Retomamos donde dejamos hace justo una semana: en el programa de Marcelo Tinelli, donde comenzaron a cumplirse algunos de los temidos pronósticos del gobierno. Se sabía que blindada la presidenta y su familia, el fallido socio de Fútbol Para Todos la emprendería contra quien se ha convertido en una suerte de frontón de la oposición, el jefe de Gabinete Jorge Capitanich, y así fue. El lunes se vieron las manos de quien personificaría en el programa al gobernador chaqueño en uso de licencia, y el martes se lo vio de cuerpo entero. La parodia no fue tan descarnada como la de los domingos en el programa de Jorge Lanata, pero alcanzó para seguir derrumbando la imagen de quien llegó al gobierno con aspiraciones de convertirse en el delfín presidencial. Claro que no solo masculló bronca el chaqueño la noche del martes: también lo hicieron quienes en el gobierno tomaron con poca gracia los chistes sobre los Precios Cuidados, programa insignia del equipo económico.

El tormento del jefe de Gabinete no concluyó allí; por el contrario, cuando su exesposa se autoinvitó a participar en el Bailando, el funcionario supo que su padecer aún no había encontrado techo.

Capitanich es un buen ejemplo de lo que no le conviene a un político: pelarse con Tinelli y tener a una “ex” despechada.

De todos modos, funcionarios cercanos al jefe de Gabinete se mostraron convencidos de que lo de Sandra Mendoza no pasará de ser más que una anécdota: “No va a bailar en el programa”, aseguran, a la espera de que no tenga que ser la propia Presidenta quien se lo pida.

Curiosa parábola la de Jorge Capitanich, que tras ser reivindicado por el gobierno la noche de las elecciones de octubre como uno de los grandes ganadores de esa jornada, aceptó la Jefatura de Gabinete para hacerse bien conocido y poder aspirar a la presidencia; pero ahora transita por una pendiente sin fin. Por respeto, se lo seguía considerando presidenciable, pero él mismo se bajó el viernes pasado, al ser entronizado como vicepresidente 1° del nuevo Consejo Nacional Justicialista, a cuyo frente se puso deliberadamente a un gobernador sin aspiraciones presidenciales, Eduardo Fellner, tal cual había reclamado Cristina.

Esa condición de “no presidenciables” se extiende a los que completan la cúpula partidaria, cuatro vicepresidentes que representan a diferentes ramas del justicialismo. Están, además de Capitanich, Antonio Caló como vicepresidente 2°, Beatriz Rojkés de Alperovich vice 3° y Eduardo “Wado” de Pedro vice 4°. Menos este último, que confirma la entronización de la dirigencia camporista en lugares principales, el resto parecen ser premios consuelo: Capitanich en un simbólico primer escalón, junto al jefe de una CGT oficialista que no ha podido adjudicarse hasta ahora ningún logro, y la senadora tucumana que debió dejar la presidencia provisional del Senado, porque Cristina prefirió a otro en su lugar.

Por el contrario, La Cámpora sigue ampliando su radio de acción: además de a “Wado”, ubicó a José Ottavis en la Secretaría General del PJ, a Mayra Mendoza en la Secretaría de la Mujer; María Luz Alonso en la Secretaría de la Juventud y a Juan Cabandié en Derechos Humanos. En la misma semana, dirigentes camporistas habían encontrado lugares expectantes en la flamante conducción del PJ bonaerense.

“Está claro que nosotros no somos candidatos”, dijo el jefe de Gabinete en referencia a sí mismo y al resto de la conducción partidaria. Los que sí lo son, fueron convalidados como vicepresidentes “ad hoc”, oficializándose así a los siete precandidatos presidenciales que hoy tendría el oficialismo: Julián Domínguez, Aníbal Fernández, Florencio Randazzo, Agustín Rossi, Daniel Scioli, Sergio Urribarri y Juan Manuel Urtubey. Por orden alfabético y conforme cada uno de ellos fue esbozando en su momento su deseo presidencial, aunque algunos posiblemente terminen peleando la sucesión de Scioli.

No es que el PJ nacional vuelva a tener peso propio, sino más bien se trató de una formalidad para evitar que el partido perdiera la personería jurídica, pues sus autoridades tenían sus mandatos vencidos. Pero la movida tuvo su efecto simbólico. En ese marco, el kirchnerismo se ocupó de mantener las puertas cerradas para los díscolos, llámense José Manuel de la Sota o Sergio Massa.

Este último realizó durante la semana otra de sus movidas destinadas a mantener su nombre en el candelero, agitando temas que atraigan el interés de la gente y le permitan alta exposición. En esta oportunidad se trató de limitar las reelecciones indefinidas de intendentes, un tema que al presentar recibió el apoyo del resto de la oposición, que se encargó de aclarar -tanto el Frente Unen como el PRO- que en su momento impulsaron proyectos de ese tipo. La movida llamó la atención por tratarse el Frente Renovador de una corriente motorizada sobre todo por intendentes, muchos de los cuales están incluidos dentro de esa situación que el proyecto de su líder apunta a cambiar.

El oficialismo ya adelantó su rechazo en la Provincia, pero si existiese la decisión política de avanzar en ese sentido, el FR podría conseguir su objetivo en la Legislatura, aunque las fuentes consultadas lo minimizaron. Hay quienes afirman que a los intendentes aliados que estaban dispuestos a poner el grito en el cielo se les dio garantías de que no se avanzará con el mismo. Y en última instancia, en caso de aprobarse, recién tendría efecto en el año 2023, pues el primero de los mandatos a considerar sería el venidero.

Igual, una manera de ponerle un freno es haber extendido la limitación a los cargos legislativos, lo cual demandaría una reforma constitucional.

Mientras tanto el macrismo pasó de un extremo al otro: de los coqueteos recíprocos con el flamante Frente UNEN, a que les endilgaran un supuesto pacto con el kirchnerismo, ante la aprobación de ciertos proyectos en la Legislatura porteña -sobre todo el de la transferencia a la Nación de los ex centros clandestinos de detención-, y más especialmente el encuentro en la residencia de Olivos revelado por la propia Presidenta en un acto público. En los corrillos políticos se repite cada vez con más insistencia el deseo kirchnerista de que Cristina recorra el camino de Michelle Bachelet en Chile, quien fue sucedida por Sebastián Piñera, volviendo ella al poder en el siguiente período. Se sabe que a Macri Cristina lo ve como un Piñera y lo que hizo el martes pasado en las oficinas de Facebook fue kirchnerismo puro: subirle el precio al enemigo elegido, para ningunear al que realmente teme.