Hace poco festejamos el cumpleaños de mi hija Isabella. La más pequeña de la familia recibió emocionada sus 3 años de edad y como es mi costumbre, compartí una imagen de mi bella princesa en las redes sociales.

Me llamó la atención la cantidad de personas que interactuaron con la fotografía que publiqué, principalmente de aquellas con la que tenemos distintas formas de ver la vida en los planos ideológico y personal.

Con algunos las distancias son enormes al punto tal que, ni siquiera nos comentamos absolutamente nada de lo que expresamos públicamente en materia política previendo enfrentarnos en lo personal, algo tan común hoy en día en este universo de posturas inflexibles que no cuentan por ahora, con la posibilidad de resolverlas y reencontrarnos a través de un debate constructivo.

Seguramente será materia a resolver en la Argentina que se viene a partir del nuevo gobierno nacional, sea quien sea el que resulte vencedor.

Con otros en cambio, las discusiones son distintas y las diferencias en cuanto a las actitudes personales recientes son tolerables, aunque nos haya separado como equipo que éramos en el camino a seguir, de cara a las PASO para elegir autoridades de la ciudad de Buenos Aires.

Y por supuesto están los que siempre han tenido una correspondencia empática en todo sentido y sin distingo de ideas, aquellas amistades con las que privilegiamos lo importante en todo momento: una relación basada en el afecto genuino y espontáneo.

Y en todos ellos hice hincapié para basar esta nueva reflexión, iniciativa que toma como base la premisa de relacionarnos desde el afecto, esa emoción genuina que nos acerca como personas sin distinción de rutinas, distancias, encuentros, y objetivos políticos de vida.

Mucho más importante que la visión sesgada que podamos sostener en cuanto a quiénes serían los líderes que mejor conducirían nuestros destinos, o cuáles serían las propuestas más efectivas para solucionar los desafíos por venir.

¿Será que exista la posibilidad de acercarnos con aquellos que nos enfrentamos desde hace tanto tiempo, a sabiendas de compartir sentimientos semejantes? ¿Sentimos probable reencontrarnos en el diálogo a través de afectos que no diferencian nuestro pensar y decir? ¿Es posible claudicar en las luchas entre hermanos de una misma sociedad y cultura, y acercarnos en la búsqueda de un fin superior unidos por una misma emoción?

Será cuestión de probarlo, y darnos cuentas que podemos hacerlo de la misma manera en que descubrí ese lazo emocional, con aquellas personas que espontáneamente se expresaron emotivamente con la foto de cumpleaños, de mi hija Isabella. Intentarlo, es nuestra decisión.

Ricardo Raúl Benedetti

@RicBenedetti

Ricardo@RicardoBenedetti.com