Nunca como con el kirchnerismo Hugo Moyano logró ser tan poderoso. Fue a instancias de Néstor Kirchner, un convencido de que necesitaba tener al camionero de su lado y por eso le concedió tantas prebendas. En contrapartida, Moyano hizo los aportes que le pidieron y libró las batallas que emprendía el gobierno K.

Durante la guerra con el campo, puso sus fuerzas a disposición del gobierno y al respecto tuvo que dar explicaciones el jueves pasado, durante la conferencia de prensa triunfal que encabezó el día del paro. Cuando la pelea por la Ley de Medios, tomó partido obviamente por el kirchnerismo, en lo dialéctico y en los hechos, como cuando con la anuencia oficial encabezó bloqueos de plantas de diarios hostiles. Tenía sus discrepancias con Néstor Kirchner y es casi una leyenda urbana aquello de que el expresidente discutió con él la última noche antes de su muerte. Pero los dos se entendían.

La relación con Cristina fue un tanto más azarosa. Moyano sintió que algo podía cambiar cuando ella enviudó, pero no pensó en una ruptura e hizo campaña para su reelección. Debió haber previsto lo que venía cuando la Presidenta relegó al sindicalismo de los lugares en las listas legislativas. Justo cuando reclamaban un tercio en las boletas, los dejaron casi sin nada: apenas consiguió un lugar expectante Facundo Moyano en provincia de Buenos Aires, mientras que en Santa Fe relegaron tanto al titular del gremio de Dragado y Balizamiento, Juan Carlos Schmidt, que aquel se bajó de la lista enojado.

No se la vio venir el líder camionero y cuando Cristina se hizo dueña del 54% de los votos, sobrevino la ruptura. La Presidenta decidió entonces que era tiempo y estaban dadas las condiciones para emprenderla contra una corporación a la que todavía no había enfrentado y que podía desafiarla. Fue así que ella generó las condiciones para que su rival diera el portazo, cosa que hizo.

Los tiempos que vinieron mostraron a Moyano cerca de quienes hasta hacía poco tiempo habían sido sus rivales. Volvió a los medios que había combatido y muchos comenzaron a verlo alto, rubio y de ojos celestes. Hasta llegaron a invitarlo a exponer ante el Grupo Harvard, que integran estudiantes argentinos de esa destacada universidad norteamericana. La pelea con Cristina lo envalentonó, pero conforme fueron acercándose los tiempos electorales, su poder fue diluyéndose, y volvió a equivocarse en la apuesta. Jugó con Francisco de Narváez y se hundió electoralmente con el Colorado. Pero como buen peronista, Moyano prefiere no apostar con los perdedores, por lo que tras el mal resultado en las PASO, se desentendió de las generales y el fracaso fue más notorio.

Está claro que compartió con el gobierno nacional la condición de no haber podido anticipar la irrupción de Sergio Massa, con quien al día de hoy todavía no ha llegado a tender puentes concretos. Desconfía de él.

No obstante esos “errores”, en el ámbito sindical Hugo Moyano le saca una luz de ventaja a sus rivales. Vuelto a lo suyo, se concentró en negociar de manera subterránea con sus exaliados que se pasaron a la CGT oficialista -más obligados por presiones que por convicciones-, y se sentó a esperar a que el deterioro económico hiciera lo suyo. Con sus aliados actuales, Luis Barrionuevo y Pablo Micheli -a los que pareciera unirlo más el espanto que el amor- acaba de llevar adelante el segundo paro de la era K, uno de los más contundentes que se recuerden contra un gobierno peronista.

El ABC K

El manual de estilo kirchnerista se desarma conforme se extiende su estancia en el poder. Hay reglas básicas que han dejado de cumplirse. Y son quizá las más importantes. Había dos cosas que Néstor Kirchner consideraba indispensable mantener: el control de la calle y la agenda. Hace rato que extravió el primer ítem; los cacerolazos marcaron el quiebre. El alejamiento del sindicalismo moyanista significó una pérdida importante en ese sentido. Los jóvenes de La Cámpora no son suficientes para compensar esa carencia y apenas alcanzan para poblar los actos con sus cánticos cargados de épica.

Si es riesgoso perder la calle, al kirchnerismo lo pone aún más nervioso dejar de manejar la agenda. Ahí la cosa está más peleada; no puede pensarse que el gobierno dejó de marcarla, pero es verdad que ya en varios temas de alto impacto son otros los que toman la delantera. En materia de seguridad, en el reclamo por el mínimo no imponible, ahora con el paro…

Si a todo esto le agregamos que “la caja” da señales de estar exhausta, podemos cantar “cartón lleno”. Es que “la plata” es otro de los factores considerados clave para el decálogo kirchnerista. Así las cosas, si bien no puede decirse que el gobierno tenga una “tormenta perfecta” en su horizonte, está claro que ya no monopoliza la agenda.

La reacción ante el paro general fue de manual. Victimizarse, resaltar los piquetes y hacer hincapié en la figura de Barrionuevo, cuestión de perjudicar la imagen de la medida. Consultados por este medio, los funcionarios no consideran haber salido airosos en ese sentido.

Moyano consideraba asegurada la contundencia de la medida desde que se garantizó la participación de la UTA y uno de los gremios ferroviarios. Con la adhesión de uno de los sindicatos aeronáuticos se aseguró inmovilizar los aeropuertos. Ya una semana antes del paro Aerolíneas no programaba vuelos para el jueves.

A eso hubo que sumar los piquetes de la izquierda, que completaron el combo para convencer a más de uno de la inconveniencia de aventurarse a tratar de ingresar a la Capital. Pero más que efectivos, los bloqueos fueron movidas mediáticas destinadas a darle visibilidad a los partidos radicalizados, que terminaron siendo funcionales al gobierno, que les adjudicó el mayor mérito en la contundencia de la medida. Cuando en realidad la clave, está dicho, estuvo en la adhesión del transporte. Como sucede en absolutamente todos los paros.

Con todo, si bien para los gobiernos los paros son odiosos, tampoco son simpáticos para el común de la gente. Así lo interpretó buena parte de la dirigencia opositora que tomó distancia. Flaco favor se haría el sindicalismo si llevara adelante el endurecimiento que algunos sectores sugieren. De momento, Moyano no tensará más esa cuerda. Sabe que más temprano que tarde el gobierno terminará cediendo a ciertas demandas. Se espera que pasados los acuerdos paritarios y en vísperas del cobro del medio aguinaldo, haya una suba del mínimo no imponible.

También un aumento para la AUH, aunque de ese tema se viene hablando desde febrero, sin que haya habido novedades. Algunos incluyen dentro de los futuros anuncios un incremento a los jubilados, que vieron devorado el último aumento por la inflación. Pero por ley, ese anuncio recién corresponderá para septiembre.

Por lo pronto, el líder de la CGT Azopardo hizo lo que mejor le sale: dio una señal de poder y volvió a marcar la cancha. Ahora, más que esperar algo del gobierno, aguarda a que los candidatos con aspiraciones para 2015 hayan tomado debida nota de su poder interminable.