Por José Angel Di Mauro. La nueva medida de fuerza dispuesta por el sindicalismo opositor no tuvo vencedores ni vencidos. Pese a la crisis y los tiempos que se acortan, el gobierno sigue manejando piezas claves del poder.
Una de las cosas que el 54% animó a hacer a Cristina Kirchner fue confrontar con Hugo Moyano. Por primera vez un mandatario peronista rompía con un jefe de la CGT. De hecho, lo primero que buscó, fue desplazarlo de ese sitial, logrando en cambio la previsible atomización del movimiento obrero. Le quedaba claro que el precio sería tenerlo en la vereda de enfrente -aunque considera que eso le suma- y seguramente más de un paro general. Ya lleva tres.
Moyano reivindica siempre haber sido el gremialista más importante que se le plantó al presidente Carlos Menem, y haber tenido un rol protagónico en la pelea del sindicalismo contra Fernando de la Rúa. Recordemos su prédica contra la emblemática reforma laboral, también conocida como la “ley Banelco”, un término que precisamente deriva de un comentario que el líder camionero hizo en el marco de la aprobación de la polémica norma.
Ya con Néstor Kirchner en la presidencia, Hugo Moyano consiguió más poder que el que podía haber soñado alguna vez, y cada vez fue por más. En diciembre de 2009, celebró con el matrimonio K en Vélez Sarsfield el Día del Camionero, y con la pelea con el campo bien fresca cuestionó duramente al titular de la Sociedad Rural, Hugo Biolcati, al que calificó de “lenguaraz con actitud de gaucho pendenciero”. De la Presidenta destacaba ese día su “coraje” y le garantizaba que “millones de trabajadores la van a apoyar permanentemente”.
Un año más tarde, en octubre de 2010, Moyano llenó de camioneros el estadio de River, con motivo del Día de la Lealtad. El líder cegetista se preguntó ese día por qué tenían que renunciar a la política y habló de tener en el futuro “un trabajador en la Casa de Gobierno”. En es mismo palco, Cristina le puso un límite poco después: “Compañero, usted que anda pidiendo un trabajador para que sea presidente, le digo que trabajo desde los 18 años”, le endosó.
Diez días después moría Néstor Kirchner. Se dijo entonces que la noche previa a su fallecimiento, el santacruceño había tenido una fuerte discusión con el camionero, pero cada protagonista consultado lo negó. Sí hubo testigos del frío saludo que le dispensó Cristina a Moyano durante el velatorio de su esposo.
El titular cegetista debe haber presentido que ya sin el santacruceño, su relación con el poder podría cambiar radicalmente. Lo comenzó a sentir claramente cuando tras reclamar lugares en las listas para el sindicalismo, sólo pudo ubicar en las mismas a Héctor Recalde, a Omar Plaini y a su hijo Facundo. Después sobrevino la ruptura y lo del jueves fue un capítulo más de esta historia con final abierto, pero reconciliación imposible.
Como todo paro, el cálculo de su magnitud varió según quien fuera el que lo medía. En las horas previas al inicio de la medida de fuerza, el gobierno se encargó de difundir un detallado informe de los gremios que no se sumarían, determinando que incluían al 75% de los trabajadores activos, y esa fue la línea que se mantuvo al día siguiente, concluyendo -aun antes de verificar cuántos iban a trabajar- que solo el 25% se sumaba a la medida. Los organizadores, en cambio, hablaron de “éxito” y cuantificaron su alcance por arriba del 80%.
Unos y otros exageraron, aunque está bien claro que la huelga no tuvo la magnitud de la del 10 de abril pasado. La diferencia entre un paro y el otro la hicieron los colectiveros, que este 28 de agosto no se sumaron, para despecho de Moyano, que estaba convencido de que Roberto Fernández no le fallaría. Recién se dio cuenta de lo contrario el martes.
Moyano habló de “presiones” oficiales relacionadas con la quita de subsidios. Puede haberlas habido, pero sin dudas hubo razones de “pesos” para hacer cambiar de actitud a la UTA. Se habla de la cesión de un terreno y de 45 millones de pesos, en concepto de compensaciones. No hay mayores precisiones y sí desmentidas, pero nadie imagina que tamaño favor del gremio no haya sido retribuido.
De hecho, el mismo día del paro el gobierno amplió en 1.215 millones de pesos el presupuesto de la Superintendencia de Servicios de Salud para la asistencia financiera a las obras sociales, según publicó el Boletín Oficial. El incremento había sido solicitado por la delegación cegetista encabezada por Antonio Caló que se reunió días pasados con los ministros Capitanich, Kicillof y Tomada. Está claro que las entidades beneficiarias figurarán en el listado del que hablamos, que involucra a los gremios que reúnen al 75% de los trabajadores activos, y que un gesto compensatorio -por eso del fin de ciclo- debía ser dado sin demora. El resto viene acostumbrándose a transitar el desierto con anchoas como alimento.
Fue una semana en la que dos candidatos oficialistas deben haber festejado. Florencio Randazzo, porque el área clave del transporte no se sumó al paro cegetista, minando su alcance; y Julián Domínguez, por haber sido reivindicado nada menos que por la Presidenta de la Nación, cuando en Santiago del Estero recogió su propuesta de trasladar la capital al centro del país, probablemente a esa provincia. Flor de espaldarazo para quien hace campaña con un discurso que tiene eje en el federalismo.
Cristina habló de abrir el debate sobre ese tema, pero no enviará un proyecto al Congreso, que ya bastante ocupado está con dos cuestiones controversiales que, fiel al estilo K, son tratadas en tiempos mínimos y tal vez reciban sanción este mismo miércoles al cabo de una sesión que terminará bien entrada la madrugada. O a lo sumo, entre miércoles y jueves, cuarto intermedio mediante. Habrá que ver si la polémica es completa y se agrega como aditamento la presencia de Amado Boudou presidiendo, lo cual extendería los plazos de la sesión no menos de dos horas.
Como venimos diciendo, el gobierno tiene los votos para aprobar tanto el paquete de proyectos sobre defensa del consumidor -ley de abastecimiento incluida- y el pago soberano de la deuda. Lo cual marca un contraste con la imagen de fin de ciclo que tanto se grafica. Si bien el gobierno está claramente atravesando su momento más crítico, con una economía con números decididamente malos en todos los rubros -donde la crisis los fondos buitre es un agregado grave, pero no el causante del cuadro actual-, sigue gozando de un importante grado de poder. Dos muestras: mantiene el dominio del Congreso y manda sobre esos gremios que representan al 75% de los trabajadores activos, tal cual alardeó esta semana.
Pero los empresarios por primera vez en estos once años han comenzado a expresar abiertamente sus críticas, y hasta los gobernadores de las provincias petroleras se le plantaron por la Ley de Hidrocarburos. Ahí el kirchnerismo de fin de ciclo reconoció sus límites y está cambiando el anteproyecto. Porque esa iniciativa sí que no pasaba por el Congreso, y ya se sabe que un traspié puede ser la chispa que acelere las fugas. Que de todas formas, tarde o temprano, se darán.