxito que hoy todos le reconocen.

En aquellos tiempos, España estaba asolada por el terrorismo de ETA, los grupos pro fascistas como el Batallón Vasco Español, la crisis económica que se agudizaba con una inflación superior al 20 % y con una desocupación de más de dos dígitos.

A Adolfo Suárez le tocó la tarea de incluir a todos los sectores que la dictadura franquista había marginado.

Es memorable en ese sentido su fuerte apuesta para legalizar el Partido Comunista en la Semana Santa de 1977, contra la opinión de todas las fuerzas conservadoras y de los militares.

Pero sin duda el tiempo culminante de su carrera política le llegó con la concreción de los Pactos de la Moncloa.

A menudo se citan alegremente esos pactos sin saber bien de que trataban.

Ellos dieron lugar a un sistema de convivencia política y crearon un programa económico común, que originó un período de estabilidad económica, reordenamiento del sistema productivo y la llegada de las inversiones, que hicieron de España un país en desarrollo y progreso, con su incorporación final al Euro y a la Comunidad Económica Europea.

Pero esos pactos no hubieran llegado a buen puerto si no alumbraban un nuevo texto constitucional, que resolvió hasta nuestros días el problema de los nacionalismos regionales de España, dando lugar a las actuales Autonomías.

Con esa constitución, Adolfo Suárez se consagró Presidente en 1979 y ejerció hasta el fatídico 23 de febrero de 1981, día del intento de golpe de estado conocido como Tejerazo. Ahí estuvo Suárez de pie, enfrentando al golpista que le apuntaba con una ametralladora.

Adolfo Suárez acaba de morir.

Deja una España en grave crisis, seguramente muy distinta a la que él soñara.

Pero puede descansar en paz.

Fue el Presidente del inicio de la convivencia, el que garantizó una monarquía democrática y federal.

Todo su pueblo le rinde merecido homenaje.

Hoy nuestra Argentina necesita también imperiosamente reconstruirse en lo institucional, lo económico y lo social.

Necesita reemplazar la soberbia por la humildad. El aislamiento por la convivencia. Los gritos del fanatismo y el resentimiento, por el diálogo constructivo y cordial, que respete y aproveche las diferencias de una sociedad plural.

Debe cambiar la arbitrariedad del centralismo, por el federalismo que iguale y haga crecer en paralelo a todas sus provincias.

Pero fundamentalmente debe recuperar “la amistad social” que se ha quebrado en nuestra sociedad civil, por culpa de la mala política.

Hace falta un tiempo de unión nacional, de recuperación económica y de justicia social.

Modestamente vengo proponiendo un gran pacto social que abarque sindicatos, empresarios, gobernadores, organizaciones sociales y religiosas y políticos de todos los partidos con representación parlamentaria.

La crisis económica, la inflación que no cesa y causa conflictos sindicales y sociales cada vez más graves, y la ausencia de políticas comunes en materia de seguridad y lucha contra el narcotráfico, así nos lo imponen.

Hay que hacerlo con urgencia, pero con generosidad y concordia, sin gritos ni estridencias.

Esas consigna eran las máximas de Adolfo Suarez, que repetía una y mil veces frente a las dificultades que se presentaban: “Diálogo no es falta firmeza, al contrario”.

Ojalá la Sra. Presidenta lo entienda así.