Es mucho lo que se ha escrito y se escribe, y también lo que se ha debatido y se debate, sobre los derechos humanos, sobre su significado semántico, filosófico, sociológico, político, etcétera, y también sobre su vigencia en la realidad de nuestra sociedad. Así se exponen múltiples y extremadas interpretaciones de los derechos humanos que asisten, asistieron, o faltan asistir a los ciudadanos.

Pensamos que lo humano en su más vital y digna acepción, no siempre esta o ha estado verdaderamente contemplado en todo ese amplio y profundo debate y lamentablemente tampoco en la realidad de muchos humanos, residentes en nuestro país.

El papa Francisco en su Exhortación Apostólica Evangelio Gaudium nos enseña: “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir “no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata.

No puede ser que no sea noticia que muere de frío un anciano en situación de calle y que lo sea una caída de dos puntos en la bolsa. Eso es exclusión. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Eso es inequidad.

Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo, con la “exclusión” queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está en ella. Abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está “afuera”.

Los “excluidos” no son “explotados” sino “desechos sobrantes”.

Sin analizar su evolución en el tiempo (ello queda para la historia socio-política) cuando realmente caminamos el interior de nuestro país, no sentados tomando café, o con la imaginación, o con anteojos de color, veremos a seres humanos que viven en la pobreza, pero es en algunas ciudades del interior y especialmente en la Capital Federal donde veremos a muchos seres humanos en situación de “miseria humana”. O acaso ello no lo es, cuando los vemos –tirados, abandonados– en las calles o en las veredas, a niños solos, madres con niños bebes y menores, a ancianos, incluso disminuidos físicamente y también a jóvenes.

Si, están tirados y abandonados, esa es la palabra simple que expresa sus realidades de ciudadano. A lo largo y ancho de la Ciudad de Buenos Aires y alrededores.

¿No deberíamos pensar que son humanos sus derechos a vivir una vida digna, de todo ser humano?

La reflexión sobre esos derechos se hace más humana y comprometida cuando ellos son habitantes de una nación con abundantes riquezas naturales y culturales que contradicen sus realidades, y que no hemos y no sabemos administrar con verdadera solidaridad.

Pensamos que el sector público argentino en sus tres niveles –Nación, provincias, CABA- Municipios – tiene suficiente recursos humanos, edificios, terrenos, estructuras y materiales (y muchos sin utilizar) a lo largo y ancho del país, para recuperar digna y humanamente a esos argentinos.

Con métodos y procedimientos humanos, sociólogos, psicólogos, médicos, asistentes sociales, enfermeras, y otras y otros profesionales y asistentes, muchos actualmente dependientes del sector público pueden recuperarlos y humanizar su existencia.

Cuando repasamos las acciones de la ex Subsecretaróa de Bienes del Estado, del ex ENABIEF, del ex ONABE, y de la Agencia de Administración de Bienes del Estado, observamos que no han podido hacer un relevamiento completo de los terrenos e inmuebles del Sector Público que hay a los largo y ancho del país, y que como resultado de la privatización, disolución y cierre de empresas y entes del estado, en la década del 90, muchos han quedado abandonados o no hay registros de la titularidad pública.

Un simple ejemplo son las estaciones de ferrocarril, sus galpones y otras instalaciones a lo largo y ancho del país. Solo algunas parcialmente recuperadas por municipios que han instalado museos u otros destinos locales.

Respecto de las áreas de Seguridad Social y de Asistencia Social, obvia todo comentario. Pensamos: ¿No se podría con métodos humanos y profesionales, y en esos inmuebles disponibles por el Sector Público, más las construcciones y adecuaciones necesarias, trasladarlos a estos hermanos nuestros a distintos lugares del país, incluso algunos de ellos en la misma Capital Federal (obvio es, que no estamos diciendo ‘llevarlos lejos de nosotros, al contrario’ el resultado final los acercara a nosotros)?

Trasladarlos al lugar adecuado donde podrían vivir como dignos seres humanos y además ser recuperados y luego integrarlos a la sociedad, junto a nosotros.

Estoy seguro de que quienes tienen más conocimiento e información sobre la materia, no dejaran de coincidir en mis propuestas y seguro que la perfeccionaran.

La dura realidad del tema, exige su atención para dar una solución integral, no sirven solo los “calmantes” demagógicos.