No termina de engranar la campaña política, cuando faltan menos de cinco meses para las PASO. Pareció que finalmente se encarrilaba, a partir de la Convención Nacional de la UCR que dejó tanta tela para cortar y marcó un punto de inflexión de cara a los comicios, pero el tema electoral vuelve una y otra vez a un segundo plano detrás del caso Nisman, que desde su irrupción no dejó lugar a dudas de que semejante conmoción sería difícil de superar.

Con todo, pareció esta semana que finalmente la política daba una vuelta de página para dejar lugar a la campaña, conforme la investigación de la muerte del fiscal se enmarañaba por internas tan o más sinuosas que las de la política, con las partes enfrascadas en un intercambio poco feliz donde lo que cada vez parece más lejano es el hallazgo de la verdad.

Si el caso estuvo impregnado desde un primer momento por la marca de los servicios de inteligencia, la sociedad asistió absorta esta semana a un desfile de las actividades comunes de los mismos. En ese berenjenal, el gobierno pareció satisfecho por cuanto el rumbo elegido desde un primer momento fue demoler a la figura de Alberto Nisman. Cuando estaba vivo y los legisladores se preparaban para ir “con los tapones de punta” en su contra; y aun muerto, cuando se lo pretendió mostrar como una marioneta de Stiuso, un hombre contradictorio, y hasta se puso en duda su sexualidad, sin pudor alguno. Habrá que recordar cuando “por error” se planteó que estaba poco menos que borracho a la hora del disparo mortal.

La virulencia cobró mayor vigor a partir de que la exesposa del muerto comenzó a jugar fuerte, planteando abiertamente la hipótesis del homicidio. Lo que vino después fue una operación tras otra para exponer al escarnio público al fiscal. Las fotos de su celular -que ya habían comenzado a circular a poco de su aparición sin vida- florecieron por doquier y el jefe de Gabinete terminó traspasando los límites al juzgar su vida privada y condenarlo sin posibilidad de defensa. El colmo de las operaciones se vio el viernes en las paredes del centro porteño, donde aparecieron afiches de Nisman rodeado de mujeres, de fiesta.

Pero una guerra de servicios no es tal si no tiene su contraparte, que se libró también a través de fotos, en este caso del departamento de Le Parc, que por cierto no muestran una demasiado cuidada escena del crimen o suicidio. No es lo único: se ve allí la mano del fiscal no tan ensangrentada como para afectar el barrido electrónico en busca de residuos de disparo de arma de fuego.

Existen dos flancos por donde abordar el tema para el gobierno, que mientras piensa que ha ganado terreno esta semana en el intento de enchastrar la causa, sigue aun con más expectativa y preocupación el devenir de la denuncia de Nisman, que juega su destino en la Sala I de la Cámara Federal. La integran camaristas que ascendieron durante la administración kirchnerista y que eran considerados afines al gobierno, hasta que fallaron contra Amado Boudou y, sobre todo, el Memorándum con Irán. Paralelamente a que se conociera la decisión del fiscal Germán Moldes de pedir que se investigue la denuncia de Nisman, trascendió que los votos están por ahora empatados: Eduardo Farah coincide con Moldes, mientras que Eduardo Freiler opina como el juez Rafecas. Define Jorge Ballestero, quien estaría siendo sometido a gran presión para cerrar la investigación. Una fuente muy atenta a los rumores circulantes en Comodoro Py dio por sentado ante este medio que el resultado será 2 a 1 a favor de lo que desea el gobierno.

Si tanto ha hecho el caso Nisman para ralentizar la campaña electoral, ¿puede esperarse que sea determinante en la misma? Uno de los principales candidatos de la oposición en esta elección está convencido de que no influirá, según confió a este periodista. Los consultores en general coinciden en que la influencia del tema a la hora de votar no será determinante. Es una estimación curiosa si se tiene en cuenta que las encuestas muestran que la mayoría se inclina por pensar que al fiscal lo mataron, que su denuncia es creíble y que nunca se sabrá la verdad.

Decíamos al principio que esta última semana se dio un punto de inflexión en la campaña, a partir de la decisión radical de seguir la línea de Ernesto Sanz de alinearse con el PRO. La Convención Radical dejó heridos en el partido centenario, que hablan de un encuentro a fin de mes para reafirmar su posición, pero el tema no tiene vuelta atrás. Por más que los últimos días se dieron algunos chispazos al mostrar Macri posiciones distintas respecto a lo que algunos radicales decían haber interpretado de la propuesta de Sanz. “No será un gobierno de coalición; el que gana la interna es el que gobierna”, dejó claro el jefe de Gobierno porteño.

Con ello se busca sobre todo contrarrestar las predecibles comparaciones con la Alianza, y es lo que se habló desde el inicio. El acuerdo UCR-PRO-CC/ARI no pretende establecer un gobierno de coalición, sino evitar en principio que el peronismo siga gobernando. En el PRO sostienen que Macri no necesita a los radicales para ganar, sino que un eventual candidato de ese partido no le reste votos a él.

Compartir el gobierno nacional no necesariamente es el deseo de los radicales, que -pragmáticos- lo que quieren es ganar la mayor cantidad de provincias donde tienen hoy posibilidades y tener luego un Ejecutivo Nacional afín. Y compartir eso sí las listas legislativas, garantizando al menos mantener la misma cantidad de legisladores que ponen en juego: catorce diputados y siete senadores. Esa será la negociación fina que llevarán adelante hasta el cierre de listas de junio.

El que todavía está asimilando el golpe es Sergio Massa, quien apostaba a un resultado distinto en la Convención y así se lo había garantizado Gerardo Morales. Allegados al hombre de Tigre aseguraron a este medio que él reforzará su discurso en línea con lo que entiende más reclama la gente, como el tema de la seguridad, y reforzará su contacto con los vecinos, tal cual hizo en las caravanas que protagonizó la última semana. Se espera que ahora tratará de consolidar el voto peronista, habida cuenta del polo inverso que se ha formado en la oposición.

Y se ilusiona al escuchar a Carlos Fara, quien rechaza el concepto de que “Massa se está diluyendo”. Para este consultor, el líder del Frente Renovador en realidad “está estancado hace meses, Daniel Scioli se consolida en el voto K, y Macri viene creciendo a costa de la desintegración de UNEN y la definición de indecisos”. Esto es lo que lleva a Fara a describir la situación como triple empate.

Aunque más que convencer a Massa, lo que en el Frente Renovador necesitan es persuadir a sus integrantes de que su líder no está en retroceso. Y por si fueran poco las imágenes de Reutemann junto a Macri y la UCR votando una alianza con el PRO, la foto de un intendente renovador volviendo a la Casa Rosada, como la que el gobierno se encargó de difundir de Sandro Guzmán sentado con Aníbal Fernández y “Wado” De Pedro, era lo último que Sergio Massa deseaba ver esta semana para el olvido.