Por Mariela Blanco. El colmo de comisarías cerradas de noche por falta de efectivos y reclamos de los efectivos que, por supuesto, se hacen por lo bajo.
¿Cuál es el colmo de un policía? Que cierre la puerta de la comisaría por temor a la inseguridad. Este “colmo” podría haber sonado gracioso en otra época. Pero cuando una adivinanza chocarrera se convierte en desamparo efectivo, cualquier chiste deja de causar gracia y pasa a generar impotencia.
Esto sucedió el fin de semana en San Fernando, cuando Damián Fernández, hijo de una víctima fatal de la delincuencia, denunció que tuvo que “golpear 10 minutos” para que lo atendieran porque la puerta “estaba cerrada con llave”.
Una auditoría de Asuntos Internos dispuesta por Ministerio de Seguridad bonaerense se encargará de corroborar lo ocurrido pero, ciertamente, no es el primer caso de esta índole.
En noviembre pasado, dos seccionales de Vicente López fueron noticia por trabar sus puertas durante la madrugada ante la falta de efectivos. En Dock Sud, una mujer policía llamó al 911 porque estaba sola de guardia con 20 presos y escuchó ruido en el techo. Pero el caso mas disparatado ocurrió en Santa Fe, cuando un comerciante que fue a denunciar un robo golpeó la puerta y un preso le gritó desde adentro que “no había nadie”.
Por su parte, los argumentos del personal policial son, cuanto menos, atendibles. En definitiva, policías y vecinos son dos facciones de una sociedad atemorizada que sufre la misma indefensión ante la imbatible crisis de la seguridad.
Las fuerzas policiales reclaman por lo bajo libertad de acción, capacitación, equipamiento y repudian sanciones impartidas por ejercer una profesión que ya no encuentra su misión.
La sociedad toda reclama una reformulación integral del sistema de Seguridad, integrado a los tres Poderes, en el cual tenga lugar una justicia más sensible, una Policía jerarquizada, y gobiernos renuentes a la toma de medidas espasmódicas. Solo así, será posible frenar un estado de cosas que hoy son el colmo de la Argentina.
