Por José Angel Di Mauro. El significado de la frase significa dar un paso hacia una empresa sin poder dar ya vuelta atrás. Es lo que habría hecho Cristina la última semana, aunque algunos insistan en esperar a una normalización en enero.
El discurso más temido terminó siendo el más racional. Hablamos del mensaje presidencial del último Día de la Bandera, cuando en Rosario se temía que la Presidenta pateara el tablero, siguiendo en la línea que había iniciado el lunes anterior, al final de la jornada en la que se conoció la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de no tomar el juicio entre nuestro país y los fondos buitre, precipitando el cumplimiento de la sentencia de Thomas Griesa. Con la militancia kirchnerista movilizada especialmente, un discurso muy beligerante ya bajado y las paredes empapeladas con la consigna “Patria o buitres”, estaba todo dado para la tormenta perfecta.
Pero Cristina no emprendió ese día un camino sin retorno: por el contrario, se mostró moderada, usó la palabra “holdouts” en lugar de buitres, y ya no habló de la “extorsión” del juez, terminología que tanto había molestado al magistrado, sino que se limitó a insistir con lo del “trato igualitario” y mostró predisposición a pagar. Frenó antes de chocar, dijimos entonces. En lugar de ser el discurso más incendiario, terminó siendo el último racional.
El martes 30 de septiembre quedará marcado en cambio como el día en el que trazó una línea detrás de sus talones. No fue un discurso, fueron cuatro, en los que sucesivamente fue subiendo la apuesta beligerante. Cuesta creer el optimismo de los que siguen pensando en una negociación a partir de enero, cuando no se ve manera de volver atrás de esos mensajes. Allí Cristina ya no trató al juez de extorsionador, sino de “senil” y “municipal”, deliberadamente con la intención de ofenderlo, e incendió la relación ya complicada con Estados Unidos.
Le dio incluso a su mensaje un toque caribeño al sugerir un golpe y/o un magnicidio impulsado desde el Norte, cuyo efecto no pareció tener un destino superior al de los titulares mediáticos, pues de haber sido tomados realmente en serio merecerían la máxima atención e investigación que la denuncia no tuvo. Debería preocupar al gobierno que la palabra presidencial se haya degradado a tal punto de no ser tenida totalmente en cuenta ni siquiera por los propios.
Pero las referencias a ISIS y a EE.UU. fueron, si se quiere, anecdóticas. Sí tuvieron contundencia y efecto inmediato las referencias a las operaciones con dólares y su investigación. Nada está librado al azar en los actos presidenciales, y muy deliberadamente Juan Carlos Fábrega había sido ubicado en primera fila el último martes. Varias veces las cámaras enfocaron al todavía titular del BCRA, pero no menos de tres lo mostraron cuando la Presidenta se refería a la supuesta actitud “pasiva”, o -peor aún- “cómplice” del Banco Central. El rostro pétreo de Fábrega dio para pensar que terminara haciendo “la gran Lilita”, retirándose en ese mismo instante.
Quedó claro que la Presidenta buscó no dejarle otra opción que la de renunciar, cuando previamente le había ordenado en más de una oportunidad mantenerse en el cargo. En su lugar asumió el titular de la CNV, Alejandro Vanoli -un cristinista dispuesto a ser funcional a Kicillof-, al que podría definirse como un cruzado de la causa. Su lugar al frente de la Comisión Nacional de Valores fue para Cristian Girard, un joven economista cercano al ministro de Economía y que se desempeñaba como coordinador de los directores estatales en empresas. Asimismo en el Central fue designado director Pedro Biscay, proveniente del Area Fraudes Económicos y Bancarios de la PROCELAC. Todas señales -comenzando por la elección de Vanoli- de que la función fundamental del BCRA girará en torno al control del mercado financiero.
Los primeros resultados de la nueva política implementada en el Central deben haber dejado satisfechos al gobierno: bajó un poco el blue y se desplomó el “contado con liqui”. Claro que eso no fue consecuencia de una mayor confianza, sino del temor infundido, que deberá ser reforzado con medidas que se esperan para los próximos días. A la suspensión aplicada sobre la Sociedad de Bolsa Mariva, le seguirían otras medidas sancionatorias para esta semana. Para orientarse, basta revisar la lista de entidades que desgranó la Presidenta en su discurso. Y como todo tiene que ver con todo, habrá que tener en cuenta que así como el Banco Mariva es propiedad de un amigo personal de Eduardo Duhalde, para pensar en el próximo objetivo bastaría con ver a qué entidad se ubica hoy cerca de Sergio Massa. Alcanza con ver quién sponsorea la casaca de Tigre.
Hace una semana hablábamos de la inestabilidad de Juan Carlos Fábrega, pero un escalón por delante poníamos al jefe de Gabinete, quien tiene la mitad del cuerpo fuera del cargo y solo espera el visto bueno presidencial para volverse al Chaco, donde el gobernador Juan Carlos Bacileff Ivanoff precipitó la inminente vuelta de Capitanich al adelantar las elecciones. Y tampoco le quiere hacer fácil el regreso: estaría pensando en tomarse licencia cuando esté decidido el retorno del actual jefe de Gabinete, cuestión de no ser él quien le devuelva el cargo. En ese caso le correspondería asumir al presidente de la Cámara de Diputados provincial, Darío Bacileff Ivanoff, hijo del actual gobernador.
Pero las dudas no pasan por la recepción que vaya a tener Jorge Capitanich en su provincia, sino por quién lo vaya a suceder. Axel Kicillof estaría dispuesto a tomar el mando, pero hasta Cristina parece hacerse eco de las resistencias incluso internas que ello acarrearía. Sigue sonando el nombre de Julián Domínguez, un hombre de buena relación con el PJ, La Cámpora y la oposición -más allá de los cortocircuitos generados por el tratamiento del nuevo Código Civil-, y al que le vendría bien el cambio para elevar su nivel de conocimiento público para su precandidatura presidencial. Pero está el antecedente de Capitanich, que llegó con las mayores expectativas para su futuro y se fue con un impensado nivel de imagen negativa, lo cual habría llevado al entrerriano Sergio Urribarri a rechazar una oferta en ese sentido.
Por delante de Domínguez habría que ubicar a Alicia Kirchner, cuya cartera de Desarrollo Social es objeto del deseo de La Cámpora. Allí podría recaer Andrés “Cuervo” Larroque, y en ese caso habría que pensar en un lugar de importancia para la hermana de Néstor Kirchner, que no de lugar a pensar en un desplazamiento.
Y si de cambios de cartera hablamos, ¿por qué no pensar en el ministro de Defensa Agustín Rossi, otro precandidato presidencial con ejercicio suficiente para estar a cargo de la Jefatura de Gabinete?
Lejos de esas vicisitudes, los gobernadores peronistas están preocupados por el cariz de los acontecimientos y de eso hablaron algunos en una cena celebrada en esta capital la misma noche del discurso flamígero de Cristina. Como en 1999, la tendencia será desdoblar los comicios provinciales de los nacionales. Fuentes cercanas al gobernador bonaerense aseguran que le han sugerido comenzar a dar ya señales de diferenciación con el gobierno nacional, aunque no es de esperar que Daniel Scioli tome semejante distancia, más allá de autorizar a hablar de temas tales como la inflación a algunos voceros, su esposa incluida. No es sencilla la situación del gobernador, que debe afrontar en breve el pago de los aguinaldos y no podrá hacerlo sin la ayuda de la Nación.
