La dinámica de la política criolla parece haberse instalado de forma permanente en el escenario provincial desde el inicio de la democracia recuperada, aunque las dimensiones que esa actividad cobra en estos tiempos la ponen en el centro de la escena.
En su momento, “los pases” en los ámbitos legislativos estaban dados por cuestiones que respondían a decisiones que se tomaban en otros lugares. Una decisión partidaria hacía que se redefiniera un lugar en el Parlamento. Así, en los años 80 y 90 se observaban pequeños movimientos de legisladores que respondían a decisiones políticas de organizaciones colectivas.
Remontándonos a los 80, podemos enumerar ciertos movimientos en los recintos bonaerenses de legisladores del Partido Intransigente que fueron acercándose al PJ Renovador; en los 90, esa migración se daba desde la UCeDé hacia el PJ; radicales y peronistas que se sumaban al Frente Grande, luego Frepaso; y peronistas que armaban sellos propios por fuera de las estructuras formales… Pero nada comparado con el cambio de trincheras políticas que se experimenta en el Siglo XXI.
Podría definirse a los “tránsfugas” como personas con un cargo público que no abandonan el mismo al separarse del partido que las presentó como candidatas. En el nuevo siglo se multiplicaron e imprimieron nueva velocidad en cuanto al cambio de ideología -si es que cabe- o postura, impregnando todo el proceso de cierto pragmatismo que llega incluso a erosionar la credibilidad del discurso político en general.
Así las cosas, la provincia de Buenos Aires alumbró una opción electoral en las legislativas de 2013 que instauró una opción política nacional hoy bajo la Alianza Transitoria UNA y que remite a la alianza transitoria Frente Renovador del 2013, donde el actual diputado nacional Sergio Massa comenzó un tránsito que tenía su origen en el oficialista FpV y decididamente se ubicó luego en el espacio opositor. El FR se transformaba en un polo de atracción irresistible para oficialistas e incluso opositores de otros sectores.
El desprendimiento de dirigentes que habían integrado la oferta electoral del FpV en 2011 -cuando Cristina Fernández de Kirchner logró su reelección-, se conjuga con otros dirigentes que tenían un tránsito decidido en los partidos de oposición y aparece un entidad política de cierta transversalidad en el FR. No obstante, el propio líder siempre se encargaba de aclarar que se trataba de una organización “con corazón peronista”.
En la constitución “aluvional”, tal como la calificó el dirigente peronista Juan Garivoto, que experimentó el Frente Renovador en la provincia de Buenos Aires para las elecciones de 2013, fue sumando “peronismo crítico” del denominado kirchnerismo, pero también se sumaban radicales -algunos de los cuales habían tenido su paso por el FpV, en otros casos no-, y de otros partidos como la Coalición Cívica-ARI. La alianza que finalmente se presentó incorporó a dirigentes del Pro, el sello Mauricio Macri, en bloque y sobre la hora de aquel cierre de listas de hace dos años.
La llegada de dirigentes al FR se mantuvo -aunque en menor medida- durante la campaña e incluso tras las elecciones; se impuso el ingreso por “goteo” en el espacio y se anunciaban de a una las llegadas, espaciadas en el tiempo y con algunos diseños mediáticos o comunicacionales.
En la Legislatura bonaerense, los bloques se conformaron una vez confirmada la candidatura de Sergio Massa como diputado nacional por afuera del FpV. En el Senado se trató de un pequeño desprendimiento, en un principio, de esa bancada; mientras que en Diputados el desprendimiento se produjo de un bloque que no era el oficialista, sino uno residual del Pro Peronismo, integrado por denarvaístas y macristas.
En síntesis, podemos decir sin entrar en ninguna particularidad que peronistas, denarvaístas, macristas, radicales y cívicos fueron parte de la dirigencia que empezó acumular el FR en sus filas.
Párrafo aparte merece el peronismo que ingresó al Frente Renovador. Estaban aquellos que habían partido del PJ desde el arranque de la era K y los otros, los que habían sido prácticamente fundadores del FpV y que enfrentaron al duhaldismo en 2005. De hecho, los primeros presidentes de las bancada legislativas que ostentaron la sigla FpV y que convivieron, en recinto, con aquellos que orgullosos exhibían la del PJ, terminaron en algunos casos compartiendo el FR.
Fue el caso de Alfredo Antonuccio y Raúl Pérez, en Diputados, con Juan Garivoto; mientras que en el Senado Juan José Amondarain y Osvaldo Goicoechea fueron presidentes de la bancada del FpV. En el caso del platense, fue el primer titular de esa formación en el alto recinto provincial.
Así llegamos al recambio legislativo del 10 de diciembre de 2013, donde el FR comenzó el período con una bancada de 22 diputados y con 20 bancas en el Senado, constituyendo la primera minoría del recinto. Obligando, incluso, a la máxima autoridad del Palacio, Gabriel Mariotto, a presentar en sociedad un interbloque oficialista conformado además de la bancada del FpV-PJ por los monobloque de Nuevo Encuentro y el del senador Mario Ishii. La relación directa era de 20 senadores del FR a 19 del FpV-PJ.
Borocotizaciones mediante, ahora las cosas son sustancialmente distintas. El goteo a favor del massismo se extinguió y comenzó un goteo a la inversa, de abandono, a partir de los primeros días del presente año. Así el FpV comenzó a incorporar dirigentes en ambas cámaras legislativas; algunos nuevos, otros viejos compañeros que “se pasaron de largo” en alguna maniobra. También el macrismo aprovechó para conformar sus nuevos bloques propios, que denominó -como en su momento en la Legislatura porteña- Juntos por Buenos Aires.
En un principio el Frente Renovador ocupó el centro donde muchos dirigentes llegaron, luego pasó a ser el lugar desde donde empezaron a migrar. Algunos senadores o diputados han conformado monobloques independientes, pero todos están bien definidos políticamente: o están con el FpV, o con Cambienos Buenos Aires.
